PRENSA > HOMILÍAS

Nuevos liderazgos en América Latina
Una mirada pastoral

Conferencia que ofreciera monseñor Andrés Stanovnik en la 99° Asablea de la Conferencia Episcopal Argentina, Abril 2010

Comparto con ustedes estos pensamientos sobre los nuevos liderazgos en América Latina desde una mirada pastoral, con la intención de introducir un diálogo que nos ayude a discernir el tiempo que nos toca vivir. Para ordenar la tarea, propongo que nos detengamos primero en una premisa fundamental, que siempre necesitamos renovar: ver la realidad como creyentes pastores; en segundo lugar, se nos pide que desde esa visión miremos el fenómeno social y político que suscitan los nuevos liderazgos en América Latina; y en tercer lugar, intentar abrir unas pistas como criterios pastorales para el discernimiento y la acción pastoral.
1. Una mirada a la realidad con espíritu de Fe
En la Carta pastoral con ocasión de la Misión Continental se dijo que “para saber cuál tiene que ser el estilo misionero hay que partir de una mirada de la realidad con espíritu de Fe. Esto significa –en continuidad con el pensamiento de la Carta– dos cosas: una adhesión a la Persona de Jesús por la fe; y, que esta fe nos da una familia, la familia universal de Dios en la Iglesia católica. Así, la comunión con la Persona de Jesús y la comunión en la Iglesia nos da la perspectiva creyente para ver la realidad y para la misión de ayudar a plenificar la vida a partir del eje inclusión-exclusión; comunión-aislamiento.
Esa mirada con espíritu de Fe se tuvo presente, de modo explícito, también en la Asamblea de Aparecida. A propósito, me parece oportuno relatar muy sucintamente cómo reaccionó la Asamblea sobre este punto mientras se redactaba el documento.
La Comisión de redacción ya había entregado la tercera redacción del documento, con la estructura actual, donde sólo el segundo capítulo comienza con la mirada sobre la realidad. Algunos obispos entendieron que se había desplazado “el ver” a un segundo plano. Se presentó la moción para colocar la mirada sobre la realidad como primer capítulo. Antes de pasar a la votación, se explicaron las razones que tuvo la comisión para ubicar antes del ver la evocación de nuestra vocación de discípulos misioneros, que viven en acción de gracias a Dios, con la alegría propia de su vocación, y conscientes de la misión evangelizadora de la Iglesia. Se recordó que la realidad nunca es ‘aséptica’, ya que nosotros la miramos como creyentes. Vino la votación. El 75% de los votantes se pronunció a favor de mantener el esquema, para conservar así la idoneidad del método cristiano que siempre exige “recomenzar desde Cristo”.
Por ello, mirar la realidad con espíritu de fe es más que objetivar unos datos de la realidad, aunque no lo excluye. Sin embargo, para evitar que esa mirada se reduzca a un mero ejercicio intelectual, hay que sostenerla con el testimonio. Esta exigencia no se puede atenuar, porque al testimonio que estamos “atados” es Jesucristo crucificado, es decir, un testimonio martirial, escándalo para unos y locura para otros (cf. 1Cor 1,23). Sólo así será creíble el amor cristiano y la Iglesia.
Podríamos sintetizar la mirada con espíritu de Fe, diciendo que la Iglesia –pueblo fiel y pastores–, contempla, discierne y actúa por Cristo, con él y en él. Por ello, la mirada creyente parte de la experiencia de comunión y, en consecuencia, no puede dejar de tender a la comunión. El obispo, que pastorea con esa mirada, debe ser muy sensible a todo lo que tiende a confundir, cerrar sobre sí mismo y disgregar el rebaño que le fue confiado. Ante el peligro constante de la división, como consecuencia del pecado, vemos la trascendencia que tiene la inclusión y comunión como eje de la misión.
2. Ante los nuevos modelos político-sociales
Como sabemos, la Iglesia como institución no tiene compromiso alguno con proyectos políticos específicos o con alguna forma de gobierno en particular . El carácter trascendente del Evangelio hace irreducible el cristianismo ante cualquier programa político encaminado a la transformación del mundo . Ahora bien, anunciar con vigor el carácter trascendente del Evangelio no significa que éste no tenga incidencia en los procesos que colaboran a modelar el mundo y a intentar hacerlo más humano.
Teniendo presente que “es propio de todo el Pueblo de Dios, pero principalmente de los pastores y de los teólogos, auscultar, discernir e interpretar, con la ayuda del Espíritu Santo, las múltiples voces de nuestro tiempo y valorarlas a la luz de la palabra divina.” , hago una síntesis de lo que se dijo en Aparecida sobre los nuevos proyectos políticos que acontecen en América Latina.
