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MONSEÑOR STANOVNIK

“Necesitamos abrir nuestro corazón y nuestra mente a la sabiduría de Cristo y tener la gracia de un encuentro vivo con Él”

“Para estar frente a Jesucristo tenemos que estar dispuestos a vivir en la verdad. No se puede estar frente a Él y mentir. El desencuentro entre las personas es siempre consecuencia de no vivir en la verdad”, advirtió el Arzobispo de Corrientes, monseñor Andrés Stanovnik, al presidir la misa por el Miércoles de Ceniza en la Iglesia Catedral “Nuestra Señora del Rosario”.

Monseñor recordó que “lo primero que hace Jesús cuando estamos ante él, es poner luz en nuestra vida y ayudarnos a verla desde él, ver a nuestro prójimo como él lo ve, y a descubrir juntos qué sentido tienen las cosas que tenemos. Entonces, esa luz, que es el mismo Jesús, nos hace vivir en la verdad y nos libera del peso de nosotros mismos. Así nos devuelve la alegría de vivir y nos da una gran capacidad para servir a los demás”.

Por el contrario, alertó que “vivir lejos de la verdad, enredados con mentiras y fraudes, silencios cómplices y medias verdades, nos aleja cada vez más de la posibilidad de encontrarnos con nosotros mismos, con los demás y con Dios. Así, alejados y divididos, nos sumergimos en una confusión cada vez mayor: el pensamiento y la palabra ya no sirven para transmitir la verdad, sino para confundir más; las acciones que se siguen de allí son muy torpes y egoístas”.

Tras lamentar que “lo más grave es no darse cuenta”, puso a San Pablo como ejemplo de conversión y de “hombre coherente con su ideología. Él justificaba sus convicciones con sus propias luces. Estaba ciego, pero convencido de que veía. Hasta que cayó en la cuenta y se encontró con la verdad: Jesucristo muerto y resucitado. El misterio de la cruz de Jesús le amplió la visión y le dio una nueva sabiduría”.

“También nosotros -afirmó- estamos ante la gran oportunidad de caer en la cuenta y reconocer que necesitamos cambiar de rumbo nuestra vida. Pero, para eso necesitamos abrir nuestro corazón y nuestra mente a la sabiduría de Cristo y tener la gracia de un encuentro vivo con él. Para que podamos tocar su corazón y que él toque el nuestro, como dijo hace poco el Santo Padre”.

Monseñor Stanovnik señaló que en Cuaresma “la Iglesia nos invita a vivir los cuarenta días, que nos preparan a la Pascua, con la tradicional y efectiva práctica de intensificar la oración, el ayuno y la limosna”, y explicó que “la finalidad de esta práctica es liberarnos de todo lo que nos impide ver y vivir el encuentro con Jesucristo y con el prójimo. Purifican la mente y abren el corazón a lo esencial”.

“La práctica del ayuno, al privarnos del alimento, nos da una señal que lleva a un ayuno más profundo. Se trata del ayuno que toca nuestros excesos y adicciones y las purifica. Hay una infinidad de esclavitudes a las cuales nos hemos acostumbrado: bebidas en exceso; droga; ambición desmedida de poder; el uso indiscriminado de la televisión; la obsesiva comunicación virtual que, en lugar de comunicar a las personas, las aísla cada vez más; un sistemático incumplimiento de las normas en todas los ámbitos de nuestra convivencia social, entre otras adicciones y excesos”, precisó.

El Arzobispo insistió en que “el ayuno purifica y endereza la vida, cuando la razón que lo sostiene es profunda y se arraiga en el verdadero amor a Dios. La limosna completa el círculo virtuoso del que ayuna y reza en serio. Así, la oración, el ayuno y la limosna crean nuevos espacios para el encuentro, nos hacen más sensibles y capaces para el diálogo, más tolerantes, respetuosos y abiertos a los demás”.

Al referirse a la crisis “que va en aumento y que nos afecta a todos, pero mucho más a los sectores pobres y excluidos”, consideró que ésta “exige de todos, especialmente de los cristianos una vida austera y más solidaria”.

:: Miércoles de Ceniza

Con la imposición de las cenizas, se inicia una estación espiritual particularmente relevante para todo cristiano que quiera prepararse dignamente para la vivir el Misterio Pascual, es decir, la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor Jesús.

