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MONS. ANDRES STANOVNIK

Festividad patronal de Nuestra Señora del Rosario

Hoy celebramos la fiesta patronal de Nuestra Señora del Rosario, advocación que le dieron los fundadores a nuestra ciudad, como consta en las correspondientes actas de fundación. Corría el año 1588 y a partir de entonces en nuestra región y ya con anterioridad en el país, es la advocación que lleva su nombre a muchas ciudades, pueblos, templos, calles, etc. Nuestra Señora del Rosario es la virgen fundadora de la ciudad de Corrientes.

No es una mera curiosidad hacer referencia a los orígenes de nuestra historia. Si fuera solo eso, no tendría mayor trascendencia y menos aún alguna incidencia práctica en nuestra vida. Sin embargo, sabemos la importancia que tiene para una persona o para una comunidad saber de dónde viene, quiénes fueron los que le han dado vida y para qué lo hicieron. La fiesta patronal es una providencial ocasión mirar hacia atrás y agradecer, mirar el presente y renovarnos interiormente, y mirar hacia adelante con esperanza a pesar de las adversidades.

Así como prestamos atención a las señales que nos orientan en el camino, los invito a que nos detengamos a ver los dos signos que acompañan la imagen de nuestra Patrona: el niño que sostiene en sus brazos y el rosario que entrelaza sus manos. Ese niño es Dios y su nombre es Jesús, el Cristo, el Verbo hecho carne en el seno purísimo de la Virgen. Así lo hemos oído proclamar en el Evangelio (Lc 1,26-38) de hoy cuando el Ángel del Señor le anunció a María: “Concebirás y darás a luz un hijo al que le pondrás el nombre de Jesús. Este será grande, será llamado Hijo del Altísimo… y su reino no tendrá fin". Ella, sorprendida y perpleja, no se dejó llevar por la confusión, sino que confió plenamente y dejó que el Espíritu Santo actuara libremente en ella.

La obra que realizó el Espíritu Santo en María está contenida en el Rosario. En los misterios del rosario contemplamos los momentos más importantes de la vida de Jesús y de su Madre. Esa contemplación nos ayuda a comprender que, así como sucedió en la vida de ellos, sucede también en la nuestra, compuesta de alegrías, de dolores y de esperanzas. Así aprendemos a no desesperarnos ante las desgracias y aflicciones, sino que seguimos confiando en Dios, porque sabemos que jamás abandona al que se acoge a Él. Durante la pandemia, el papa Francisco invitaba a rezar el rosario, porque “contemplar juntos el rostro de Cristo con el corazón de María, nuestra Madre, nos unirá todavía más como familia espiritual y nos ayudará a superar esta prueba”.

Si bien el rosario es una devoción mariana, sin embargo, el centro de esa oración es el Niño que vemos en la imagen de nuestra Patrona. Ella nos hace comprender que a Dios se lo puede “ver, oír y tocar”, que no es alguien distante e indiferente de lo que nos sucede en la vida de todos los días, y que siempre tiene una palabra de aliento y esperanza para cada uno. Por eso, el rosario es esa oración sencilla, llamada también la Biblia de los pobres, o el Evangelio de los humildes, que nos pone en el centro a Aquel que María sostiene en sus brazos para que, como para ella, también para nosotros Jesús sea el centro de nuestros pensamientos, de nuestros sentimientos y de nuestras acciones.

Y así como el Espíritu Santo le fue dando a entender a la Virgen María qué estaba sucediendo con ella, cuál era la nueva presencia que se gestaba en su seno, y cuál era el nombre que le tenía que poner, también a la Iglesia y a cada bautizado, es el Espíritu Santo quien nos hace conocer a Jesús y a amarlo. Esto nos da fortaleza y valentía para ser sus testigos. El Espíritu Santo hace nacer también a la Iglesia en Pentecostés, con los Apóstoles unidos en oración, acompañados por algunas mujeres, entre las que se encontraba la Madre de Jesús, como lo hemos escuchado en la lectura de los Hechos de los Apóstoles (1,12-14).

El nacimiento de la Iglesia es un acontecimiento sinodal, es decir, un suceso de comunión, que realiza el Espíritu Santo. Y todo lo que proviene de Dios jamás se cierra sobre sí mismo, sino que inmediatamente se abre a la misión. Para ello es necesario estar atento y aprender a escuchar la voz del Espíritu, que se manifiesta en el interior de cada uno, en los hermanos y hermanas de la propia comunidad, y en la Iglesia que es madre y maestra. Donde hay armonía y buena voluntad para escuchar a otros y discernir juntos lo que Dios quiere para el bien de todos, allí hay presencia actuante del Espíritu Santo y dinamismo misionero.

Agradezcamos de corazón que podamos celebrar la fiesta patronal de Nuestra Señora del Rosario, y pongamos una atención especial en cuidar la preciosa herencia de fe que hemos recibido y que está profundamente arraigada en las raíces de nuestra identidad. Retomemos el rezo del Santo Rosario, como lo recomiendan vivamente los papas en los últimos siglos. En esa humilde y sencilla oración, pidamos por nuestra provincia y nuestra patria y por sus gobernantes, supliquemos el don de la fraternidad y la paz. Pero, sobre todo, imploremos la gracia de ser testigos con nuestra vida de aquello que creemos y predicamos. La coherencia de nuestra vida es un don de Dios y se lo suplicamos humildemente a nuestra querida Patrona: ¡Nuestra Señora del Rosario, ruega por nosotros! Amén.

 

†Andrés Stanovnik OFMCap

Arzobispo de Corrientes

 

NOTA: A la derecha de la página, en Archivos, el texto como 22-10-07 Homilía Nuestra Señor Del Rosario, en formato de Word


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