ARCHIVO > PRENSA > NOTICIAS

 Homilía para el Domingo X ciclo C Durante el Año

 Misa televisada por Canal 13, 09 de junio de 2013

 Todo el mundo se alegró con la noticia de que había llegado el tan esperado corazón para Renzo. Como sabemos, Renzo Salvatore Antonelli es un niño que hoy tiene dos años. Sus padres vivían en Corrientes cuando se enteraron, poco antes de su nacimiento que el bebé sufría una deficiencia cardíaca grave. En octubre del año pasado, fue conectado a un corazón artificial. Desde entonces, se encontraba en la lista de espera del Instituto Nacional de Donación de Órganos. El corazón apareció el sábado pasado y fue trasplantado con éxito en el frágil cuerpecito de Renzo. Sin embargo, la noticia que recibimos hoy es que ese pequeño corazón no responde y hay que esperar otro trasplante. Esto nos hace pensar en el inmenso valor que tiene la vida y los enormes esfuerzos que hacemos los hombres para salvarla, cuidarla y brindar los medios para que desarrolle todas sus potencialidades. En medio de la preocupación, conmueve ver cómo la donación de vida genera vida, en este caso de un órgano como es el corazón, o en la sacrificada peregrinación de ese joven correntino que decidió ir a pie desde Corrientes hasta Río de Janeiro para participar de la Jornada Mundial de la Juventud y ver la Papa Francisco. Seguimos orando por Renzo y por la vida de todos los niños, para que los adultos hagamos todo por cuidarla, como nos pidió el Santo Padre, igual que la de nuestros ancianos. No hay nada en el mundo que se compare al don de la vida. Los que creemos en Dios, recibimos la vida como el don más grande que Él nos ha dado. En realidad, la fe en Dios y el don de la vida no se pueden separar: ambos son regalos del Dios de la Vida.
Hoy las tres lecturas de la Palabra de Dios nos hablan de Dios autor y amante de la vida. En el primer texto del Libro de los Reyes vimos al profeta Elías, quien en nombre de Dios devuelve la vida al hijo de su anfitriona. El poder de Dios se manifiesta dando vida al hijo único de esa madre viuda. Esta mujer, al recibir en sus brazos a su hijo vivo, reconoce en la persona de Elías al hombre de Dios. La nueva vida de su hijo fue para esa mujer la ocasión para recuperar la fe en el Dios de la vida y, al mismo tiempo en reconocer que nadie realiza obras buenas extraordinarias a no ser que Dios esté con él.
También en el Evangelio nos encontramos con una obra buena y extraordinaria que realizó Jesús al devolverle la vida al joven, también hijo de una madre viuda. ¿Qué podemos aprender de este relato, además del hecho que por esta clase de milagros Jesús confirmaba su divina misión, y daba la felicidad a una pobre viuda? Ese milagro de Jesús nos está diciendo que él es fuente de vida y que es verdadero su mensaje cuando Él se presenta a sí mismo diciendo “Yo soy la Vida”, “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”. Si recuperar la vida física nos conmueve hasta las lágrimas, como sucedió gracias al corazón oportuno que fue donado para que el pequeño Renzo viva, ¡cuánto más profunda es nuestra felicidad cuando nos damos cuenta que es Dios que nos da la vida y que el autor de esa vida es Él mismo! Y cuando Dios da vida, no está dando algo que esté fuera de él, sino que se está dando a sí mismo. Por eso, creer en él es tener su misma vida. Les aseguro, dice Jesús: “El que cree, tiene vida eterna” (Jn 6,47). Por eso, la fe y la vida no se pueden separar, ambos son dones de Dios.
Dios es vida. Por eso, hay vida verdadera donde hay presencia de Dios. En cambio allí donde Dios está ausente también la vida corre peligro. El mayor peligro que amenaza la vida es el pecado. El pecado es ausencia de Dios y, por consiguiente, ausencia de vida. Pero el hombre es un ser frágil y se deja engañar por cosas que aparentan ser vida, que seducen porque ofrecen placeres, podríamos decir al alcance de la mano, pero una vez probados, extrañamente no dejan lo que prometían en apariencia. El pecado se presenta siempre como una ilusión, algo que parece real, pero que al final de cuentas es nada, es ausencia que produce aislamiento, tristeza y, en ocasiones, lleva aun a la depresión y al sinsentido de la vida. Por el contrario, donde dejamos que Dios reine, allí hay amor y vida, hay alegría y paz, hay trabajo y fiesta, porque el Dios que nos reveló Jesús, es un Dios de vida y no de muerte.
San Pablo, escribiéndoles a los cristianos de Galacia, les contaba cuál era su experiencia del Dios de la vida: “Dios me eligió desde el vientre de mi madre y me llamó por medio de su gracia”. Lo más grande que puede sucederle a una persona es sentirse elegido por Dios y llamado a una misión. Eso es vida con mayúscula. El Papa Francisco nos ha convocado a todos los cristianos del mundo para unirnos en la misma fe y rezar juntos por dos intenciones. La primera apuntaba a pedir que Dios nos dé la gracia de vivir con más entusiasmo y coherencia nuestro compromiso cristiano. En esa intención pedíamos a Dios que fortalezca en nosotros la vida de la gracia, que aumente su vida en nosotros no para que la guardemos, sino para llevarla a otros, para entregarla en la misión. Por eso, en la intención siguiente, el Santo Padre propuso que rezáramos por las situaciones donde la vida está gravemente amenazada: por “cuantos en diversas partes del mundo sufren las nuevas esclavitudes y son víctimas de las guerras, trata de personas, narcotráfico y del trabajo esclavo, por los niños y mujeres que padecen todo tipo de violencia, así como por los que viven en la precariedad económica, sin empleo, ancianos, inmigrantes, sin techo, encarcelados y marginados”.
Pero tal vez para muchos de los que asistimos a esta misa, hablar de guerras, o de trata de personas o de narcotráfico, puede resultar algo lejano y extraño. Sin embargo, hay otras amenazas que dañan gravemente la propia vida y la vida de nuestros semejantes, por ejemplo, el mal trato, la ofensa, o hablar mal de otra persona, la calumnia y la mentira, la falta de solidaridad y la insensibilidad por las personas que sufren. Hoy se realiza la Colecta de Caritas en todo el país con el lema: Apuntemos alto: pobreza cero. ¿A qué altura va a estar mi generosidad al momento de entregar la contribución? Debemos promover una cultura de la solidaridad y no tenerle miedo, como dijo hace poco el Papa Francisco. Y el Papa Benedicto XVI nos recordaba que la mayor pobreza es la de no reconocer la presencia del misterio de Dios y de su amor en la vida del hombre, que es lo único que verdaderamente salva y libera. Como decíamos hace un momento: donde hay ausencia de Dios, la vida corre peligro. Dios que se dona a nosotros, nos enseña a hacer lo mismo. Así lo celebramos en esta Eucaristía: Palabra que ilumina el camino de la vida y el Pan consagrado que fortalece nuestra peregrinación, para que en ella nos cuidemos unos a otros y estemos especialmente atentos a los que más nos necesitan. Tierna Madre de Itatí, ruega por nosotros. Amén.

Mons. Andrés Stanovnik OFMCap.
Arzobispo de Corrientes


ARCHIVOS