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Homilía del Te Deum
Corrientes, 25 de mayo de 2010

I. Recordamos agradecidos
1. Nos hemos reunido en esta Catedral para agradecer a Dios el don de la patria. Queremos hacerlo delante de Dios, porque creemos firmemente que la patria es un don de su providencia. ¿A quién si no a Dios –el Autor de la Vida y Señor de la Historia– podríamos agradecerla? Vamos a expresar nuestros sentimientos de gratitud con las palabras del Te Deum, las mismas que utilizaron los hombres de mayo, para agradecer la nueva aurora de libertad para nuestro pueblo: Te Deum laudamus: “A Ti, oh Dios, te alabamos”.
2. A Ti, oh Dios, te alabamos, porque hace doscientos años, en un día como hoy, “el 25 de mayo de 1810, el Cabildo abierto de Buenos Aires dio el primer grito de libertad para nuestra patria. El 9 de julio de 1816, los representantes de las Provincias Unidas en Sud América se reunieron en la ciudad de San Miguel de Tucumán y declararon la independencia nacional.” La libertad es uno de los cuatro valores inherentes a la dignidad de la persona humana y de los pueblos, junto con la verdad, la justicia y el amor. “Ustedes, hermanos, han sido llamados para vivir en libertad” –les recordaba san Pablo a los primeros cristianos–, pero les advertía también: “manténganse firmes para no caer de nuevo bajo el yugo de la esclavitud.”
3. Los llamados “sucesos de mayo” pusieron en movimiento un providencial proceso de emancipación, que luego culminó en la declaración de la Independencia. Fue un proceso dinámico de fidelidad a las propias raíces y de apertura a las nuevas oportunidades que presentaba ese momento histórico. “Es necesario respetar y honrar esos orígenes, no para quedarnos anclados en el pasado, sino para valorar el presente y construir el futuro. No se puede mirar hacia delante sin tener en cuenta el camino recorrido y honrar lo bueno de la propia historia.”
4. En el documento Hacia un Bicentenario reconocemos con gratitud la herencia cultural que hemos recibido, donde “prevalecen valores fundamentales como la fe, la amistad, el amor por la vida, la búsqueda del respeto a la dignidad del varón y la mujer, el espíritu de libertad, la solidaridad, el interés por los pertinentes reclamos ante la justicia, la educación de los hijos, el aprecio por la familia, el amor a la tierra, la sensibilidad hacia el medio ambiente, y ese ingenio popular que no baja los brazos para resolver solidariamente las situaciones duras de la vida cotidiana. Estos valores tienen su origen en Dios y son fundamentos sólidos y verdaderos sobre los cuales podemos avanzar hacia un nuevo proyecto de Nación, que haga posible un justo y solidario desarrollo de la Argentina .
5. Tenemos muchos motivos para dar gracias a Dios. Hemos recibido ese maravilloso espacio geográfico y espiritual que llamamos patria. En particular, por el regalo de esta hermosa porción de tierra abrazada por magníficos ríos y bañada por inmensos esteros en el corazón mismo de su extensa geografía. Estamos agradecidos por nuestro país y por las personas que lo forjaron , pero también por las que lo siguen forjando: tantos hombres y mujeres, jóvenes y niños, obreros y campesinos y profesionales, gobernantes y ciudadanos comunes, que sienten un amor profundo por la patria y lo expresan día a día con su trabajo honesto y perseverante. Agradecer a Dios el don de la patria nos enseña a tener una mirada inclusiva y un corazón abierto a todos.
6. Ser agradecidos no nos exime de reconocer que muchas veces hemos tratado mal y descuidado nuestra patria. No hemos “cultivado la tierra”, cuidándola y haciéndola producir frutos, ni nos hemos ocupado suficientemente de nuestro hermano, al punto de excluirlo de los bienes que deberíamos compartir en justicia y solidaridad. En el Bicentenario de la patria, la gran deuda que tenemos que saldar los argentinos es la deuda social . También nosotros debemos responder a la pregunta que Dios le hizo a Caín: ¿Dónde está tu hermano? ¡Cuántas veces respondimos como Caín!: “No lo sé, ¿acaso soy yo el guardián de mi hermano?” Si como pueblo recordamos excluyendo, es muy probable que como nación nos proyectemos enfrentando. Tomemos en serio el aviso de San Pablo: “Si ustedes se están mordiendo y devorando mutuamente, tengan cuidado porque terminarán destruyéndose los unos a los otros” ¿No es acaso ése el mal que padecemos los argentinos y al que volvemos compulsivamente? Seguimos contando nuestra historia a partir de amigos y enemigos, para reducirla a un relato de buenos y malos, que no conduce a ninguna parte.
7. Mientras nos escudemos en la convicción de que los culpables de lo que nos pasa son los otros, jamás llegaremos a “constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior…”. Porque, “los auténticos cambios sociales son efectivos y duraderos solo si están fundados sobre un cambio decidido de la conducta personal, (…) que de ninguna manera se puede esperar de otros o delegar en las instituciones” . Necesitamos convertir nuestra mirada sobre nosotros mismos y aprender a interpretarnos como un sujeto único, pueblo en doloroso proceso de gestación y con profundos anhelos de sanar las heridas abiertas en nuestra historia, de las cuales también nos sentimos responsables.

