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MONS. ANDRES STANOVNIK

Homilía en el Inicio de Ministerio Parroquial del Pbro. Javier A. Romero

Corrientes, Iglesia de La Merced, XXVIII Domingo B, 9 de octubre de 2021

La Palabra de Dios es viva y eficaz, ella penetra hasta la raíz del alma y del espíritu, escuchamos en la lectura de la carta a los Hebreos (cf. 4,12-13). Los creyentes en Jesús, como es esta comunidad parroquial, viven de esa palabra porque sabe que de ella le vienen todos los bienes, como nos asegura el libro de la Sabiduría (cf. 7,7-11), que escuchamos en la primera lectura. Luego, en el Evangelio (cf. Mc 10,17-39), Jesús invita a ese hombre que corrió hacia él, deseoso de saber cómo se adquiere esa sabiduría que contiene vida eterna, a despojarse de los bienes efímeros y abrazar el tesoro que Él le ofrecía. Ese hombre no se animó a soltar todo para quedarse solo con Jesús, porque estaba apegado a muchas cosas y ardía por ellas.

Jesús es la sabiduría que todo bautizado prefiere a cualquier otra riqueza, porque nada en la vida se le puede comparar. El corazón del creyente en Jesús se aflige viendo partir a ese hombre, porque sabe, por experiencia propia, que se perdió lo mejor que le podía haber pasado en la vida: encontrarse con Jesús, desear conocerlo cada vez más, seguirlo en la comunidad de los creyentes, y anunciarlo con valentía y creatividad a todos. Como decíamos al inicio, la Palabra de Dios es viva y eficaz, y hoy es proclamada para nosotros, comunidad parroquial que está bajo la hermosa advocación de Nuestra Señora de La Merced. Merced quiere decir, gracia, por eso a ella, Llena de Gracia, le pedimos que nos acompañe al encuentro de la Palabra de Dios, y a ponerla en el centro de nuestra vida, precisamente hoy cuando nos encontramos ante la invitación de recibir al P. Javier como nuevo párroco y, a él que llega, a recibir a su nueva comunidad parroquial.

La Iglesia ha confiado los inicios de esta comunidad a los frailes mercedarios y de allí nos viene la advocación de Nuestra Señora de La Merced. Luego de que estos frailes dejaran la atención pastoral de esta comunidad a mediados del siglo XIX, la Iglesia encomendó a los frailes franciscanos la misión de esta parroquia en el año 1856. Desde más de un siglo y medio, estos hermanos atendieron ininterrumpidamente la comunidad parroquial y santuario de La Merced. Hoy, nuestros hermanos franciscanos concentran su presencia y su misión pastoral en la parroquia San Francisco Solano, dando lugar a que la Iglesia arquidiocesana de Corrientes asuma la atención pastoral de esta parroquia y santuario mediante un sacerdote de su propio clero, el cual estará acompañado por un diácono en camino a ser ordenado sacerdote.

Permítanme una palabra sobre este cambio histórico. Como toda novedad, también esta trae consigo algo de desconcierto y malestar, por una parte, y por otra, no poca expectativa y cierta ansiedad. Como la pandemia, que nos ha tomado por sorpresa y desestabilizado nuestra normalidad. Sabemos que la crisis es parte inseparable de la vida desde que nacemos hasta que morimos. Lo primero que refleja una crisis es un proceso de disolución. Algo venía muy bien y de pronto entra en crisis. Todo parecía seguro y ahora está bajo la amenaza de venirse abajo. La crisis representa un peligro y una oportunidad. El hombre del Evangelio de hoy que se presentó ante Jesús entró en crisis: de pronto peligraba la pérdida de todos sus bienes, una normalidad que había construido con mucho esfuerzo y ahora, ante la propuesta de Jesús, se desmoronaba de golpe. La parroquia, que estaba muy bien atendida y en la que funcionaban instituciones que se habían consolidado con el paso de los años, de pronto se pueden sentir desprotegidas y como a la intemperie. Sin embargo, el momento de adversidad se convierte en oportunidad para ser mejores, y en todo caso, para volver a descubrir lo esencial y desechar las adherencias que tapan la transparencia de nuestra vocación como discípulos misioneros. Lo esencial es seguir a Jesús y a ningún otro; y ser de él y no de tal o cual dirigente; y así, con los ojos de Jesús y con su corazón, insertarse todos los días en esta comunidad cristiana a la que pertenezco, con estos hermanos y hermanas, con este sacerdote que acompaña y preside mi parroquia.

Junto con el párroco, la comunidad cristiana está llamada a mostrar el rostro de una comunidad evangelizadora y misionera, mediante una conversión pastoral, que impulse cada vez más el anuncio de Jesucristo y la invitación al encuentro con Él, que es el único que puede dar fuerza, luz y consuelo al corazón humano. Este santuario mariano es un enorme desafío misionero para esta comunidad parroquial, que ha de profundizar su capacidad de acogida, el ofrecimiento del sacramento de la reconciliación y el servicio a los pobres. En particular, los sacerdotes, los diáconos y las personas consagradas son quienes deben mostrar compasión por la “carne herida” de los hermanos, visitándolos en la enfermedad y abriendo las puertas a todos cuantos pasan alguna necesidad. Y así, con la mirada puesta en los últimos, la comunidad parroquial evangeliza y se deja evangelizar por los pobres.

Es providencial que el inicio del ministerio parroquial del P. Javier se realice en vísperas de la preparación del Sínodo sobre el tema: "Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión". El Santo Padre, mediante este sínodo, propone que profundicemos en una Iglesia que se caracterice por el “caminar juntos”, todos: fieles laicos, personas consagradas, diáconos y sacerdotes. Una dimensión concreta de la comunión, que surge de la identidad que tiene esta comunidad parroquial, distinguida por el carisma de San Francisco, consistirá en cuidar, acompañar y promover ese carisma que configura la vocación y misión de esta comunidad parroquial. La comunidad que recibe al nuevo párroco tiene su identidad y su historia, que la convierte, en cierto modo, en su “maestra”, a la que tendrá que conocer y también darse a conocer. Para ello, son indispensables los consejos de pastoral y asuntos económicos, los cuales, junto con el párroco, animan corresponsablemente la vida y misión de la comunidad.  A partir de este encuentro, la comunidad, el P. Javier y el diácono Horacio, tendrán la evangélica tarea de caminar juntos, escucharse y valorarse, para convertirse cada vez más en una comunidad discipular y misionera.

Mientras damos gracias a Dios, Sumo Bien y Bien Total, nos encomendamos a Nuestra Señora de la Merced, suplicándole que proteja a los hermanos y hermanas franciscanos y los bendiga con nuevos y entusiastas seguidores de San Francisco; y a esta comunidad parroquial con su nuevo párroco, los acompañe a caminar juntos, los cuide de todos los peligros y los impulse cada vez más a ser alegres discípulos de Jesús y audaces misioneros de su Evangelio. Amén.

†Andrés Stanovnik OFMCap

Arzobispo de Corrientes