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BUENOS AIRES, 17 DE NOVIEMBRE DE 2019

Saludo en la Jornada Mundial de los Pobres y el arribo de la imagen de la Virgen de Fátima a la Arquidiócesis

Siento no poder estar con ustedes personalmente en la Jornada Mundial de los Pobre y en el momento en que nos visita la imagen de la Virgen de Fátima. Me uno de corazón a toda la feligresía correntina y me dispongo a peregrinar espiritualmente con todos ustedes durante estos días de gracia y misericordia.

La visita de la imagen de la Virgen de Fátima a nuestra Iglesia particular es gracia y misericordia, es un tiempo para rezar, pensar y abrir el corazón a la gracia y la misericordia que vienen a nosotros por medio de esta visita. Así lo sugiere la primera parte del lema que inspira la oración, la reflexión y la conversión que suplicamos durante estos días para cada uno de nosotros y para todo nuestro pueblo: Tiempo de Gracia y Misericordia.

La segunda parte del lema es una consecuencia necesaria del tiempo de gracia y misericordia. Quien experimenta profundamente en su corazón la gracia y la misericordia que brotan del amor misericordioso de Dios, lo primero que le nace es dar gracias. No le alcanzan las palabras ni el tiempo para agradecer tanta gracia y tanta misericordia. Por eso, la segunda parte del lema dice: Dar gracias por peregrinar en Iglesia. ¡Fíjense lo que estamos agradeciendo! Agradecemos nada menos que la bendecida ocasión que se nos brinda por peregrinar en Iglesia. Por otra parte, solamente en comunidad y no aisladamente es posible vivir la gracia y la misericordia.

En la comunidad, en Iglesia, experimentamos el amor misericordioso de Dios. Es así, porque Dios es Amor, es familia, es comunidad, es Iglesia, Cuerpo de Cristo, Pueblo de Dios peregrino. Nada tiene que ver con la verdad del Dios cristiano esa idea de un ser supremo, solitario, distante y alejado de la vida cotidiana de los hombres. Por eso, lejos está cualquier propuesta espiritual que busque separarse de la comunidad, o crearse un espacio para sí mismo, o vivir la fe solo como uno la siente. Son todos engaños que nos alejan de Dios, de su gracia y de su misericordia.

Santa María, bajo cualquiera de las advocaciones que la veneramos, es la señal más clara y patente de la cercanía de Dios a nuestra realidad humana. Dios está mucho más cerca de nosotros de lo que nos imaginamos: se hizo uno de nosotros, gracias a la apertura, docilidad y fidelidad de María. Ella, Madre de Dios y de los hombres, tiernísima por el afecto que le sentimos nosotros, nos reúne como pueblo de hijos en su Hijo, como familia de peregrinos, sin excluir a nadie y con una preferencia maternal por sus hijos más débiles y más necesitados.

Una comunidad dividida, inevitablemente descuida a sus pobres, porque extravió el sentido de familia donde es prioritario el cuidado de todos sus hijos. Eso es lo que nos sucede a hace años: polarizados, enfrentados y divididos, malgastamos las energías en defendernos y atacar a los de la otra parte, quienes, a su vez, hacen lo mismo. Esto sucede en cualquier comunidad humana sea religiosa o civil, sean dos en una pareja, o más en una familia, o estén asociados en algún colectivo humano. La división y el enfrentamiento son engañosos y mortales. Por eso, es realmente providencial que la visita de la imagen de la Virgen de Fátima a nuestra comunidad eclesial coincida con la Jornada Mundial de los Pobres.

Esta Jornada Mundial está íntimamente relacionada con la prioridad de los lugares que sugiere el papa Francisco para la visita de la imagen peregrina de la Virgen de Fátima: las periferias, cárceles, hospitales, etc. Por eso, la primera visita que realiza la imagen de la Virgen de Fátima es al Servicio Penitenciario de la Unidad N. 1; y para concluir su llegada, lo hace en el santuario de la Cruz de los Milagros, que nos vincula directamente con la cruz fundacional, que dio origen a nuestro pueblo.

Es cierto que la presencia de María, tierna Madre de Dios y de los hombres, actúa por sí misma en los corazones de las personas que la reciben a través de su imagen. Pero, no quiere ir a visitarlos sin que nosotros la acompañemos. Ella desea ser peregrina con nosotros y por medio de nuestro testimonio hacer que otros muchos se sientan parte de este pueblo peregrino, sobre todo aquellos que están más alejados y privados de los bienes elementales para llevar una vida digna. ¡Qué honor poder acompañar la visita de la imagen de la Virgen de Fátima! ¡Cuánta gracia y misericordia llegará a nosotros por medio de esta visita! Pero, mucho mayor es la responsabilidad que asumimos al acercarnos con ella a aquellas personas que, por diferentes causas, se encuentran en un lugar marginado de la sociedad.

Un saludo especial a la comunidad parroquial y al párroco de San Roque González y compañeros mártires, por haber integrado a su fiesta patronal el homenaje de la llegada de la imagen de la Virgen de Fátima, y estar presentes aquí con la imagen de su Santo Patrono. A todos ustedes, queridos peregrinos y devotos de María, les imparto la bendición del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, con el enorme deseo de verlos pronto.

 

†Andrés Stanovnik OFMCap

Arzobispo de Corrientes