El documento de Aparecida constata que en América Latina se da “un cierto progreso democrático (…) pero se observa “con preocupación el acelerado avance de diversas formas de regresión autoritaria por vía democrática que, en ciertas ocasiones, derivan en regímenes de corte populista”, y declara que “es necesaria una democracia participativa.” . Sin embargo, se nota “una presencia más protagónica de la Sociedad Civil y la irrupción de nuevos actores sociales”, con lo cual “se está fortaleciendo la democracia participativa, y se están creando mayores espacios de participación política”. No obstante, se advierte que “no faltan actuaciones que radicalizan las posiciones, fomentan la conflictividad y la polarización extremas (…) lo que a la larga, puede frustrar y revertir negativamente sus esperanzas.”
Al año siguiente de la V Conferencia General, el Observatorio pastoral del CELAM elaboró un dossier sobre Neopopulismo y Democracia. Allí varios autores analizan el fenómeno político y social del neopopulismo, “que en parte recoge rasgos de experiencias pasadas, y en parte, es novedoso por las nuevas coordenadas culturales y geopolíticas en las que se inscribe. Y afirma que “el caso Venezuela, pareciera sugerir que las formas más radicales del populismo no son viables a muy largo plazo en el continente”. Por otra parte, la experiencia del populismo de Ecuador, “es su capacidad para integrar a la vida política a los excluidos de ella. El clientelismo y la identidad social que resulta de la relación exclusiva entre el pueblo y el caudillo, son el último recurso que muchas personas tienen para influir en los procesos de política pública”. Algo similar ocurre en Bolivia.
En el mencionado trabajo se hace una caracterización del neopopulismo , aclarando que “aunque en primer término el concepto neopopulismo hace referencia a una realidad deleznable y es utilizado peyorativamente, también tiene aspectos positivos, como el hecho de que sabe colocar en la palestra pública las demandas de las masas; escucha las necesidades de amplios sectores de la población, que al fin se sienten tomados en cuenta; y permite que se expresen en una especie de catarsis colectiva y construye horizontes de esperanza.” Y a continuación presenta lo que considera las características más significativas de este fenómeno:
1. Discurso contestatario permanente contra el orden establecido, en el que se privilegian las expresiones antagónicas: amigos-enemigos, pueblo-poderosos, pobres-ricos, etc.
2. Uso exhaustivo de técnicas de ingeniería política: encuestas, sondeos de opinión, grupos de interés.
3. Líder carismático que poco o nada necesita de un partido, pues entra en contacto directo con las masas o a través de los medios de comunicación y expresa lo que el pueblo quiere sin necesidad de fundamentar sus dichos.
4. No admitir, por ningún motivo, auditorias, fiscalización de recursos, procesos de transparencia.
5. Debilitar continuamente a la ley, a las autoridades y a las instituciones mediante sus críticas e ironías o decir que todo lo que hacen los demás es un complot organizado en su contra.
6. Utilizar métodos no democráticos para la toma de decisiones, para elegir responsables y para definir sus planes.
Luego de leer las características de este tipo de liderazgo político-social y pensando en los criterios que pueden iluminar la conducta del Pastor, vienen espontáneamente a la mente las palabras de Jesús a sus discípulos, algunos de ellos amantes del poder y del prestigio: “Entre ustedes no debe suceder así…” (Mc 10,43). Un criterio fundamental para discernir la autenticidad de un liderazgo es el ejercicio del poder como servicio al prójimo y al bien común de todos. Es un poder que consolida la unidad de un pueblo y lo abre a un positivo intercambio con otros pueblos.
Las opiniones coinciden en la necesidad de tener una mirada muy atenta a la fragmentación social que producen estos modelos de liderazgo. El “pueblo” es construido por líderes que dicen encarnarlo. Esta apropiación autoritaria de lo que debe ser el pueblo tiene un doble sentido. Si bien los populismos han devuelto dignidad a “los de abajo”, el “pueblo” es una categoría construida de manera autoritaria y excluyente, es decir, profundiza la fragmentación social. Es más, el autor señala que tanto el populismo como las reacciones extremas a él han crecido en la fragmentación sociopolítica.
La conclusión, a la que llegan algunos sobre el neopopulismo, es terminante: “Al no estar dispuesto [el neopopulismo] a hacer concesiones de poder –por ser un poder unipersonal–, no es un elemento que ayude a la integración de los países latinoamericanos. El modelo neopopulista es incompatible con la integración latinoamericana porque es personalista y reniega de las instituciones, tanto las nacionales como las internacionales, por lo que su participación en un organismo multilateral es imposible.” De todos modos, habrá que distinguir entre populismos más o menos extremos.
