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MONS. JOSÉ ADOLFO LARREGAIN

Homilía de monseñor Larregain de la Vigilia Pascual

Iglesia Catedral, 19 de abril de 2025

El nuevo día encuentra a las mujeres caminando hacia un lugar no fácil: el sepulcro. Es el camino de la esperanza, las motiva acercar los perfumes a la tumba. Sin saber son portadoras de la fragancia de la Pascua, no hay a quien ungir, serán ellas quienes tendrán la misión de esparcir el aroma que está concentrado en los frascos que a partir de ahora no será para honrar muertos.

El amanecer es un espectáculo maravilloso donde primero la claridad y después tímidamente el sol comienzan a asomar en el horizonte, brindándonos una paleta de colores que transmiten diferentes emociones que llegan al alma. Es un fenómeno natural que sucede todos los días que nunca nos cansamos de observar y admirar. También representa un fin y un comienzo que nos introduce en el umbral de la luz y de la vida dejando atrás la oscuridad.

La esperanza es una de las tres virtudes teologales. Se llaman así porque solo podemos vivirlas gracias al don de Dios. Esta virtud es la hermana pequeña de las otras dos: la fe y la caridad. Si las imaginamos va tomada de la mano de las dos mayores, pero es ella la que impulsa. Es como la más escondida y cotidiana. Nos mantiene firmes y en camino, pero nos cuesta explicarla y entenderla, al mismo tiempo tiene un signo concreto: es la herencia del cristiano, la que nos hace caminar hacia “Alguien”, al encuentro con Jesús.

Les comparto un poema titulado: “La pequeña esperanza”

«Yo soy, dice Dios, Maestro de las Tres Virtudes.

La Fe es una esposa fiel.
La Caridad es una madre ardiente.
Pero la esperanza es una niña muy pequeña.

Yo soy, dice Dios, el Maestro de las Virtudes.

La Fe es la que se mantiene firme por los siglos de los siglos.
La Caridad es la que se da por los siglos de los siglos.
Pero mi pequeña esperanza es la que se levanta todas las mañanas.

Yo soy, dice Dios, el Señor de las Virtudes.

La Fe es la que se estira por los siglos de los siglos.
La Caridad es la que se extiende por los siglos de los siglos.
Pero mi pequeña esperanza es la que todas las mañanas nos da los buenos días.
Yo soy, dice Dios, el Señor de las Virtudes.

La Fe es un soldado, es un capitán que defiende una fortaleza.
[…]

La Caridad es un médico, una hermanita de los pobres,
Que cuida a los enfermos, que cuida a los heridos,

[…]

Pero mi pequeña esperanza es
la que saluda al pobre y al huérfano.
Yo soy, dice Dios, el Señor de las Virtudes.

La Fe es una iglesia, una catedral enraizada en el suelo […].
La Caridad es un hospital, un sanatorio que recoge todas las desgracias del mundo.
Pero sin esperanza, todo eso no sería más que un cementerio.

Yo soy, dice Dios, el Señor de las Virtudes.

La Fe es la que vela por los siglos de los siglos.
La Caridad es la que vela por los siglos de los siglos.
Pero mi pequeña esperanza es la que se acuesta todas las noches
y se levanta todas las mañanas
y duerme realmente tranquila.

Yo soy, dice Dios, el Señor de esa Virtud.

Mi pequeña esperanza
es la que se duerme todas las noches,
en su cama de niña, después de rezar sus oraciones,
y la que todas las mañanas se despierta
y se levanta y reza sus oraciones con una mirada nueva.

Yo soy, dice Dios, Señor de las Tres Virtudes.

[…]
Y mi pequeña esperanza no es nada más
que esa pequeña promesa de brote
que se anuncia justo al principio de abril».

 

Los versos de Charles Péguy (1873-1914) traen al corazón y a la mente el pensar en tantos rostros que luchan tenazmente a pesar de las amarguras del presente difícil, lleno de tantas pruebas pero animados por la confianza que la muerte ha perdido su poder, de superar actitudes resignadas por el dolor, la tristeza, las injusticias, la falta de paz, etc. Pidamos al señor ser alegres portadores de perfumes que irradien esperanza con la fragancia de la Resurrección del Señor. ¡Feliz, santa y bendecida Pascua!