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MONSEÑOR STANOVNIK

Homilía en la Misa de la 3ª Peregrinación de los Bomberos Correntinos

Itatí, 9 de junio de 2024

Muy queridos peregrinos y devotos de la Virgen, bienvenidos al santuario de nuestra Tierna Madre de Itatí. Damos una especial bienvenida a los bomberos de nuestra provincia, que hoy están realizando su tercera peregrinación para dar gracias a Dios y pedir su protección mediante su Madre y Madre nuestra. Recordamos que la peregrinación de los bomberos correntinos fue con motivo de aquellos voraces incendios donde ellos han tenido una actuación heroica y eficiente.

El agradecimiento que manifiestan hoy los bomberos nos recuerda que todos los que hoy hemos peregrinado hasta los pies de la Virgen, llevamos en nuestro corazón algo para agradecer y también algo para pedir. El agradecimiento siempre precede a la súplica, porque al agradecer caemos en la cuenta de que nuestra vida es un don, y para el creyente la vida es un don de Dios. Por eso también nos animamos a pedir, porque reconocemos que a quien le estamos dirigiendo nuestra súplica es magnánimo, generoso, infinitamente bueno para darnos mucho más de lo que pedimos, sobre todo, nos da aquello que realmente necesitamos para vivir mejor, aun cuando a veces no conseguimos lo que pedimos. Pero Dios sabe aquello que hoy necesitamos y lo que más nos conviene.

Vayamos ahora a la Palabra de Dios que acabamos de proclamar. La primera lectura, del libro del Génesis (cf. 3,9-15), describe en forma de parábola lo que le sucede al ser humano cuando se pone en el lugar de Dios y pretende hacerse dueño absoluto de todo y de todos. Esto nos sucede siempre cuando dejamos de dialogar y buscamos solo el propio interés, sea en la vida de pareja, en la familia, en la comunidad, o en la convivencia social y política. La vida común se derrumba cuando se cierra sobre sí misma y no está abierta a otros y a Dios. Se olvida que la vida es un regalo de Dios y se pretende manipularla para provecho propio. Así desaparece del corazón la gratitud y ese lugar vacío lo llenan la soberbia y el afán de dominio. Ante ese fracaso, se buscan culpables y el culpable es siempre el otro, tal como lo hemos escuchado tan sabiamente en el texto sagrado.

En el Evangelio de hoy (cf. Mc 3,20-35) vemos a Jesús discutiendo con los profesionales de la religión de aquella época, porque lo acusaban de estar delirando con su prédica y que estaba poseído por el demonio. Con esas acusaciones, los profesionales de la religión pretendían culpabilizar a Jesús de la incapacidad que ellos mismos tenían de iluminar y guiar a su pueblo. El texto concluye con un mensaje simple y profundo que nos ayuda a comprender por dónde va el camino hacia una verdadera humanización, tal como Dios la entiende y desea para nuestra felicidad. Escuchemos cómo la presentó Jesús, cuando le dijeron que lo estaban esperando sus parientes: Jesús, mirando a los que estaban sentados a su alrededor, dijo: “Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre”.

Para concluir, podemos ahora preguntarnos cuál es la voluntad de Dios para mi vida; qué quiere de mí; cuáles son sus sueños para mi familia, para mi comunidad, para mi patria. De acuerdo con lo que Jesús nos dijo, Dios nos piensa y siente como hijos suyos, por consiguiente, su voluntad no es otra, sino que nos reconozcamos hermanos entre todos, que cultivemos lazos de amistad, que construyamos puentes para el diálogo, el intercambio respetuoso y abierto con todos, sin excluir ni discriminar. La guerra, a cualquier escala: interpersonal o entre pueblos, es una degradación de la condición humana, no pertenece al mundo de los seres humanos, sino a un tenebroso submundo, el mismo que provocaron Adán y Eva al pretender apoderarse de todo, o aquellos profesionales de la religión que pretendían poseer toda la verdad y condenar a todo el que no pensara como ellos.

Nosotros estamos aquí porque queremos hacer la voluntad de Dios y hoy se lo pedimos a la Virgen, nuestra Madre. Nos sentimos profundamente agradecidos por el don de la fe y de la vida, porque nos sentimos amados y protegidos por Dios, sus hijos e hijas muy queridos. Por eso, también nos animamos a suplicar, por intercesión de nuestra Tierna Madre de Itatí, primero que nos enseñe y acompañe en el camino hacia un encuentro cada vez más personal con su Divino Hijo Jesús; y luego, le pedimos la gracia de ser cada vez más cercanos y solidarios con los que tanto sufren, y constructores incansables de fraternidad y de paz. Les deseo de corazón que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo los bendiga siempre y nos ilumine y sostenga para que siempre hagamos su voluntad. Que así sea.

Andrés Stanovnik OFMCap

Arzobispo de Corrientes

 

NOTA: A la derecha de la página, en Archivos, el texto como 24-06-09 Homilía Tercera Peregrinación Bomeros-Itatí, en formato de Word.


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