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MONS. ANDRES STANOVNIK

Homilía en la Misa del XXVI Encuentro del Pueblo de Dios

Corrientes, 10 de octubre de 2022

Después de haber caminado esta jornada acompañados por Jesús, y compartiendo con Él y entre nosotros sobre cómo estamos parados delante de la propuesta, que nos viene haciendo la Iglesia sobre la sinodalidad, es decir, sobre cómo venimos caminando juntos y cómo deberíamos hacerlo mejor, nos hemos preguntado, ante todo, qué experiencia tenemos de escucharnos unos a otros y, en particular, cómo nos escuchamos con los jóvenes.

Y ahora, al finalizar nuestro XXVI Encuentro del Pueblo de Dios, Jesús mismo nos convoca a sentarnos alrededor de la Mesa del Altar para escuchar su Palabra y participar del Banquete Eucarístico. ¡Qué providencial es la Palabra que acabamos de oír en el Evangelio! Esos dos discípulos, conocidos como los discípulos de Emaús, representan la decepción y la tristeza de muchos y de todos los tiempos. Ellos no esperaban un fracaso tan contundente del líder que los había entusiasmado con un programa de liberación con el que venían soñando muchas generaciones.

Los dos discípulos regresaban a su casa tristes y apesadumbrados. Jesús se acerca a ellos y camina con ellos. No les reprocha el estado de ánimo que tenían ni el camino contrario que habían tomado. Los acompaña y se interesa por lo que sienten y hablan entre ellos. Jesús escucha y mientras escucha camina con ellos. También de parte de los dos discípulos hay cierta apertura, porque le confían a Jesús su profunda desazón por los acontecimientos que sucedieron en Jerusalén. Jesús está con ellos, pero ellos no lo reconocen.

Nosotros estamos aquí, porque confiamos en Jesús. Sin embargo, cuántas veces nos embarga la desilusión de lo que sucede en mi comunidad, o en la Iglesia, o con tal sacerdote; cada uno puede identificar sus propias desilusiones y tristezas. Con todo, estamos aquí para decirle a Jesús, como los discípulos de Emaús, lo que nos duele. Sabemos que Él nos escucha pacientemente y camina con nosotros. El gran desafío es reconocerlo en medio de las alegrías y tristezas del camino que venimos haciendo. Por eso, le queremos recordar, haciendo nuestra la síntesis argentina, sobre lo que habíamos trabajado en el período de preparación del Sínodo.

En esa síntesis aparecen los temas más importantes que nos preocupan y son estos: la escucha, el diálogo y la inclusión. Enseguida aparece el clericalismo, un tema que amerita estudio, conversión y cambio en la cultura eclesial. Un tercer asunto fuerte, es el protagonismo de las mujeres en la Iglesia: se trata de una cuestión de justicia y es también un reclamo fuerte en las comunidades. Un cuarto tema es el de las celebraciones, se ansía que sean más festivas, significativas e inculturadas. Un quinto tópico es el de la formación de los laicos y de los ministros ordenados. En sexto lugar, está la cuestión de los jóvenes; las comunidades experimentan que no sabemos recibirlos o bien que los jóvenes no se acercan porque no perciben la acogida que esperan. Finalmente se consigna el tema de espiritualidad sinodal, entendida como el espíritu que nos anima a renovarnos y hacer los cambios necesarios para vivir una Iglesia más parecida a la propuesta de Jesús.

A su vez, en la síntesis que enviamos de la reflexión de nuestra comunidad arquidiocesana, entre muchos temas, aparece reiteradamente el tema de los jóvenes y su inclusión dentro de las parroquias, no sólo en la apertura en primeras instancias sino al momento de la toma de decisiones. Los jóvenes son a quienes más recurrentemente se menciona como dejados al costado del camino. Por otro lado, se rescata la idea de que los jóvenes comprenden y abrazan más naturalmente el sentido de una Iglesia Sinodal. Aprecian mucho ser consultados y tienen generalmente una actitud más abierta y bien predispuesta.

Con todo esto, junto con los discípulos de Emaús, le decimos a Jesús que no se vaya, que se quede con nosotros, porque lo necesitamos. Él sabe que el camino sinodal es un camino lento y muchas veces se nos hace difícil. Sin embargo, queremos renovar nuestra confianza en Él, como lo hizo la Madre de Jesús. Con ella, nuestra Tierna Madre de Itatí, queremos ir más hondo en algunos temas. No queremos que la reflexión que hicimos sobre el caminar juntos quede en los papeles y vaya al archivo.

Por eso, hoy los convoco y animo a una próxima Asamblea Diocesana, para discernir cuáles son las áreas pastorales prioritarias sobre las que necesitamos profundizar más nuestro “caminar juntos”, y qué orientaciones concretas deberíamos establecer para hacer realidad una mayor comunión, participación y misión de toda la Iglesia arquidiocesana. Para ello, así como lo hemos realizado hace ocho años con la “Iniciación Cristiana, una iniciación a la comunión y a la misión” vamos a empezar a prepararnos para la Asamblea Diocesana sobre la sinodalidad, como un camino juntos y abiertos a la misión.

Y ahora, como los discípulos de Emaús, después de contarle a Jesús lo que nos pasa, dejémonos llevar por él a la Mesa eucarística y permitamos que el Espíritu Santo nos haga arder el corazón y abrir los ojos para reconocer a Jesús quien, además de estar, se parte en pedazos para alimentarnos con su vida y así fortalecernos en la fe y animarnos en la esperanza. Nos comprometemos a continuar caminando juntos, abriendo cada vez más los espacios de escucha y de encuentro, sobre todo con los jóvenes, y juntos ser testigos alegres y audaces de Jesús resucitado, vivo y presente en medio de nosotros. Amén.

 

†Andrés Stanovnik OFMCap

Arzobispo de Corrientes

 

 

NOTA: A la derecha de la página, en Archivos, el texto como 22-10-10 Homilía Encuentro del Pueblo de Dios 2022, en formato de Word.