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Homilía en la Misa de Exequias
de Mons. Víctor Selvino Arenhardt
y del Pbro. Hugo Stasiuk

Sr. Gobernador, autoridades civiles, militares y fuerzas de seguridad;
Hermanos obispos y arzobispos del NEA; Mons. Sviatoslav Schevchuk, Administrador Apostólico de la eparquía ucraniana; Mons. Ignacio Gogorza, obispo de Encarnación y Presidente de la Conferencia episcopal paraguaya;
Muy queridos sacerdotes de la diócesis de Oberá, religiosas y religiosos, diáconos permanentes, seminaristas
Queridísimos fieles de nuestra hermana Iglesia de Oberá

Nos hemos reunido hoy alrededor de la mesa del altar, para celebrar el gran misterio de la muerte y resurrección de Cristo. Misterio de la muerte, al que tan inesperadamente fue asociado nuestro Hermano y Pastor Víctor Selvino Arenhardt y el Pbro. Hugo Stasiuk, su más estrecho colaborador en la curia. Hermanos, a pesar de las apariencias y aun en medio del llanto y el dolor que produjeron la inesperada partida de estos hermanos nuestros, celebramos en la fe y la esperanza la vida nueva de Jesucristo resucitado, promesa segura para los que creemos en él.

Iglesia de Oberá, tan pronto y de un modo tan repentino te ha tocado llorar la partida tu Padre y Pastor. Es como si de veras el sol se hubiera eclipsado (cf. Lc 23,44) –como acabamos de escuchar en el Evangelio– y la oscuridad de la muerte nos estuviera envolviendo con su manto de soledad y desamparo. Recién nacida, pequeña y amada Iglesia, no has alcanzado a cumplir un año de vida y el Señor te sorprendió con la repentina muerte de estos dos queridos hermanos nuestros. Compartimos con todos ustedes, pero muy especialmente con los sacerdotes, esa orfandad que siente un niño cuando pierde a sus padres.

Ante el misterio de la muerte, el ser humano, se encuentra infinitamente solo. El Evangelio relata –con impactante sobriedad– el entierro de Jesús, donde esa soledad llegó a su punto culminante: Después de bajarlo de la cruz, un hombre llamado José, hombre recto y justo, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro cavado en la roca, donde nadie había sido sepultado (cf. Lc 23,53). Sin embargo, por la fe sabemos que la muerte no tiene la última palabra sobre la creación. Ante el misterio de la soledad y la muerte, el poder de Dios se manifestó en la resurrección Cristo. Es esa voz potente –como lo oímos en la lectura del Apocalipsis– que decía desde el trono: Ésta es la morada de Dios entre los hombres: Él habitará con ellos, ellos serán su pueblo, y el mismo Dios será con ellos su propio Dios. Él secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó (cf. Ap 21,3-4). Son palabras llenas de esperanza y consuelo para todos. Son palabras que Dios dirige hoy a su pequeña y todavía frágil Iglesia de Oberá, para decirle que no tema, que sienta su abrazo aún más cercano en este momento de dolor y desamparo.

Hoy la diócesis de Oberá, acompañada fraternalmente por las nueve diócesis del NEA, representadas aquí por sus respectivos obispos, a quienes acompañan sus sacerdotes y otros fieles amigos, siente muy hondo la partida de su primer Pastor. Mons. Víctor quiso que su ministerio episcopal, breve por cierto, pero vivido intensamente, estuviera inspirado por el lema: fe, obediencia y servicio. En esas tres palabras, tan fáciles de recordar, nuestro Hermano dejó un mensaje tan inesperado como providencial: en fe y la obediencia encontrarán el camino seguro para vivir con libertad y plenitud el servicio al prójimo. En esas palabras –fe, obediencia y servicio–, la Iglesia de Oberá tiene, en cierto modo, una consigna clara y un sostén seguro para orientar con serenidad y confianza sus próximos pasos.

La fe nos dice que la muerte es el encuentro definitivo con Dios. La pertenencia a él, que se inició cuando en el Bautismo nos sumergieron en el misterio de la muerte y resurrección de Cristo, llega a su momento sublime cuando morimos. Aun cuando no lo alcancemos a comprender del todo, nuestra pertenencia al Señor se hace más consistente y luminosa, porque el velo del templo que nos separaba de él, se rasgó por el medio (cf. Lc 23,45), para que, abrazados a Jesús, podamos exclamar confiados: “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23,46). Son palabras que nos sumergen en el océano infinito del amor de Dios, donde se colman los anhelos más profundos de nuestra existencia. En la fe y la obediencia, que nos hace amigos de Jesús, encontramos sentido a todos los sufrimientos de la vida y la respuesta total, sobreabundante y satisfactoria a todas las preguntas que inquietan el espíritu humano.

Recordemos que Mons. Víctor nació en Campo Grande, Misiones, el 23 de diciembre de 1948; ordenado sacerdote en la parroquia San Rafael Arcángel de Campo Grande, el 5 de marzo de 1977 por Mons. Jorge Kémerer, obispo de Posadas; elegido obispo de Oberá el 13 de junio de 2009 por Benedicto XVI; ordenado obispo en Oberá, el 15 de agosto de 2009 por Mons. Adriano Bernardini, nuncio apostólico; tomó posesión e inició su ministerio pastoral como primer obispo de Oberá. Todavía conservamos muy nítidamente en la memoria la alegría desbordante que vivió la comunidad de Oberá en la hermosa y sentida celebración de consagración episcopal, que se llevó a cabo, hace menos de un año, en el Parque de las Naciones. Confiamos a estos dos hermanos nuestros a la entrañable misericordia de nuestro Dios para que él los lleve a contemplar la Ciudad Santa que descendía del cielo y venía de Dios, embellecida como una novia preparada para recibir a su esposo (cf. Ap 21,2).

A los todos sacerdotes y comunidades de esta amada Diócesis de Oberá, les pido que oren por nuestro Hermano y Pastor Mons. Víctor Selvino Arenhardt y por el Pbro. Hugo Stasiuk, para que la fidelidad en la vida y ministerio de estos hermanos nuestros, alcance la plenitud en la fidelidad de Cristo. Junto a sus familiares más queridos, nos colocamos bajo el manto de María de Itatí, Tiernísima Madre de Dios y de los hombres, para que ella nos haga sentir el consuelo amoroso de Dios y sostenga nuestra esperanza. Así sea.

Oberá, 19 de mayo de 2010


Mons. Andrés Stanovnik
Arzobispo de Corrientes
Administrador Apostólico – Sede Vacante


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