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CONVOCATORIA DE LA COMISION DE JUSTICIA Y PAZ

Referentes gremiales, sociales, empresariales y políticos, dialogaron sobre la Educación y el Trabajo, pensando en la inclusión

Se desarrolló un encuentro entre representantes de distintos sectores de la comunidad correntina. La actividad se orientó con las líneas planteadas en el documento "De habitantes a ciudadanos", de la Conferencia Episcopal Argentina.

Convocados por los miembros de la Comisión Arquidiocesana de Justicia y Paz, más de 30 referentes de distintos sectores de la sociedad, se reunieron ayer para dialogar sobre diversas problemáticas sugeridas en el Documentos “De habitantes a ciudadanos”, de la Conferencia Episcopal Argentina. En esta oportunidad, el trabajo estuvo centrado en dos de los 10 ejes propuestos en ese material: Educación y Trabajo. El arzobispo de Corrientes, monseñor Andrés Stanovnik, presidió el encuentro y dio las orientaciones centrales de la tarea que luego realizaron en grupo los participantes.
Del encuentro, que se desarrolló en el salón Santa Clara del Arzobispado, participaron dirigentes gremiales y políticos, referentes de sectores productivos y distintas cámaras empresariales.
Monseñor Andrés inició la reunión reflexionando sobre las preguntas que servirían para encarar el diálogo sobre Educación y Trabajo: ¿qué nos pasa?, ¿por qué nos pasa? y ¿qué podemos hacer?. En ese sentido, dijo que estos interrogantes surgen en la esencia misma del hombre, desde tiempos inmemoriales y que lo llevaron a tomar conciencia de sí mismo. Destacó que la persona lleva en su naturaleza el deseo de relacionarse. Es por eso que se generan espacios de diálogo, que es a lo que se apunta con estos encuentros, dijo.
Sin embargo, el Arzobispo mencionó que cuando se dan estas instancias, siempre aparecen primero las debilidades y se dejan de lado las fortalezas, aquellos logros y acciones positivas que se tiene, en lo individual y en lo comunitario. “al preguntarnos qué nos pasa, la mirada es generalmente negativa. Tendemos a eso primero, no nos surgen las fortalezas. En tanto, a través de esas fortalezas es que podemos alimentar la esperanza, así podemos encontrar las fuerzas para salir adelante”. Y agregó, “son esas fortalezas las que nos dan energía, nos permiten tener una adecuada mirada y poder superar las debilidades, que nosotros mismos provocamos, por eso es nuestra responsabilidad encontrar una salida”.
Retomando las tres preguntas disparadoras, el Pastor señalo que estas surgen ya en la Biblia, compartidas por otras culturas que “nos traen la sabiduría de la humanidad, pero no sólo desde la corriente judeo-cristiana. Aquellos hombres de antiguas comunidades fueron intuyendo respuestas, la decodificación de esos interrogantes forma parte de la sabiduría de la humanidad”.
Monseñor, hizo hincapié en que hallar esas respuestas siempre se dan en diálogo. “El hombre no puede responderse a sí mismo. Sabe que debe escuchar al otro. El hombre va creciendo en conciencia y percibe que si no es entre todos no logra respuestas. Se abre a escuchar más allá”. Y en este punto, explicó que “el hombre tiene en su esencia una búsqueda más profunda, se pone en escucha hacia el infinito, se percibe para la trascendencia, y además, está capacitado para establecer relación con sus hermanos”.
En la Biblia se plasma el diálogo entre los hombres, entre el hombre con Dios, y viceversa, afirmó el Arzobispo. “Dios dialoga con el hombre”, aseguró; y agregó, “porque el hombre es imagen de Dios, es capaz de ese diálogo, que es el más real que puede establecer. Dios es un interlocutor en el cual se puede confiar”.
Tras estas palabras, monseñor Andrés, se refirió a la propuesta hecha por la Iglesia, en el marco del camino de preparación hacia el Bicentenario, de convocar al diálogo, pero a un diálogo que incluya a todos. “La Iglesia dona, ofrece este espacio de diálogo para hallar caminos para incluir a todos”.
Y ¿por qué incluir a todos?, preguntó el Arzobispo, a lo que respondió “porque es la propuesta hecha por Dios mismo, ya se la hizo a Abraham, a Isaac. Es Él mismo quien quiere incluir a todos, y nosotros nos plegamos a su proyecto”.
Reconoció que para la lógica que guía al mundo de hoy, es “razonable organizar el mundo de otra manera. Con dificultad incluyen a todos, no siempre hay espacios para hombres y mujeres, para ricos y pobres, para los discapacitados. Entonces muchos van quedando de lado. El lastre de la sociedad para un sector es muy grande. Es allí donde surgen esas ideas de reducir la cantidad de habitantes, peor los que son considerados lastre. A la humanidad hay que reducirla, por eso, por ejemplo, promueven tan fehacientemente el aborto”.
Por ello que dijo que es preciso, “para incluir a todos, incluso a aquel que no ‘vale’, renunciar a posiciones económicas que se han logrado”; y puntualizó que “solo si recuperamos la dimensión trascendente de la propia vida. Ya que el hombre tampoco es dueño de su vida. El hombre no es la última medida, es Dios”.

