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HOMILIA DE MONS. STANOVNIK

Reinauguración del Templo de Nuestra Señora de la Merced

Hoy tenemos la dicha de reinaugurar este hermoso templo dedicado a la Nuestra Señora de la Merced, Patrona de la Ciudad de Corrientes y Generala del Ejército Argentino; o como se la denominó durante la colonia: “Patrona y Auxiliadora”. Luego, a raíz de los juramentos que le prestaron autoridades y pueblo, se dirigían a ella como “nuestra común Patrona jurada la Santísima Virgen de las Mercedes”. Hoy, su preciosa imagen, nos acompañó presidiendo la entrada a su casa, que ha sido restaurada y luce majestuosamente. A Ella le pedimos, que junto a su Divino Hijo Jesús, presente nuestro profundo agradecimiento a Dios –de quien nos viene todo lo que es bueno– por este templo que hoy contemplamos totalmente renovado. Al mismo tiempo, agradecemos a la autoridad civil del gobierno anterior y del actual, la voluntad de llevar a cabo esta obra, que representa un valioso patrimonio espiritual del pueblo correntino.
Hoy sentimos que las palabras del apóstol Juan nos ayudan a dar sentido y a iluminar este momento. Él ve lo que todos anhelamos contemplar: “Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva” (Ap 21,1). Esa visión se refleja en la nueva Jerusalén, “que descendía del cielo arreglada como una novia”, escuchamos en el texto evangélico. No es difícil trasponer esa visión con la belleza que hoy contemplamos en este templo. Pero la belleza de este recinto de ningún modo se agota en la materialidad de su restauración. La hermosura exterior es símbolo de algo más profundo y superior, de aquello que la mirada del apóstol contempla cuando exclama: “Ésta es la morada de Dios con los hombres: acampará entre ellos. Ellos serán mi pueblo y Dios estará con ellos y será su Dios”. También nosotros queremos ver en esta obra la casa de Dios y de los hombres, el lugar de encuentro, de cercanía, de perdón y de fiesta.
Nuestro pueblo, que posee una fina sensibilidad espiritual, frecuenta con amor los lugares donde sabe que Dios habita. Allí experimenta con mucha intensidad el encuentro con Él. Es verdad, Dios está presente en todas partes, pero para la sensibilidad humana no da lo mismo un lugar que otro, como tampoco le impacta por igual cualquier santuario. Los lugares están cargados de memoria, de personas y acontecimientos, de alegrías y tristezas. Este lugar sagrado recoge la historia de Corrientes desde mediados del 1600. Luego, en el año 1900, se construyó este magnífico templo, donde el pueblo correntino continuó profesando su fe y experimentando, por mediación de la piadosa Madre de las Mercedes, la entrañable misericordia de Dios.
El relato de la Anunciación, que oímos en el Evangelio, nos hace pensar en el modo original y profundamente humano que Dios eligió para hacerse una casa entre los hombres: visitó a María en su casa de Nazaret y “entrando en su presencia” –dice el texto– el ángel la saludó diciéndole: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Por eso, la Santísima Virgen es llamada Casa de Dios, templo de justicia, templo de piedad para nosotros pecadores, templo lleno del Espíritu Santo, que el Padre eligió para su Hijo. Así sucede con nosotros, cuando vivimos en amistad con Dios: nos convertimos en templos del Espíritu Santo. ¡Qué oscuridad y qué aislamiento habrá allí donde no entra la claridad del Espíritu Santo! La refacción que periódicamente debe practicársele a las edificaciones, incluidos los templos, son señales de esa otra reconstrucción más profunda que debemos realizar en nosotros mismos y en la sociedad. Esa reconstrucción debe empezar siempre colocando como valor principal la dignidad inviolable de cada ser humano y la concepción integral de la persona.
Este momento festivo, como toda celebración auténtica, debe ayudarnos a renovar nuestra misión. Si la casa, en su carácter simbólico, es lugar de encuentro, precisamente por ello es también lugar de responsabilidad y compromiso. Eso nos enseña María con la sencilla y comprometida respuesta que le dio a Dios en su casa de Nazaret: “Aquí está la servidora del Señor, hágase en mí según tu palabra”. Las generaciones de correntinos que nos precedieron renovaron su fe y su compromiso en este templo, ante esta bellísima imagen de la Virgen de la Merced. Hoy somos nosotros los que nos encontramos ante ella para renovar nuestra fe en Dios y nuestro compromiso ciudadano. La Patria, que es nuestra casa común, es un don de Dios que debemos cuidar y perfeccionar. El Bicentenario reclama la participación de todos en la tarea de buscar el bienestar para todos, priorizando a los más pobres y a los que más sufren.
Para concluir, y contemplando la belleza de este templo restaurado, sentimos en lo más íntimo de nuestro corazón creyente la realidad hermosa de nuestra Iglesia arquidiocesana que celebra sus cien años de vida. La verdadera belleza de la Iglesia se manifiesta en la santidad de sus hijos. Por ello, que esta reinauguración, despierte en todos nosotros profundos anhelos de ser más santos, hombres y mujeres que se reconozcan por el testimonio valiente de su fe, por vivir alegres en la esperanza y generosos en la caridad, abiertos y respetuosos con todos. Así sea.
Monseñor Andrés Stanovnik
Arzobispo de Corrientes
Corrientes, 9 de junio de 2010

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