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Domingo 26

Centenario de la Pascua del Beato José Gabriel del Rosario Brochero

 La Diócesis de Cruz del Eje comparte con los hermanos de toda la Argentina el gozo de Celebrar el Primer Centenario de la Pascua del Beato José Gabriel.

 

    En este año 2014 se cumplen 100 años de la Pascua del beato Padre Brochero. Este cordobés que nació en Villa de Santa Rosa, y que habiendo aceptado el llamado de Dios, asumió su VOCACIÓN y la transformó en MISIÓN para llevar el mensaje de salvación a todos sus hermanos… Llegó más allá de las fronteras, tanto las geográficas (que las superó construyendo Caminos) como las existenciales (que las superó con la fuerza de su amor) haciéndose amigo de todos…
Brochero supo de estrategias. Estrategia para lograr que los habitantes de Traslasierra, valle de la Provincia de Córdoba, en la República Argentina, rodeado de altas cumbres, hombres y mujeres parcos e inescrutables como las mismas rocas, le abrieran sus corazones a Cristo y se dispusieran con gran valor a vivir sus mandamientos. Les contagió la valentía de los hijos de Dios. La grandeza de la humildad plena de dignidad. En esos tiempos duros en que se forjaba Argentina como país, los formó en el ser ciudadano. Escribieron de él:
“Si un predicador quisiera probar que la humildad es fuente de dignidad, fortaleza y alegría...no tendría más que contar anécdotas de Brochero, que era humilde como el polvo de la tierra: y alegre, esforzado y digno. Con sus chistes se podrían llenar volúmenes, pues no ha habido un argentino mas ocurrente, decidor y gracioso que este serrano de rostro feo, apacible y agraciado...que este criollo...ingenuidad y sencillez, que él, en su humildad, tomó como disfraz para paliar su procerosa grandeza; pero, en quien, cuando era necesario, surgía el hombre de alcurnia, el Licenciado en Filosofía por la Universidad de Córdoba, lleno de dignidad” (L. Castellani, “Un centenario glorioso”, en Dinámica Social, Buenos Aires, noviembre y diciembre 1964.)
José Gabriel del Rosario Brochero, el discípulo misionero. Incansable transitando las sierras, los caminos escarpados que lo llevaban a los ranchos y a los corazones de los serranos. Supo anunciar el Evangelio gozosamente, hasta hacer que los hombres y las mujeres de estas tierras se enamoraran de la persona de Jesús y de sus enseñanzas.
¿Cómo lo logró? Con la profunda certeza de su fe, alimentada con la continua oración. Con una entrega total a la obra evangelizadora, siendo fiel a su sacerdocio amando hasta el extremo… Entregando cada día su vida, sus proyectos- que no eran otros que los que Dios le ponía en las manos y en el corazón- a su Purísima.
¿Cuál fue su metodología? Por medio de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio transformó la vida de los serranos: desde la conversión espiritual a la promoción humana. Porque no sólo se ocupó de la vida espiritual, sino que les enseñó a vivir mejor con los valores adquiridos, motivándolos a trabajar para lograr un bienestar que los dignificaba y enaltecía ante sí mismos.

Nos dice el Papa Francisco en su Exhortación Apostólica E. G.:
“La Iglesia en salida es la comunidad de discípulos misioneros que primerean, que se involucran, que acompañan, que fructifican y festejan. «Primerear»: sepan disculpar este neologismo. La comunidad evangelizadora experimenta que el Señor tomó la iniciativa, la ha primereado en el amor (cf. 1 Jn 4,10); y, por eso, ella sabe adelantarse, tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos. Vive un deseo inagotable de brindar misericordia, fruto de haber experimentado la infinita misericordia del Padre y su fuerza difusiva. ¡Atrevámonos un poco más a primerear! Como consecuencia, la Iglesia sabe «involucrarse». Jesús lavó los pies a sus discípulos. El Señor se involucra e involucra a los suyos, poniéndose de rodillas ante los demás para lavarlos. Pero luego dice a los discípulos: «Seréis felices si hacéis esto» (Jn 13,17). La comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achica distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo. Los evangelizadores tienen así «olor a oveja» y éstas escuchan su voz. Luego, la comunidad evangelizadora se dispone a «acompañar». Acompaña a la humanidad en todos sus procesos, por más duros y prolongados que sean. Sabe de esperas largas y de aguante apostólico. La evangelización tiene mucho de paciencia, y evita maltratar límites. Fiel al don del Señor, también sabe «fructificar». La comunidad evangelizadora siempre está atenta a los frutos, porque el Señor la quiere fecunda. Cuida el trigo y no pierde la paz por la cizaña. El sembrador, cuando ve despuntar la cizaña en medio del trigo, no tiene reacciones quejosas ni alarmistas. Encuentra la manera de que la Palabra se encarne en una situación concreta y dé frutos de vida nueva, aunque en apariencia sean imperfectos o inacabados. El discípulo sabe dar la vida entera y jugarla hasta el martirio como testimonio de Jesucristo, pero su sueño no es llenarse de enemigos, sino que la Palabra sea acogida y manifieste su potencia liberadora y renovadora.
Por último, la comunidad evangelizadora gozosa siempre sabe «festejar». Celebra y festeja cada pequeña victoria, cada paso adelante en la evangelización. La evangelización gozosa se vuelve belleza en la liturgia en medio de la exigencia diaria de extender el bien. La Iglesia evangeliza y se evangeliza a sí misma con la belleza de la liturgia, la cual también es celebración de la actividad evangelizadora y fuente de un renovado impulso donativo.”

Como Iglesia que Peregrina en Argentina el 14 de septiembre de 2013 fuimos testigos del gozo de esta Buena Noticia: El P. Brochero era inscripto en el libro de los Santos y lo podíamos llamar: “Beato”!!!

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