De todos modos, en el devenir de los procesos históricos de estos modelos de liderazgo, la Iglesia deberá insertarse como un factor de cohesión espiritual en medio de su pueblo, de tal manera que jamás renuncie a ser “casa y escuela de comunión” para unos y para otros, porque “el fin del obispo es recoger con Jesús” . A propósito, “San Gregorio Magno dijo en una ocasión muy agudamente que el obispo ha de tener “nariz”, es decir, el olfato que le permita distinguir lo que es positivo de lo que es negativo” . Ese “lugar universal”, en el que quepan todos, propio de la Ecclesia, le exige al obispo una permanente encarnación en el presente histórico, por el camino del servicio y del anonadamiento a semejanza de su Maestro, conciente de que “sin la disponibilidad al sufrimiento no es posible consagrase a este cometido.”
La intuición pastoral de la Carta sobre la Misión Continental es muy acertada cuando propone que para la tarea de la pastoral ordinaria la gran “conversión pastoral” pasa por el modo de relacionarse con los demás. Evangelizar los vínculos en todos los ámbitos relacionales, desde la familia pasando por todos los niveles de convivencia social y política, es la clave donde se juega hoy, fundamentalmente –como dice la Carta– la dignidad de la vida en el eje inclusión-exclusión, comunión-aislamiento. Ese eje se convierte también en clave para discernimiento pastoral.
3. Para la misión de plenificar la vida de nuestros pueblos
Es cierto, por una parte, que “América Latina nace en medio de tensiones y violencias lamentables. Sin embargo, no es posible sociológica e históricamente ignorar que a partir de 1531 un proceso de reconciliación, mestizaje y síntesis comienza a aparecer gradualmente dando a nuestras tierras un perfil singular en el que la vida de fe, el trabajo y la familia acogen a las personas y ofrecen en no pocos casos gestos admirables de solidaridad y compromiso de todos con todos, en especial con los más pobres y marginados.” Esta observación pone de manifiesto los valores que están en la base de la identidad de nuestros pueblos, arraigados en la lógica del don, la gratuidad, un horizonte de trascendencia y una decidida opción preferencial por los pobres con los que Cristo se identifica. Cuando la Iglesia se ofrece como experiencia de comunión, solidaridad y acompañamiento, con sus luchas, fracasos y también éxitos, continúa planteando modos más humanos e inclusivos de vivir la lógica del evangelio en América Latina.
Ante este panorama de esperanza en la presencia evangelizadora de la Iglesia, sobre todo cuando se ofrece como experiencia de comunión, solidaridad y acompañamiento, es necesario orientar la tarea pastoral hacia una “recuperación del sentido comunitario de la vida personal y eclesial como camino pedagógico permanente. En la medida en que la pertenencia a una experiencia concreta de vida solidaria, basada en la lógica del don, acompaña a las personas y a las familias, es posible crear la matriz capaz de reproponer una nueva presencia social más humana –y en el fondo más cristiana– capaz de transformar y emancipar a nuestros pueblos.”
El problema real de nuestros pueblos no es el conflicto entre la “izquierda” y la “derecha”. La primera realidad a considerar al momento de interpretar a nuestros pueblos no es el conflicto, no es la división, no es el antagonismo ideológico. ¡Claro que pueden darse todas estas cosas! ¡Pero no son el criterio hermenéutico primario! Antes que todas ellas está la realidad de que somos hermanos fundados en la profunda hermandad de Cristo.
De allí nace una “relacionalidad” diferente, que encontramos expresada de un modo claro y sencillo en la Conclusión de la Carta pastoral con ocasión de la Misión Continental, donde se priorizan las actitudes y estilo evangelizador. Se resumen en tres puntos, que pueden ser muy útiles para el obispo y otros agentes de pastoral a la hora de discernir y actuar en el momento presente.
1. La misión –relación con el otro para compartir la fe en Cristo– es fundamental en la identidad cristiana, dando prioridad a las actitudes y al estilo evangelizador.
2. Por ello es necesario un camino de “conversión pastoral”, buscando cambiar el modo de transmitir el Evangelio reconociendo que el Espíritu Santo está en el origen de todo camino de Fe.
3. Hoy más que nunca se espera de todo agente evangelizador la conciencia de esta vocación de discípulos misioneros. El vínculo con Jesús en la dimensión discipular se hace vínculo misionero con los hermanos para presentarles el amor y la bondad de Dios.