II. Todos estamos convocados

9. El proceso que culminó con la declaración de la independencia comenzó en Buenos Aires. A partir del 25 de mayo de 1810 se inició un camino de integración en vista de lograr que el grito de libertad fuera compartido por las demás Provincias Unidas de Sud América. Nos hará mucho bien rescatar ese proceso incipiente de integración y federalismo “que supone la necesaria y justa autonomía de las Provincias y Municipios con relación al poder central.” No habrá patria para todos si no la construimos entre todos. “Creemos que estamos ante una oportunidad única. Pero esta decisión exige una clara opción por reconciliarnos con nuestra historia y abrazarla desde sus inicios, que se remontan al siglo XVI, pasando por la gesta de mayo, la declaración de la independencia y los dolorosos e interminables desencuentros que marcaron los períodos siguientes.
10. Todos estamos convocados a la tarea de cuidar y perfeccionar la patria que recibimos como un regalo de Dios, confiado a nuestra libertad. Podemos aprovecharla, privilegiando la construcción del bien común, o malgastarla con nuestros intereses egoístas y posturas intransigentes que nos fragmentan y dividen.” Es muy oportuna la advertencia sobre la avaricia que escuchamos en el Evangelio. La avaricia es a la riqueza lo que la ambición es al poder. Insensato el hombre que se deja seducir por ellas, porque no las disfruta él ni deja que otros puedan vivir dignamente. Por eso Jesús advierte a la multitud: “cuídense de toda avaricia, porque aún en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas” .
11. La tarea de cuidar y perfeccionar la patria es una tarea de todos los días. Es una tarea que no puede hacerse movidos por intereses individuales o sectoriales. La única motivación válida para realizar esa tarea es hacerla por y con amor. Y el amor es esencialmente inclusivo, por eso busca el bienestar de todos. El que verdaderamente ama la patria, la cuida y colabora en embellecerla. Deseo destacar la feliz iniciativa que se promovió el 8 de mayo pasado con la firma del compromiso del bicentenario. Allí se proponían diez puntos, sumamente prácticos y al alcance de todos, para colaborar en la tarea de hacer la patria, como por ejemplo: hablar bien de ella, festejar las fechas patrias, rezar por ella y por los gobernantes, cumplir las leyes, respetar las normas de tránsito, colaborar en la limpieza, ser solidario, etc.
12. Por otra parte, hay una opinión generalizada sobre la necesidad de establecer políticas públicas para un desarrollo federal, sano y armónico de la Argentina . Pensamos que “no hay democracia posible sin una leal convergencia de aspiraciones e intereses entre todos los sectores de la vida política con miras a armonizar el bien común, el bien sectorial y el bien personal” . Instalar esas políticas requiere la participación y el compromiso de los ciudadanos mediante el diálogo sincero, respetuoso y abierto, condición esencial en la vida de toda familia y de cualquier construcción comunitaria. Nadie puede pensar que el engrandecimiento del país sea fruto de un solo sector aislado del resto.
13. Con ocasión del Bicentenario de la Nación, estimamos prioritarias algunas metas “a la luz del principio de la dignidad inviolable de cada ser humano y de una concepción integral de la persona”. Ante todo, recuperar el respeto por la familia y por la vida en todas sus formas; avanzar en la reconciliación entre sectores y en la capacidad de diálogo; alentar el paso de habitantes a ciudadanos responsables; fortalecer las instituciones republicanas, el Estado y las organizaciones de la sociedad; mejorar el sistema político y la calidad de la democracia; afianzar la educación y el trabajo como claves del desarrollo y de la justa distribución de los bienes. Esto es posible si asumimos las tareas con la esperanza que proviene de nuestra fe en Dios y la buena voluntad de muchos hombres y mujeres que viven con pasión su identidad correntina y están generosamente dispuestos a construir la patria terrenal, con la mirada siempre puesta en la patria del Cielo, hacia donde el amor de Dios nos atrae irresistiblemente.

