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Homenaje Mons. Luis María Niella
Corrientes, 4 de junio de 2010
Rendir homenaje a Mons. Luis María Niella es honrar la figura del primer obispo de la diócesis de Corrientes, que había sido creada hacía poco tiempo antes. Los dos aspectos, tanto el hecho de haber sido el primero, como el de haber sido pastor, nos remite inmediatamente al Pastor con mayúscula y el Primero, en quien todos los demás somos constituidos pastores: Jesús, Buen Pastor. A nada haríamos referencia con este homenaje si desvinculáramos la vida y ministerio de Mons. Niella de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote, que dio su vida para salvarnos.
Este homenaje coincide providencialmente con la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre del Señor y también con la clausura del Año Sacerdotal. Esta feliz coincidencia se convierte en un mensaje importante para nuestra Iglesia centenaria y que podríamos resumir en esta frase: la Iglesia vive de la Eucaristía. En realidad, la Iglesia no podría existir sin la Eucaristía. La Eucaristía hace la Iglesia y por eso, la Iglesia vive de ella. No podría vivir de ella si no hubiera quien la pudiera celebrar. La presencia sacramental del Señor se realiza por medio del sacerdote. Por eso, en el Año Sacerdotal, se nos ha recordado continuamente que la principal tarea del sacerdote es celebrar la Misa y predicar el Evangelio. Esto enriquece aún más el momento que estamos viviendo, porque Mons. Niella fue un obispo profundamente eucarístico y misionero.
El domingo, fiesta del Corpus, vamos a oír que Jesús habló a la multitud acerca del Reino de Dios y devolvió la salud a los que tenían necesidad de ser sanados (cf. Lc 9,11). Y el texto continúa con el relato de la multiplicación de los panes, haciendo una clara alusión al misterio eucarístico. Jesús predicaba y fortalecía a los que creían en él. Ésa es la tarea del pastor: anunciar la Palabra de Dios y alimentar la fe de los fieles con el Pan de Vida. Eso es lo que Jesús nos mandó realizar en su nombre. Felizmente poseemos hermosos testimonios sobre la centralidad eucarística en la vida y en la actividad pastoral de Mons. Niella. Cabe destacar también su preocupación pastoral para que los fieles pudieran participar plenamente de la Eucaristía. Para ello, durante sus visitas pastorales, dedicaba muchas horas a confesar, con frecuencia hasta muy entrada la noche.
No podemos pasar por alto el fervor misionero del primer Pastor de nuestra diócesis. Más allá de sus interminables recorridas por la inmensa y a veces inhóspita geografía –viajes que hoy parecen casi imposibles de realizar con los precarios medios de la época–, deberíamos fijar nuestra atención más bien en aquello que Mons. Niella amó por sobre todas las cosas, para comprender luego su ardor misionero. El obispo Luis María fue un hombre enamorado de Jesucristo. Él fue la razón total de su vida y de su misión. De Él recibía la fuerza para entregarse totalmente a su ministerio episcopal. Y como buen correntino, amó la Santísima Cruz de los Milagros y profesó un amor entrañable a la Virgen de Itatí. Su enorme tarea misionera, se explica porque la vivió completamente entregado a su Señor y confiado en la maternal protección de su Madre.
Nuestra Iglesia, que hoy celebra jubilosa sus primeros cien años de vida, está llamada a una profunda renovación. El homenaje que merecidamente estamos haciendo al primer obispo que la gobernó, nos estimula con su ejemplo a vivir más intensamente nuestra fe en Jesucristo y en su Madre, la Santísima Virgen María, y a renovar nuestro amor por la Iglesia. Que este recuerdo nos ayude a colocar la Santísima Eucaristía en el centro de nuestra vida, para que alimentados por ella, seamos discípulos convencidos del tesoro que tenemos y lo comuniquemos llenos de alegría a los demás, sobre todo, con el testimonio de nuestra vida.
Mons. Andrés Stanovnik
Arzobispo de Corrientes
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