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15 de enero de 2012
Saludo a la Virgen Peregrina de Itatí
Segunda noche de la XXII Fiesta Nacional del Chamamé
Quisiera empezar esta breve pausa de meditación saludando a las autoridades provinciales y municipales presentes, a los organizadores de este gran espectáculo de alcance mundial, a ustedes público chamamecero y devoto de la Virgen de Itatí, a todos los amigos y amigas que han venido de los lugares más recónditos de nuestra patria, y aquellos hermanos que nos acompañan de los países vecinos y, quién sabe, aún de más lejos. Es hermoso que ver cómo la poesía y el canto, la música y la danza, y la fe y la religión nos hacen sentir que somos una sola familia humana.
Esta noche, la 22º Fiesta Nacional del Chamamé y 8º Fiesta del Chamamé del MERCOSUR, deslumbra con la presencia de la espléndida imagen de la Virgen Peregrina de Itatí. No hay alma correntina que no vibre de emoción al contemplarla. Ella representa la “síntesis de la correntinidad”, feliz expresión que escuché hace pocas semanas atrás de un correntino servidor público en la primera línea del gobierno provincial. Con gran acierto se reconoce en esta imagen una síntesis original y única de valores que conforman la identidad del pueblo correntino.
Desde la primera evangelización se la reconoce Madre de Dios y Madre de todos los hombres, junto a la Santísima Cruz de los Milagros. La secular devoción, enriquecida por lazos de profundo afecto que le profesó este pueblo por más de cuatro siglos, la convirtieron muy pronto en la Tiernísima Madre de Dios y de los hombres. Inseparables, La Cruz y la Virgen, se abren para que llegue hasta nosotros el Amor de Dios: purísimo en María de Itatí y entregado hasta la muerte en la Cruz de su divino Hijo Jesús. Ante esos dos signos, se hinca la fe del correntino, porque percibe que de allí le vienen gratuitamente, como de una fuente inagotable, la vida plena y la verdadera felicidad.
Esta hermosa imagen no representa una ilusión, no es una fantasía que seduce para olvidar las penurias cotidianas. Todo lo contrario, el peregrino y promesero de Itatí sabe, por experiencia propia, que en ella encuentra consuelo y fortaleza para hacer frente a las innumerables contrariedades que debe enfrentar; le confirma sus hondas convicciones sobre el valor y la dignidad de la vida humana, el respeto a la mujer, la protección al niño, la ayuda al chamigo pobre, la acogida al forastero, el cuidado del ambiente, el sentido de la justicia, el amor a la verdad y, finalmente, entrañas de misericordia con todos.
Cuando se ofende gravemente a la mujer correntina, como sucedió en estos días, el alma de nuestra gente, arraigada en los valores que hacen verdaderamente bella a una mujer, reacciona inmediatamente, porque no soporta que la discriminen y la expongan como mercancía para el espectáculo. ¿Quién se atrevería a colocar en el escenario a su madre o a su abuela; a su esposa o a su amiga; a su hija o a su hermana, para ofrecerla como objeto que se mira, se usa y se tira? Jamás permitamos que se humillen y deshonren las dimensiones más personales y profundas que hacen a la dignidad de la mujer en su condición de hija, hermana y amiga; de esposa, madre y abuela.
¡Qué hermoso es poder expresar con la música y la danza la emoción de sentirnos vivos, la gratitud de amar y ser amados, y la alegría de esperar y de creer! La razón se ilumina con la fe y la fe se purifica con la razón, afirmó el Papa Benedicto XVI. Inspirados en esa palabra, nosotros podemos decir esta noche que la fe es a la razón, como la música es a la letra. La letra permanece fría si la música no la enciende con el canto y la danza. Esto también se refleja en la emocionante danza del chamamé: para bailarlo han de encontrarse el varón y la mujer, ambos complementarios, inconfundibles e irremplazables, como la razón y la fe, la letra y la música.
No basta sólo la razón para darnos cuenta de lo que está bien y lo que está mal. Es necesaria la fe, esa luz que nos viene de lo alto y nos recuerda constantemente que somos peregrinos, que de Dios venimos y hacia Él vamos. Cuando el hombre separa lo inseparable se daña a sí mismo y se pierde. Es como si quisiera bailarse la vida solo. María de Itatí es la Madre que nos protege de la tentación de esa danza solitaria o de una danza sólo para unos pocos.
Como “síntesis de la correntinidad”, la imagen de la Virgen Peregrina de Itatí, representa la gran inclusión, como sólo puede hacerlo un corazón de madre que abraza a todos sus hijos: al creyente y al agnóstico, al allegado a estas tierras y al que tuvo que emigrar en busca de mejor fortuna. Ella es la imagen de la ternura que Dios, mediante su Hijo Jesús, derrama amorosamente sobre todas sus creaturas, hasta el extremo de la Cruz. No hay amor más grande y más inclusivo, que ése. ¡Cómo no vamos a cantarle con todo nuestro ser y convertirlo en danza chamamecera, para despertar los sentimientos más puros y más nobles que Dios sembró en el alma correntina!
Los invito a concluir este homenaje espiritual a nuestra Madre, con la oración más hermosa que conocemos a la Virgen de Itatí: “Tiernísima Madre de Dios y de los hombres…”
Y que la bendición de Dios Todopoderoso, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, descienda sobre todos ustedes y permanezca para siempre. Amén.
Mons. Andrés Stanovnik OFMCap.
Arzobispo de Corrientes
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