PRENSA > HOMILÍAS

15 de agosto de 2012

Homilía para la Misa de bodas de diamante de la Capilla Nuestra Señora de la Asunción de Tabay

Tabay celebró ayer, los 75 años de la llegada del Virgen, que dio origen a la devoción del pueblo y la creación de la capilla.

Hoy concluimos la novena en honor a la Virgen Patrona de esta localidad, que este año celebra las Bodas de Diamante de la llegada de la imagen al Pueblo. La imagen de la Virgen Patrona representa a Nuestra Señora de la Asunción que en un día como hoy, hace 75 años fue traída a este pueblo. A partir de entonces, sus feligreses la veneran sin interrupción y con gran devoción, como se puede apreciar también en este magno aniversario que estamos conmemorando, con la presencia de autoridades provinciales y municipales, y una gran concurrencia de fieles.

Cuenta la historia que la Capilla estaba ubicada en el centro de lo que es hoy la plaza del pueblo y que cierto día fue derribada por una tormenta. Como la gente de la colonia necesitaba un lugar donde rezar, algunas familias ofrecieron sus casas para que allí se hicieran las plegarias, entre ellas estaban las casas de Doña Mercedes Ojeda, Vicenta Ojeda de Pirola y Ambrosia Sánchez. Con el tiempo, se les ocurrió comprar una imagen de la Virgen, por un valor que hoy sería aproximadamente de 9000 pesos. Con la colaboración de todos los habitantes del pueblo, una vez reunida la suma, adquirieron la imagen en Buenos Aires. Transportada hasta Chavarría en tren, hizo desde allí el recorrido en carreta hasta Concepción. Luego se trasladaría a la casa de una vecina de Tabay, de nombre Lila Cuenca, para ser llevada luego a las instalaciones de la Escuela Nº 399, hoy Escuela María Angélica Arbo de Borjas Nº 799. Según relatan, la imagen habría llegado a Tabay un 15 de agosto del año 1937. El arribo de nuestra Madre fue acompañado de gauchos, jinetes y paisanos en multitudinaria procesión. Por este motivo, año tras año el pueblo de Tabay celebra su Fiesta Patronal en esta fecha. Hasta aquí lo que cuenta la historia.

Para dar mayor realce a este aniversario, la comunidad católica de Tabay tuvo la excelente iniciativa de realizar un mural en la fachada del templo. Además de ser una obra artísticamente muy bien lograda, brinda a los ojos del creyente una escena de capital importancia para la fe cristiana. En efecto, la obra representa la Última Cena de Jesús con sus discípulos. Alguien podría preguntarse porqué optaron por representar la Última Cena, si la Capilla está bajo la advocación de Nuestra Señora de la Asunción. Tal vez lo más normal hubiese sido colocar allí una imagen de la Asunción de la Virgen. Sin embargo, considero muy acertada la elección de la Última cena, no sólo porque la forma que presentaba el espacio físico favorecía esa escena, sino también porque el hecho de la Asunción de María está relacionado con el Triduo Pascual, que va del Jueves Santo hasta la madrugada de la Resurrección. Recordemos, además, que María estuvo reunida con los Apóstoles en el Cenáculo, a la espera del

Espíritu Santo prometido, allí mismo donde unos días antes habían celebrado la Última Cena.

El maravilloso misterio de la Asunción de la Virgen en cuerpo y alma al cielo, como meditamos en el cuarto misterio glorioso del santo Rosario, está íntimamente vinculado al Misterio pascual, que celebramos anualmente y cada vez que los creyentes nos reunimos para celebrar la Santa Misa, especialmente los domingos en el templo. La capilla, como acostumbramos a llamar al templo donde se reúne la comunidad que, junto con otras, forma parte de la comunidad parroquial, es el lugar donde nos encontramos para celebrar la Eucaristía. Allí los hijos de Dios, destinados a resucitar con Jesús, nos alimentamos y fortalecemos con el Pan de Vida. El mural que está a la vista de todos, es un permanente llamado y una cordial invitación a sentarse a la mesa que el Señor Jesús nos prepara, para escuchar su Palabra y recibir el Pan eucarístico.

