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MONS. JOSÉ ADOLFO LARREGAIN

Homilía de la Ordenación Sacerdotal de Gonzalo Sotelo

Agradecimientos al inicio

Doy gracias a Dios por esta ceremonia tan significativa, tan grande para la Iglesia, la comunidad Redentorista y para esta comunidad de Santa Cecilia: gracias por haberla elegido. Será una celebración inolvidable, que permanecerá en la memoria y recuerdo; también marcara para vos acentos, modos, estilos. Agradezco tu gesto de pedirme que te ordene, hace unos cuantos años nos conocimos por el oeste profundo del conurbano bonaerense.

Saludo al Padre provincial Javier Machado –que no puede estar presente en esta celebración por compromisos en Centroamérica- representado en esta ocasión por el P. Ramón Correa, Consejero de la Región (fue promotor vocacional y el primer redentorista que conoció Gonzalo).

Saludo fraternalmente y doy la bienvenida a la familia Redentorista que nos visita, a los sacerdotes, religiosos, vida consagrada, diáconos, estudiantes, seminaristas. A las comunidades que nos visitan, a la familia (padres, hermanos), amigos… Nos alegra la presencia de ustedes. Agradezco a quienes hacen posible se transmita la celebración. Damos la bienvenida a los que la siguen desde distintos lugares por donde Gonzalo fue haciendo camino y sembrando buena semilla en los corazones.

Los invito a que demos gracias a Dios por este hijo, por este día, por su vocación. Encomendemos el ministerio sacerdotal de Gonzalo a san Alfonso, a san Eduardo, para que intercedan por la fidelidad al carisma recibido. Que la Virgen del Perpetuo Socorro sea consuelo y esperanza especialmente en las dificultades.

 

HOMILIA

2 Cor 4,1-2,5-7; Sal 22; Jn 15,9-17.

Después de una madura reflexión, Gonzalo será ordenado sacerdote en el grado de presbítero. Por la Ordenación sagrada y por la misión que recibe es  promovido para servir a Cristo Maestro, Sacerdote y Rey, de cuyo ministerio participará, por el que la Iglesia se constituye constantemente en este mundo Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo y Templo del Espíritu Santo. Este triple oficio te confiere la función de: ser ministro de la palabra de Dios, anunciador del Evangelio; ministro de los sacramentos y de la Eucaristía de los cuales el sacerdote es dispensador; por último, instrumento de comunión en la comunidad, generando caminos sinodales.

Hoy llegas con el corazón lleno de gozo y autentico deseo de ser un sacerdote entregado al pueblo de Dios y a la Iglesia, tarea que no es fácil, que requiere vigilancia todos los días, renovado compromiso, mirada atenta al Buen Pastor que nos ayuda a no desviarnos del camino, a tener espíritu de servicio generoso y confiado siendo testigo de los sentimientos de Cristo Jesús: «hombre de la misericordia y de la compasión, cercano a su pueblo y servidor de todos, particularmente de los que pasan necesidad». Estas palabras del Documento de Aparecida (198) el Papa Francisco las toma y de manera insistente las repite con frecuencia, como si las quisiera dejar grabadas a fuego en el corazón de cada sacerdote.

«No fueron ustedes los que me eligieron, soy yo quien los elegí y los destiné para que vayan y den fruto»-nos dice el Evangelio que acabamos de proclamar - este ministerio «lo has recibido por pura misericordia» como hemos escuchado en la primera lectura. De ahora en adelante la tarea será de seguir a Cristo perdonando, consolando, amando, escuchando, cargando. «No nos anunciamos a nosotros sino a Jesucristo», nos dice la misma lectura. La cercanía y presencia testimonia el corazón del pastor con olor a oveja, en tu caso con marcado estilo pastoral redentorista: cuánto más fidelidad haya a la identidad carismática mayor será tu fecundidad sacerdotal.

Cuando recemos la oración consecratoria y unja tus manos pediré a Dios que tu Ministerio Sacerdotal esté siempre alineado: cabeza, mirada, corazón y pies. Recuerda que «llevamos un tesoro en vasijas de barro» dice el Apóstol san Pablo, ten presente cada día esa dimensión de fragilidad que en estos tiempos traspasa a todos. Siéntete profundamente amado por Dios: «yo los he amado» nos dice el Señor. Desde esa profunda y misteriosa experiencia nos exhorta a transmitir y construir comprometidamente el amor fraterno exhortándonos a amarnos unos a otros.

Cuando cada sacerdote se acerque a vos y sientas sus manos sobre tu cabeza, abrí tu corazón a la gracia y misericordia de Dios, dejándote llenar y conducir por la acción del Espíritu Santo con confianza. Serás mediador para presentar la ofrenda ante Dios conformando tu vida con el misterio de la cruz del Señor. En tu ser redentorista, tiene profunda significación, la cruz representa la redención. Para san Alfonso fue la devoción al Misterio de la Pasión y la Muerte al misterio de la Encarnación y al misterio de la presencia de Jesús en la Eucaristía y en María, la madre de Jesús.

Que tu corazón sacerdotal esté en Dios, su Palabra, la Eucaristía: «allí donde esté tu tesoro estará tu corazón» (Mt 6,21). El método Alfonsiano de profundo espíritu misionero con la escucha sencilla y humilde de san Gerardo le otorgue perfil propio a tu Ministerio Sacerdotal. Estarás en permanente actitud de salida integrando las alegrías, fiestas, dolores, lágrimas, gritos angustiados, silencios cargados, etc. con tu misma vida.

La Virgen, es la Hodigitria, la que muestra el camino y recuerda por donde siempre tenemos que caminar. Es ella la que con su mano señala a su hijo y al mismo tiempo la cruz, nos hace referencia que solo a él debemos seguir y servir.


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