Optimismo
Con la mirada puesta en la propuesta de dialogar entre los distintos sectores de la sociedad, monseñor Andrés, expresó que es necesario “mirar la historia con optimismo, no con ingenuidad, es preciso tener esperanzas, sobre todo en las personas, es fundamental creer en Dios, que fue quien no dio las fortalezas que hoy tenemos. Hay que construir en conjunto, a través del diálogo”. Es por eso que la “Iglesia ofrece el diálogo, pero es necesario creernos entre nosotros, creernos entre los que no tienen al misma profesión de fe, ya que todos somos imagen y semejanza de Dios”.
La actitud básica del diálogo es la confianza, puntualizó el Arzobispo, “la confianza a pesar de la traición y la deslealtad”. Y aseguró, “el hombre puede convertirse y servir para la construcción, pero es preciso para construir un mejor futuro para todos, que nadie quede afuera”.

Los objetivos
Con esas palabras, dio pie para que el coordinador de la Comisión de Justicia y Paz, Eduardo Viggiano, reseñe como surgió este espacio de diálogo impulsado por la Conferencia Episcopal al cual se han sumado diversos sectores de la sociedad, empresarios, gremialistas, profesionales, políticos, y representantes religiosos.
Explicó que la iniciativa surgió tras la crisis del 2001, y contrarrestando la idea de “que se vayan todos”, sino más bien, impulsando la participación ciudadana. Para eso, dijo, “hay que dejar de la lado la idea de arrasar con todo, y participar, superando así la mera reacción el renacer del país sólo surgirá de la participación de todos los sectores sociales”.
La participación debe darse, explicó, en diversos niveles. Desde los poderes gubernamentales, que ya existen pero no bastan; desde lo individual, desde donde siempre se puede aportar más; y desde lo institucional.
Ya no se puede ser sólo espectadores, manifestó Viggiano, sino que hay que hacer aportes, a través de “proyectos y generación de espacios, es preciso asumir el rol de dirigentes que sean capaces de pensar y entregarse y ponerse la Patria al hombro, impulsados por el bien común”.
Luego de la intervención de Viggiano, otra integrante de la Comisión, Lucía Abad, explicó a los presentes, que se realizaría un trabajo en grupos, donde se respondería a las tres preguntas disparadoras (¿qué nos pasa?, ¿por qué nos pasa? y ¿qué podemos hacer?), orientados por las propuestas que plantea el documento “De habitantes a ciudadanos”, enfocados en Educación y Trabajo.
Dentro de la guía planteada para el debate en los grupos, estaban las siguientes:
En Educación: pensar en la inclusión educativa integral de todos y todas; el protagonismo de la familia en la educación, revalorar el rol docente en su aporte al bien común; en la necesidad de que los medios de comunicación cooperen, y en el diseño de una propuesta donde el presupuesto educativo sea factor real de inclusión.
En trabajo: establecer políticas de Estado que privilegien decididamente el empleo formal, no sólo a través de un eficiente control de las relaciones laborales, sino también por facilitar –especialmente a las micro y pequeñas empresas- la generación de empleo decente sustentable; instalar como objetivo común la efectiva vinculación entre el sistema educativo y el sistema productivo; priorizar las políticas activas del sector público y las iniciativas de la sociedad civil que tiendan a reinsertar eficientemente al segmento más alejado de la inclusión social; y prevenir y erradicar el trabajo infantil en todas sus formas a través del desarrollo de acciones que favorezcan la participación de los diferentes actores sociales en todo el país.
Los presentes se dividieron en tres grupos y dialogaron durante más de una hora, acerca de las cuestiones planteadas, y generando algunas reflexiones y propuestas, que serán luego ampliadas en otras instancias similares para poder armar así un proyecto integral.
 

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