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MONS. ANDRES STANOVNIK

Homilía en la festividad de Nuestra Señora de Itatí, en la ciudad

Corrientes, ciudad, 9 de julio de 2021

Hoy celebramos una de las fiestas más antiguas, más arraigada y más hondamente metida en el alma correntina: La Pura y Limpia Concepción de Nuestra Señora de Itatí, patrona de nuestra arquidiócesis y de tantas otras comunidades del Nordeste Argentino y del país. La devoción universal a la Virgen Madre de Dios, encontró su lugar a orillas del Paraná aquí y se vistió del color de su pueblo y de su paisaje: es la Morenita de Itatí, la Tiernísima Madre de Dios y de los hombres.

Esta fiesta litúrgica de nuestra Madre coincide con la conmemoración del Día de la Independencia, motivo por el cual nos uniremos a todo el pueblo argentino, ante todo para dar gracias a Dios por nuestra soberanía y, al mismo tiempo, suplicar la intercesión de la Virgen para que aprendamos a ejercer la libertad en bien de todos, especialmente de los más pobres que siempre quedan al margen del bien común.

Entre los motivos que tenemos hoy para colocar en las manos bondadosas de María de Itatí, es la salud del papa Francisco, pidiendo que se recupere pronto y regrese a su misión, fortalecido por el paso de la enfermedad. Recordamos también a los que sufren las consecuencias de la pandemia, a sus familiares y a tantos que diariamente se arriesgan para acompañar, curar y suministrar servicios, aliviando y socorriendo a los afectados por este mal. Y, dado que estamos en un año electoral, supliquemos la gracia de transitar este período en paz y con la dignidad que exige una normal contienda entre los candidatos.

Asumamos la herencia que nos dejaron los hombres y mujeres que forjaron nuestra independencia. La independencia no es para separarnos de los demás, sino para que esa libertad y soberanía que hemos alcanzado nos vincule de un modo más fraterno y solidario con los demás. Así debe suceder también con el camino madurativo personal: madura es la persona que crece en libertad para entregarse al servicio de los otros. Dios nos ha creado a su imagen y esta resplandece en aquellas personas, grupos y pueblos que se abren a todos, son capaces de acoger sin discriminar, y generosamente comparten lo que son y lo que tienen.

Este año, la festividad de la Virgen está unida a San José por el año especial que le estamos dedicando a esa figura extraordinaria, para destacar unos rasgos muy bellos de ese varón justo, que fue su esposo y padre adoptivo de Jesús, padre amado, padre en la ternura, padre en la obediencia, padre en la acogida y otros títulos que lo engrandecen y se convierten en propuestas luminosas para vivir nuestra vida cotidiana, y también para edificar la comunidad cristiana y colaborar en la construcción de nuestra convivencia ciudadana.

La Sagrada Escritura es muy sobria respecto de la información que nos brinda sobre San José. En cambio, hay mucha literatura que no forma parte de la Biblia, que da cuenta de innumerables anécdotas y milagros que habrían realizado el padre carpintero y su hijo aprendiz en el taller. Pero la Palabra de Dios nos ofrece solo lo que realmente importa saber sobre este hombre, bajo cuya protección fue puesta la Iglesia católica. Vayamos, entonces, a las lecturas bíblicas que acabamos de escuchar.

San Pablo, en la carta a los Gálatas nos anuncia lo esencial del mensaje cristiano: Dios envió a su Hijo, nacido de Mujer, para que nos rescatara de la esclavitud del pecado para poder exclamar, movidos por el Espíritu de Jesús, que Dios es nuestro Padre y decirle con toda ternura que Él es realmente nuestro Papá (cf. 4,5-8). Y, a continuación, el Evangelio nos describe cómo actúa José, respondiendo a lo que Dios le pide en diversos y difíciles momentos de su vida.

Tal como lo escuchamos en el Evangelio de San Mateo, José recibe tres mandatos en sus respectivos sueños y los cumple inmediatamente. Detengámonos un momento en los sueños. Todos soñamos. Dios se puede valer de cualquier situación humana para comunicar su mensaje. Es muy interesante conocer el origen de las palabras, porque así se comprende mejor su significado. Por eso, detengamos un momento en la palabra sueño.

En hebreo y el arameo, que eran probablemente las lenguas que hablaban san José y la Virgen María, la palabra sueño estaba emparentada con términos como ventana, libertad, cantar, aleluya. Esto nos lleva a pensar que aquello percibido en sueños era un mensaje para escapar de un lugar cerrado (ventana), liberarse de algo que oprime, por consiguiente, sentir deseos de cantar y de alegrarse. Entonces se comprende mejor que José haya sentido una liberación muy grande al obedecer los mandatos del ángel en esos tres sueños, que nos relata la Palabra de Dios.

El papa Francisco, en su hermosa y profunda carta con ocasión del Año de San José, sobre la que ustedes reflexionaron en esta novena, dice que “así como Dios hizo con María cuando le manifestó su plan de salvación, también a José le reveló sus designios y lo hizo a través de sueños que, en la Biblia, como en todos los pueblos antiguos, eran considerados uno de los medios por los que Dios manifestaba su voluntad”. San José sintió, mediante sueños, mensajes liberadores que le ayudaron a salir de situaciones difíciles, como por ejemplo, pudo “saltar por la ventana” y escapar de la muerte y así salvarse él y su familia. José no dudó en obedecer cuando en sueños el ángel le ordenó que huyera a Egipto: él “se levantó tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto, donde estuvo hasta la muerte de Herodes” (Mt 2,14-15). Luego, cuando cesaran las amenazas, de nuevo el ángel le ordenó en sueños que regresara a su tierra y José obedeció sin vacilar: «Se levantó, tomó al niño y a su madre y entró en la tierra de Israel» (Mt 2,21). Y, finalmente, durante el viaje de regreso fue advertido de otro peligro, y José se retiró a otra región, a un pueblo llamado Nazaret (cf. Mt 2,22-23).

Tal vez nos resulte algo lejano e inalcanzable imaginar que la obediencia de San José pueda iluminar nuestra realidad cotidiana y quizá menos aún la convivencia social y la vida política de un pueblo. También el papa Francisco confiesa en la mencionada Carta que “de una lectura superficial de estos relatos se tiene siempre la impresión de que el mundo esté a merced de los fuertes y de los poderosos, pero la “buena noticia” del Evangelio consiste en mostrar cómo, a pesar de la arrogancia y la violencia de los gobernantes terrenales, Dios siempre encuentra un camino para cumplir su plan de salvación (…)  Si a veces pareciera que Dios no nos ayuda, no significa que nos haya abandonado, sino que confía en nosotros, en lo que podemos planear, inventar, encontrar”. Por eso, “tengamos la misma valentía creativa del carpintero de Nazaret, que sabía transformar un problema en una oportunidad, anteponiendo siempre la confianza en la Providencia”.

No dejemos de soñar que es posible un mundo mejor a pesar de las dificultades que encontramos en el camino. Levantemos la mirada y confiemos en la poderosa intercesión de nuestra Tierna Madre de Itatí; renovemos nuestro compromiso de dar una mano al que lo necesita y de estar dispuestos siempre a escuchar y a empezar de nuevo. “Oh, bienaventurado José, concédenos gracia, misericordia y valentía, y defiéndenos de todo mal. Amén”.

Andrés Stanovnik OFMCap

Arzobispo de Corrientes

 

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