Esa dimensión relacional fundamental del creyente, de la que los pastores debemos ser los primeros testigos y animadores, se traduce en “acciones destacadas”, propuestas en la Carta. En ellas se pone de relieve ese nuevo estilo pastoral, cuya nota es una cordialidad relacional:
a) en la pastoral orgánica y diocesana, en especial desde la Parroquia, la conversión pasa por el gesto cordial y cercano;
b) en la catequesis de iniciación, pasa por la pertenencia que busca afianzar el vínculo con Cristo y con la comunidad eclesial;
c) en la acción de promover el compromiso hacia una sociedad justa y responsable, se subraya la necesidad de una participación activa en la transformación de la vida social, económica y política del país, cuya acción pasa por formación y la conciencia de un nuevo modo de vivir la pertenencia a la comunidad, basada en la amistad social y la responsabilidad de todos por todos, especialmente de los pobres y de los que más sufren;
Como se puede ver, se trata de una pastoral acogedora de las personas, que se destaca por su calidez, cercanía, ternura, que manifiesta a una Iglesia madre que sale al encuentro, y se caracteriza por una misión que se hace en diálogo, buscando interlocutores más que destinatarios. En ese espíritu, las tareas son herramientas de un estilo comunional, cordial, discipular, que transmite lo fundamental: la bondad de Dios.
En este sentido y de cara al Bicentenario, para una lectura sobre la actuación de la Iglesia en el tiempo de la creación de nuestra Patria, es muy importante rescatar su incidencia en la gesta libertadora y, al mismo tiempo, y a pesar de las tensiones político-militares inherentes a las circunstancias, su “lugar” universal como “casa” de la que no se excluyó a ninguna de las partes en conflicto. La memoria histórica, debidamente purificada en la verdad, la justicia y la reconciliación, debe convertirse en memoria que nos libera y capacita para un diálogo abierto y plural, y nos haga más amigos y responsables unos de otros.
La ambivalencia de los fenómenos sociales y políticos nos coloca ante el desafío pastoral de cómo relacionarnos con las personas y grupos que se identifican con sus postulados. En forma sintética y a partir de la clave que nos da la misión, entendida como relación con el otro, diría que el primer riesgo ante una situación que se nos presenta adversa y más o menos hostil, es tomar distancia para no contaminarse. Es la solución que encuentra el hipócrita, quien no está dispuesto a comprometer su “pureza” y mantiene una prudente distancia. Otro riesgo que se corre es acercarse y “negociar”. Es decir, tratar de “com-poner” –poner una cosa junto a la otra–, y evitar la tensión del encuentro y la comunión. Es la mediocre solución que ensaya el medroso. Finalmente, está el riesgo de acercarse y permanecer fiel: el precio de ese “estar y permanecer fiel” pasa por el martirio, sea en su forma de perseverancia “viviendo en la verdad y en el amor” (Ef 4,15), sea en su forma extrema, que es al precio de la propia vida. De manera esquemática, lo podríamos expresar así:
a) Alejarse en vez de acercarse – no contaminación – la solución del hipócrita
b) Acercarse y negociar – la mediocridad – el ensayo del medroso
c) Acercarse y permanecer fiel – el martirio – el riesgo de la propia vida
La dimensión martirial da hondura a la relación y trascendencia para interpretar el sentido de la vida y de los acontecimientos. La relación humana no se entendería si no se viera en la dinámica del servicio y del “dar la vida”. Si esas notas se perdieran, la condición humana se degradaría y terminaría curvándose sobre sí misma , se haría incapaz de comunicación con el otro y aún de leer e interpretar el querer de Dios.
De todos modos, es tarea ordinaria del obispo-pastor discernir los fenómenos de convivencia social y política que se dan en el tiempo presente, para ver en ellos los elementos que tienden a coincidir con el querer de Dios y juegan a favor de una vida más digna para todos, a fin de iluminarlos con la luz de la fe; y, al mismo tiempo, detectar aquellos otros que son contrarios a Dios, ofenden la dignidad de las personas y enfrentan a los hombres unos contra otros.
Corrientes, 17 de abril de 2010
Mons. Andrés Stanovnik







Pauta para el diálogo

Los nuevos fenómenos políticos y sociales nos exigen una respuesta pastoral. Como Pastores de la Iglesia, en fidelidad al Evangelio de Cristo y en vista de un Bicentenario en justicia y solidaridad, necesitamos discernir esos fenómenos para ver qué hay en ellos a favor de la vida de nuestros pueblos y qué la daña gravemente.
1. ¿Qué aspectos del actual fenómeno político aparecen como favorables a la vida de nuestro pueblo, y cuáles la dañan gravemente?
2. ¿Qué deberíamos tener en cuenta para fortalecer el sentido comunitario de la vida personal y eclesial?




ARCHIVOS