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VISITA AD LIMINA APOSTOLORUM

Homilía en la Basílica de Asis

Asis, domingo 29 de marzo de 2009

1. Nos encontramos aquí un grupo de obispos argentinos, en visita ad limina, peregrinos junto con ustedes, para honrar a san Francisco, “hombre todo católico y apostólico” (Julián de Espira, Oficio rítmico de San Francisco). Queremos contagiarnos de su espíritu evangélico y de su amor a la Iglesia. También nosotros “queremos ver a Jesús”, como lo ha visto y oído Francisco en el crucifijo de San Damián, crucificado en los pobres y sufrientes, como asimismo en el hermano y hermana que tenemos al lado. El Santo de Asís lo vivió todo iluminado siempre por la Palabra de Dios y en obediencia filial al Papa y a la Santa Romana Iglesia.
2. Nuestra peregrinación ad limina apostolorum, en el oasis espiritual que nos regala este momento que vivimos en Asís, nos hace pensar en ese gesto tan eclesial y de entrañable amor al Romano Pontífice, que tuvo Francisco de Asís, luego de su conversión en el año 1221, cuando le pidió al Papa la gracia de “vivir según la forma del santo evangelio”. También nosotros, como obispos peregrinos, venimos a Roma para que el Santo Padre nos confirme en la fe y para manifestar nuestra comunión con el Sucesor de Pedro. En particular, queremos expresarle al Papa nuestro profundo afecto y cercanía, junto con nuestras Iglesias particulares. Nos sentimos muy cerca de él en la difícil misión de construir la comunión al interior de la Iglesia y, al mismo tiempo, comprometer toda nuestra colaboración en esa tarea, que responde al anhelo profundo de Jesús “para que todos sean uno” (cf. Jn 17, 21).
3. Nosotros mismos, como aquellos griegos que se acercaron a Felipe, anhelamos ver a Jesús. En nuestro camino cuaresmal sentimos mucha necesidad de verlo y encontrarnos con él. Jesús responde a ese deseo con el anuncio de su pasión: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo, pero si muere, da mucho fruto”. Para ver a Jesús y encontrarse con él es necesario acompañarlo por el camino de la humildad y del servicio hasta el final. “El que quiera servirme, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor” (Jn 12, 26). “Señor, queremos ver a Jesús” (Jn 12, 21), es el deseo que mejor expresa los sentimientos más hondos de la Iglesia que camina hacia la Pascua. Es más, en cierto modo, es la expresión más profunda de la condición humana, necesitada de salvación.
4. Venimos como peregrinos hasta aquí para renovarnos en la fe y llevar un mensaje de esperanza a nuestra gente. Ante la crisis global que nos afecta a todos, queremos llevar una palabra de aliento y un llamado a ayudarnos unos a otros, teniendo un especial cuidado por los más pobres. La crisis de humanidad que vivimos, refleja una dramática pérdida de visión. El testimonio de Pablo de Tarso, de Francisco de Asís y de tantos otros santos, nos recuerdan que el camino para ver, nace de la contemplación de Jesucristo y éste crucificado. Para recuperarse de la ceguera es necesario transitar el camino de la humildad, con los ojos fijos en Jesús, corriendo la suerte del grano de trigo que cae en tierra y muere. La fuerza de la humildad abre el corazón a la confianza y a la amistad. A quien se esfuerza por vivir así, la contemplación le brota espontánea y se transforma en cercanía compasiva y solidaria con el prójimo. El verdadero deseo de ver a Jesús, abre espacios de encuentro sin exclusiones, nos hace sensibles al dolor del hermano y nos compromete hacer todo para curar sus heridas.
5. El Santo de Asís es un icono actualísimo de Cristo y, al mismo tiempo, un modelo transparente de humanidad. Inspirados en su ejemplo de hombre evangélico, también nosotros ardamos en deseos de ver a Jesús y llevemos a muchos al encuentro con él. Y que la “Virgen María, hecha Iglesia”, como la llamaba san Francisco, nos alcance un corazón compasivo y misericordioso para ser pastores de comunión y de esperanza en medio de nuestro pueblo.
Andrés Stanovnik OFMCap.
Arzobispo de Corrientes

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