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MONSEÑOR STANOVNIK

Homilía en la fiesta de los santos Joaquín y Ana, padres de la Virgen María

Corrientes, 26 de julio de 2024

La lógica del amor de Dios no es igual a la que estamos acostumbrados los hombres. Habitualmente preferimos apostar a la lógica de los resultados inmediatos. Así actuamos con los bienes materiales, por ejemplo. Creemos que nos aseguran la vida y nos aferramos a ellos, o a la fama, al poder, al éxito, a las apariencias. Somos contradictorios, porque sabemos que eso no nos sirve de nada, sin embargo, lo practicamos. Al final hacemos un mal negocio, porque una enfermedad, una desgracia familiar y, por último, la muerte, pone al desnudo esas falsas seguridades y coloca sobre el tapete la verdad de las palabras de Jesús: ¿para quién será lo que has amontonado?

Tanto en el Evangelio de hoy (Mt 13,16-17), como en la primera lectura (Eclo 44,1.9-15), escuchamos el elogio de los hombres de bien cuya memoria perdura a través de los siglos. Son los que descubrieron la verdadera sabiduría que proviene de Dios y que está inspirada por el Espíritu Santo. El Evangelio que escuchamos es brevísimo, apenas dos versículos, pero sustanciales que introducen luego una serie de parábolas, a través de las cuales Jesús enseña la verdadera sabiduría de la vida. Por eso Jesús se dirige a sus discípulos y exclama: “Felices, en cambio, los ojos de ustedes, porque ven, felices sus oídos porque oyen”. Los santos y santas son aquellas personas que abrieron su mente y su corazón a la sabiduría de Dios, y esa sabiduría tiene un nombre y es Jesús.

La fiesta patronal nos pone delante de nosotros todos los años la vida de Santa Ana, quien junto a San Joaquín fueron padres de la Virgen María y abuelos de Jesús. Los nombres que llevan los abuelos de Jesús son muy significativos: Joaquín quiere decir “Dios fortalece” y Ana se puede traducir por “misericordiosa” y también por “llena de gracia”. Al pensar en ellos, en su hija María y en su nieto Jesús, descubrimos que lógica de Dios no coincide con la nuestra. Todos ellos no fueron personas que buscaron hacerse notar, no se preocuparon para que la gente los viera y aplaudiera, y no se acercaron a los centros del poder y de la fama. Al contrario, su presencia pasó casi inadvertida, aún la de Jesús, que murió en la cruz abandonado por casi todos. Pero todos optaron por amar al modo en que Dios ama: hasta el extremo dando su vida para que otros la tengan.

Si miramos bien, nos vamos a dar cuenta que la sabiduría de Dios sigue la dinámica del grano de trigo, que, si cae en tierra y muere, da mucho fruto. A la vista humana, el grano se destruye, sin embargo, sólo si entrega su vida se multiplica, podríamos decir, milagrosamente. Esa es la dinámica del amor de Dios, que vivieron los santos Joaquín y Ana. Contemplándolos hoy, también nosotros quisiéramos entrar en ese maravilloso misterio del amor y del servicio, morir a nosotros mismos y vivir para Dios y para los otros.

En cambio, cuando el ser humano se aparta de Dios, se hunde en sus mezquinos y oscuros intereses. No hay nada que lo detenga, pierde el norte de su vida y es capaz de cualquier aberración, como es la sustracción y desaparición de un niño. Seguimos rezando para que Loan aparezca con vida y vuelva a estar con su familia y sus amigos; pero también pedimos la poderosa intercesión de nuestro Santo Patrono para que los responsables de encontrarlo cumplan con su tarea. Que esta oración sea un compromiso cotidiano como una colaboración insustituible para que seamos una comunidad en la que todos nos sintamos cuidados, especialmente los más desprotegidos y vulnerables, como son los niños.

Nuestra Santa Patrona Ana, junto a su esposo San Joaquín nos hablan del valor y de la misión insustituible que tienen los abuelos en la familia y las personas mayores y ancianas en la sociedad. Ellos son la memoria y la sabiduría para que las nuevas generaciones escuchen una palabra de experiencia y de orientación para sus vidas. Si no lo hacen ellos, ¿quiénes lo van a hacer? El vacío que ellos dejan con su silencio lo llenan los mercaderes que lucran con propuestas fáciles y seductoras, como son la droga; el sexo sin responsabilidad; la diversión sin control; la pornografía y el juego de azar en la palma de la mano; y el dinero sin trabajo. Hoy hay que estar muy atento para no quedar atrapado y sin salida en cualquiera de esas engañosas propuestas.

Pidamos a Santa Ana que nos libre de los peligros que nos encierran en nosotros mismos y nos hacen insensibles a las necesidades de nuestros semejantes. Comprometámonos en ser alegres misioneros del perdón y de la misericordia de Dios, empezando por sanar los vínculos en el seno de nuestras familias, entre los esposos, de los padres con sus hijos y de estos con sus padres, hoy de un modo especial con los abuelos. Que esta fiesta sea una ocasión para una profunda renovación espiritual y una ocasión para agradecer a Dios el maravilloso don de la fe, la esperanza y el amor. Amén.

 

 

NOTA:  A la derecha de la página, en Archivos, el texto como 24-07-26 Homilía Santa Ana, en formato de Word.


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