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MONS. ANDRES STANOVNIK

Celebración del Domingo de Ramos

Corrientes, 10 de abril de 2022

Breve homilía para la Bendición de Ramos

Con el Domingo de Ramos iniciamos la celebración del misterio central de nuestra fe: la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, que conmemoramos el jueves santo, viernes santo y sábado de gloria. Hoy la Iglesia recuerda la entrada victoriosa de Jesús a Jerusalén, dando así solemne apertura a los acontecimientos que nos llevarán a la celebración de la Pascua cristiana.

El texto del Evangelio (Lc 19,28-40) que acabamos de proclamar nos coloca en el lugar de los hechos que sucedieron cuando Jesús subía a Jerusalén para celebrar la pascua con sus discípulos. Los invito a que nos detengamos en algunos aspectos de este relato evangélico. Ante todo, Jesús se dirige resueltamente a Jerusalén, sabiendo que sus días están contados. Llama la atención que lo hiciera de un modo triunfal como quien estuviera ganando una batalla. En efecto, es aclamado por una multitud, pero que luego desaparece en la medida que corren las horas. Nada queda ya de esa breve pero enfervorizada recorrida de la multitud. Probablemente la mayoría esperaba otra cosa, entre ellos también sus discípulos.

Luego de la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén, donde apenas llegado fue apresado, juzgado, condenado injustamente y sentenciado a una muerte violenta y humillante, permanecían acompañándolo: su madre, el discípulo Juan y algunas mujeres. El poder de turno, junto a otra multitud que reclamaba esa sentencia, quedó satisfecho y dio por acabado el asunto. Sin embargo, la verdadera victoria, el triunfo espectacular sobre el pecado, la muerte y el mal, recién empezaba. Ni sus discípulos lo podían creer, sin embargo, sucedió: Dios cantó la victoria del amor sobre el odio. El camino para el reencuentro con Dios y entre los pueblos de la tierra es el que realizó Jesús, poniendo en evidencia el inmenso Amor que Dios nos tiene.

 No tengamos miedo de acompañar a Jesús y dar público testimonio de nuestra fe en Él y en la Iglesia, Pueblo de Dios que peregrina el encuentro de la victoria de Dios que nos ama infinitamente. Los ramos que tenemos en nuestras manos quieren expresar nuestro gozo por tener la gracia de creer y caminar juntos. Y ahora, vayamos alegres a celebrar la Eucaristía con la que daremos inicio a la conmemoración de los más grandes acontecimientos de nuestra fe.

 

Homilía para la Misa del Domingo de Ramos

Últimamente estamos escuchando con frecuencia la palabra sínodo, que significa “caminar juntos”, con motivo de la convocatoria que el papa Francisco hizo a toda la Iglesia para que empezara a preparar el Sínodo sobre el tema: “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”. Hoy, luego de proclamar el relato de la pasión de Nuestro Señor Jesucristo, podríamos preguntarnos qué nos dicen esas dramáticas últimas horas que pasó Jesús con la invitación que nos hace la Iglesia a “caminar juntos”. Seguramente que todos podríamos aportar mucho a esta pregunta. De mi parte, les comparto lo que me parece central para poner un fundamento sólido al camino que hoy debemos realizar en la Iglesia, donde todos estamos llamados a profundizar la comunión, promover la participación y entusiasmar a la misión.

Al final del relato de la pasión que hemos escuchado, luego que Jesús muere en la cruz, un soldado romano vio lo que había pasado y alabó a Dios; la multitud que se había reunido para contemplar el espectáculo, regresaba golpeándose el pecho; sus amigos y mujeres que lo habían acompañado, contemplaban lo sucedido. En los tres casos la misma actitud: contemplar, presos del asombro, impactados por el acontecimiento. Ese espectáculo debe captar nuestra atención y permanecer en él, porque allí está la fuente de luz y de gracia para vivir de cara a Dios, abiertos a todos los compañeros de camino, dispuestos a establecer con todos ellos lazos de amistad y de sincera colaboración para el bien de todos.

Para “caminar juntos” es necesario, entonces, mirar a Jesús Crucificado. Con Él aprendemos a caminar juntos en el matrimonio, en la familia y en la Iglesia. En Él tenemos la fuerza para ser luego testigos en el mundo de que es posible soñar con una familia humana, en la que nos reconozcamos hermanos y hermanas todos, maravillosamente diversos, pero todos con la misión de cuidarnos, juntos cuidar a los más débiles y entre todos proteger el lugar que habitamos. Hagámonos un lugar durante esta semana para prolongar tiempos de mirar a Jesús en la cruz y contemplar allí el Amor de Dios. Que la Virgen Madre nos enseñe a contemplar a su Hijo, y convertir esa contemplación en actitudes nuevas con nuestros semejantes, preparándonos así a celebrar con alegría el Misterio Pascual.

†Andrés Stanovnik OFMCap

Arzobispo de Corrientes

 

NOTA: A la derecha de la página, en Archivos, el texto como 22-04-10 Homilía de la celebración del Domingo de Ramos, en formato de Word.


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