III. Con la esperanza puesta en Dios

14. Por eso, al iniciar este período jubilar de nuestra patria, recordemos que no tenemos aquí morada permanente y que nuestro destino es Dios. Él es el verdadero fundamento de nuestra fraternidad: “Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos”. Hoy volvemos a repetir la súplica que te hacemos ante la Cruz de los Milagros: “Recuérdanos siempre que el amor todo lo puede; que compartir con los más pobres nos hace misioneros de tu misericordia, y nos muestra el camino que nos lleva al Cielo.” El Apóstol Pablo nos anima a dejarnos conducir por el Espíritu de Dios , para que conozcamos más a Jesucristo y comprendamos mejor que no podemos peregrinar hacia la patria del Cielo, si no nos preocupamos responsablemente de incluir a todos los hermanos y hermanas en esa peregrinación.
15. En el Evangelio que escuchamos hoy, hay mucha sabiduría. El relato muestra la insensatez del que pone su corazón en tesoros perecederos. De esa manera se aísla y destruye sus vínculos con los otros y con Dios. También un pueblo puede caer en esa trampa y marginarse de los demás pueblos. En la carta pastoral, con ocasión de cumplirse el Centenario de la creación de la diócesis de Corrientes, destacaba el valor religioso de la peregrinación, tan arraigado en nuestra gente: “el peregrino se siente miembro de un pueblo que camina, inmerso en medio de tantos hermanos, caminando juntos hacia Dios que los espera. Peregrinar arraiga a los miembros de la familia más en Dios y los reconcilia entre ellos; renueva los vínculos entre los parientes y favorece la amistad con los vecinos y los amigos. Peregrinar juntos también ayuda al encuentro entre los diversos sectores y hace sentir que somos un pueblo que camina en esperanza y con una meta común (…) Peregrinar nos recuerda que la vida es pasajera, que los bienes materiales sirven sólo en cuanto nos ayudan a ser más personas y más amigos con todos; y que el medio ambiente es un lugar que debemos cuidar y cultivar, de modo que sirva y sea apto para el desarrollo integral de las personas y de la comunidad.”
16. El Preámbulo de la Constitución de la Provincia de Corrientes, constituido por un solo párrafo, finaliza colocando bajo la protección de Dios el peregrinar del pueblo correntino con palabras escogidas y precisas: “Nos, los representantes del pueblo de la Provincia de Corrientes, reunidos en Convención Constituyente para la reforma de la Constitución de 1993, con el objeto de consolidar el sistema representativo, republicano y democrático de gobierno, promover el bienestar general, afianzar la justicia, perpetuar la libertad, fortalecer las instituciones, conservar el orden público, garantizar la educación y la cultura, impulsar el desarrollo sostenido, preservar el ambiente sano, afirmar la vigencia del federalismo y asegurar la autonomía municipal, sancionamos y ordenamos, bajo la protección de Dios, esta Constitución”. La reforma de esta Ley vio la luz luego del Pacto de Gobernabilidad, acontecimiento que marcó un hito ineludible en la historia de Corrientes y que está próximo a cumplir una década de su realización. Dios mediante, tendremos ocasión de celebrarlo y de retomar los acuerdos firmados y el compromiso –como se dijo entonces– de “establecer el diálogo y la mediación” como la metodología irrenunciable para la convivencia social y política en nuestra Provincia.
17. Antes de finalizar, quisiera destacar aún más ese ponernos bajo la protección de Dios. Es la frase que da una cabal significación a la totalidad de nuestra Ley provincial. La protección de Dios está encima, como el techo de una casa, para el amparo y la defensa de sus moradores. Dios es como un techo que resguarda, una manta que cubre, una mano que protege y cuida. Dios nos protege y cuida cuando respetamos y cumplimos la ley. ¡Cuánto bien nos haría recordar con más frecuencia el Preámbulo de nuestra Constitución Provincial! Y que en letra bien legible, se lo expusiera al público para darle visibilidad, junto a los signos de nuestra primera evangelización: La Santísima Cruz de los Milagros y la Pura y Limpia Concepción de Nuestra Señora de Itatí, porque “podremos crecer sanamente como Nación si reafirmamos nuestra identidad común.”
18. Para concluir, nos dirigimos a Ella, Tiernísima Madre de Dios y de los hombres, para decirle que nos sentimos felices de tenerla como Madre y recordarla junto a la Cruz de su Hijo, acompañando nuestra historia desde sus inicios. Con Ella queremos seguir construyendo nuestra Provincia de Corrientes y nuestra Patria Argentina, firmemente decididos a hacerlo entre todos y para todos. Confiados le pedimos que atienda las necesidades de su pueblo que ella mejor que nosotros las conoce; y que proteja a nuestros gobernantes, los ilumine y sostenga, para que siempre estén al servicio del desarrollo y bienestar de todos los ciudadanos. Así sea.

Mons. Andrés Stanovnik OFMCap.
Arzobispo de Corrientes



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