Este tiempo vigoroso del Año Litúrgico se caracteriza por el mensaje bíblico que puede ser resumido en una sola palabra: "metanoeiete", es decir "Convertíos". Este imperativo es propuesto a la mente de los fieles mediante el rito austero de la imposición de ceniza, el cual, con las palabras "Convertíos y creed en el Evangelio" y con la expresión "Acuérdate que eres polvo y al polvo volverás", invita a todos a reflexionar acerca del deber de la conversión, recordando la inexorable caducidad y efímera fragilidad de la vida humana, sujeta a la muerte.

La sugestiva ceremonia de la ceniza eleva nuestras mentes a la realidad eterna que no pasa jamás, a Dios; principio y fin, alfa y omega de nuestra existencia. La conversión no es, en efecto, sino un volver a Dios, valorando las realidades terrenales bajo la luz indefectible de su verdad. Una valoración que implica una conciencia cada vez más diáfana del hecho de que estamos de paso en este fatigoso itinerario sobre la tierra, y que nos impulsa y estimula a trabajar hasta el final, a fin de que el Reino de Dios se instaure dentro de nosotros y triunfe su justicia.

Sinónimo de "conversión" es así mismo la palabra "penitencia"... Penitencia como cambio de mentalidad. Penitencia como expresión de libre y positivo esfuerzo en el seguimiento de Cristo.



Tradición

El Miércoles de Ceniza, el cristiano recibe una cruz en la frente con las cenizas obtenidas al quemar las palmas usadas en el Domingo de Ramos previo. La ceniza, del latín "cinis", es producto de la combustión de algo por el fuego. Muy fácilmente adquirió un sentido simbólico de muerte, caducidad, y en sentido trasladado, de humildad y penitencia. En Jonás 3,6 sirve, por ejemplo, para describir la conversión de los habitantes de Nínive. Muchas veces se une al "polvo" de la tierra: "en verdad soy polvo y ceniza", dice Abraham en Gén. 18,27.

El Miércoles de Ceniza, el anterior al primer domingo de Cuaresma realizamos el gesto simbólico de la imposición de ceniza en la frente (fruto de la cremación de las palmas del año pasado). Se hace como respuesta a la Palabra de Dios que nos invita a la conversión, como inicio y puerta del ayuno cuaresmal y de la marcha de preparación a la Pascua. La Cuaresma empieza con ceniza y termina con el fuego, el agua y la luz de la Vigilia Pascual. Algo debe quemarse y destruirse en nosotros -el hombre viejo- para dar lugar a la novedad de la vida pascual de Cristo.

Mientras el ministro impone la ceniza dice estas dos expresiones, alternativamente: "Arrepiéntete y cree en el Evangelio" (Cf Mc1,15) y "Acuérdate de que eres polvo y al polvo has de volver" (Cf Gén 3,19): un signo y unas palabras que expresan muy bien nuestra caducidad, nuestra conversión y aceptación del Evangelio, o sea, la novedad de vida que Cristo cada año quiere comunicarnos en la Pascua.

:: Tiempo de Cuaresma

La Cuaresma es el tiempo litúrgico de conversión, que marca la Iglesia para prepararnos a la gran fiesta de la Pascua. Es tiempo para arrepentirnos de nuestros pecados y de cambiar algo de nosotros para ser mejores y poder vivir más cerca de Cristo.

La Cuaresma dura 40 días; comienza el Miércoles de Ceniza y termina el Domingo de Ramos, día que se inicia la Semana Santa. A lo largo de este tiempo, sobre todo en la liturgia del domingo, hacemos un esfuerzo por recuperar el ritmo y estilo de verdaderos creyentes que debemos vivir como hijos de Dios.

El color litúrgico de este tiempo es el morado que significa luto y penitencia. Es un tiempo de reflexión, de penitencia, de conversión espiritual; tiempo de preparación al misterio pascual.

La duración de la Cuaresma está basada en el símbolo del número cuarenta en la Biblia. En ésta, se habla de los cuarenta días del diluvio, de los cuarenta años de la marcha del pueblo judío por el desierto, de los cuarenta días de Moisés y de Elías en la montaña, de los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto antes de comenzar su vida pública, de los 400 años que duró la estancia de los judíos en Egipto.

En la Biblia, el número cuatro simboliza el universo material, seguido de ceros significa el tiempo de nuestra vida en la tierra, seguido de pruebas y dificultades.

La práctica de la Cuaresma data desde el siglo IV, cuando se da la tendencia a constituirla en tiempo de penitencia y de renovación para toda la Iglesia, con la práctica del ayuno y de la abstinencia. Conservada con bastante vigor, al menos en un principio, en las iglesias de oriente, la práctica penitencial de la Cuaresma ha sido cada vez más aligerada en occidente, pero debe observarse un espíritu penitencial y de conversión.


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