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MONSEÑOR STANOVNIK

Homilía en la festividad de San Pantaleón

Corrientes, 27 de julio de 2024

Hoy celebramos con mucha alegría y devoción la fiesta en honor de San Pantaleón, Patrono y protector de esta querida comunidad parroquial. Recordemos que los santos son poderosos, sobre todo, por dos motivos, primero porque con su ejemplo de vida, que se distingue por la caridad hacia los necesitados, nos estimulan a ser mejores personas. Y una persona mejora su vida cuando abre su corazón a Dios y deja que el Espíritu Santo actúe en él transformándolo en una persona buena y siempre dispuesta a dar una mano al que lo necesita. Eso es ser un buen cristiano. En segundo lugar, porque San Pantaleón, como amigo de Dios está cerca de él, intercede por nosotros para ayudarnos en nuestras necesidades, sobre todo cuando se trata de la salud. Nuestro Santo es venerado como un mártir y santo patrón de los médicos y de los enfermos.

Antes de ver otros aspectos de la vida de San Pantaleón, pongamos atención en la Palabra de Dios que hemos proclamado y que nos ayuda a entender mejor la vida de nuestro patrono. En la primera lectura (cf. 2Cor 5,14-20), san Pablo nos exhorta diciendo: “La caridad de Cristo nos urge”. Se trata de una urgencia que no admite postergación. Cuanto más la postergamos, peor nos va, porque Dios quiere que nos sintamos bien y que nos vaya cada día mejor. Por eso nos insiste que nos dejemos llevar por él, por su amor que nos reconcilia con Dios y con nuestros hermanos, por eso dejemos que la urgencia de la caridad actúe en nosotros sin dilaciones, mediante nuestra generosa colaboración.

Por su parte, el pasaje del Evangelio (cf. Jn 17,20-26), que acabamos de escuchar, nos presenta a Jesús durante la Última Cena, en la que ora intensamente a Dios, su Padre, por todos, por los apóstoles y por todo el mundo. ¿Qué suplica Jesús en esa oración, llamada Oración Sacerdotal? Nada menos que la unidad: “Que todos sean uno, como tú Padre en mí y yo en ti”. El compromiso del devoto de San Pantaleón es, entonces, ante todo ser instrumento de unidad, empezando en la propia familia, con sus vecinos, en el trabajo y en la función pública. Allí es donde la caridad de Cristo nos urge y para ello no se justifica ninguna postergación.

Vayamos a nuestro santo. Pantaleón significa “el que se compadece de todos”. ¿Cómo puede una persona compadecerse de todos? Es decir, ponerse en el lugar del otro, sentir con el otro, escucharlo, comprenderlo, no juzgarlo, menos aún hablar mal de él. Hay que estar muy cerca de Dios para eso. Y San Pantaleón se dejó transformar por esa cercanía y así pudo ser un canal de amor y de compasión por todos. La amistad con Jesús, el deseo de estar con él nos hace buenos y nos lleva a compartir con todos y no discriminar a nadie, no dejar a nadie afuera. En esto consiste el poder del amor que descubrió nuestro santo, fiel discípulo de Jesucristo y gran misionero de su amor.

San Pantaleón fue un gran médico del siglo IV, que curó a muchos enfermos en el cuerpo y en el alma. Utilizó la ciencia médica para aliviar y sanar los cuerpos. Pero como era un médico cristiano, mientras la medicina le servía para curar el cuerpo, la fe le ayudaba para sanar el alma de sus enfermos. Curó a muchos y al mismo tiempo los hizo amigos de Jesús.

El amplio conocimiento que él tenía de la medicina no lo apartó de la fe. Él sabía que la fe no anula la razón, al contrario, la razón cuando está iluminada por la fe, se abre a un conocimiento más profundo de Dios, de las personas y actúa siempre a favor de la vida. Cuando la inteligencia se abre a la verdad, busca el mayor bien de las personas y de la naturaleza. En cambio, cuando la inteligencia se cierra sobre sí misma y se cree todopoderosa, va en contra de Dios, de las personas y de la creación.

Cuando el ser humano se aparta de Dios, se hunde en sus mezquinos y oscuros intereses. No hay nada que lo detenga, pierde el norte de su vida y es capaz de cualquier aberración, como es la sustracción y desaparición de un niño. Seguimos rezando para que Loan aparezca con vida y vuelva a estar con su familia y sus amigos; pero también pedimos la poderosa intercesión de nuestro Santo Patrono para que los responsables de encontrarlo cumplan con su tarea. Que esta oración sea un compromiso cotidiano como una colaboración insustituible para que seamos una comunidad en la que todos nos sintamos cuidados, especialmente los más desprotegidos y vulnerables, como son los niños.

Como misioneros, miramos a San Pantaleón, y lo vemos un hombre feliz, abrazado a la cruz de Jesús y descubriendo en ese abrazo que sólo el amor de Dios cura el corazón del hombre y lo abre, lleno de caridad, hacia los otros. También nosotros, si somos buenos discípulos de Jesús, si nos esforzamos por conocerlo, amarlo e imitarlo, vamos a sentir la misma felicidad que sintió San Pantaleón. Y como él, impulsados por el amor a Jesús y bajo el amparo de nuestra Madre de Itatí, lo multiplicaremos en gestos de amor y servicio a todos nuestros hermanos. Así sea.

 

 

NOTA: A  la derecah de la página, en Archivos, el texto como 24-07-27 Homilía San Pantaleón, en formato de Word.


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