El fundamento de nuestra fe es la resurrección de Jesús de entre los muertos. Si Cristo no resucitó, es vana nuestra fe. Él murió, resucitó y ahora está vivo para siempre. Dios tomó la carne de María, del seno purísimo de la Virgen, se hizo hombre verdadero sin dejar de ser Dios. Esa ‘carne’ de Dios, muerta por nuestros pecados, no se corrompió, sino que Dios la resucitó y es ahora ‘carne gloriosa’. María, concebida sin pecado y por su total obediencia al plan divino, le dio cuerpo a Dios, se convirtió en Casa de Dios, Arca de la Alianza, Puerta del Cielo. Por eso, ella preservada del pecado, no sufrió la corrupción de su cuerpo sino que fue ‘asunta’, es decir llevada en cuerpo y alma al Cielo. Pero esto sucedió como consecuencia de la victoria de Jesús sobre el pecado y la muerte. Jesucristo resucitado está a la derecha del Padre y al mismo tiempo, presente en medio de nosotros. Por eso los hombres tenemos esperanza de una profunda transformación de nuestra vida entera: cuerpo y espíritu, por la gracia de Dios. Esto no es una mera idea, esto ya empezó y se está desarrollando maravillosamente. El anticipo lo tenemos en María asunta en cuerpo y alma al cielo, transformada y gloriosa, por su apertura y disponibilidad total a Dios. Esa verdad la vemos realizada en los santos y santas: hombres y mujeres transformados por el amor de Dios y heroicamente dedicados al servicio de los demás.

El motivo tan acertado que ustedes pensaron para ese mural, es una brillante catequesis que entra por los ojos y que representa la misión que tiene la comunidad católica de Tabay: ser una “Iglesia casa y escuela de la comunión”. Esa Iglesia se debe reflejar en la vida de cada familia cristiana de este pueblo. En el mural vemos cómo Jesús ‘parte’ su vida: por “ustedes” –dice–, es decir, entrega su cuerpo y su sangre para que tengamos vida y para nuestra salvación. Él nos da el ejemplo para que nosotros, por la fuerza de su Palabra y su Cuerpo que comulgamos, vivamos nuestra vida ‘partiéndola’, ante todo, en el

matrimonio y en la familia. La primera bendición de Dios empieza con el don de la vida que recibimos en una familia. Por eso, la familia es la primera escuela donde se aprende a reconocer los dones que recibimos de Dios. Un modo muy sencillo y profundo para expresar el agradecimiento a Dios por todo lo bueno que de él recibimos es bendecir la mesa. En la familia se aprenden muchas virtudes: por ejemplo, a decir «gracias». Es un aprendizaje indispensable para la vida. Si el niño no aprende a agradecer, luego como adulto lo único que sabrá hacer es exigir y sentirse con derecho a todo. El que sabe reconocer y agradecer los dones recibidos de Dios, también pone los suyos a disposición de los demás y aprende a valorar a sus semejantes.

Ese mural, que fue puesto a la vista de todos, convierte a este pueblo también en una gran escuela de ciudadanía, que tiene delante ese gran ‘pizarrón’ con la representación de la Última cena. El mensaje de ese cuadro nos recuerda a todos, católicos y no católicos, pero muy especialmente a todos los creyentes en Cristo, que el hombre es ‘más hombre’, es decir se humaniza, cuando colabora solidariamente en las iniciativas que favorecen al desarrollo material y espiritual del pueblo; cuando se preocupa realmente de los grupos humanos más frágiles de la comunidad, como son los niños y los ancianos; el pueblo progresa integralmente cuando sus dirigentes entienden que su función pública es estar al servicio de las necesidades de la gente y cumplen con su cometido. La escena sagrada, que estará permanentemente delante de nuestros ojos, deberá recordarnos que todos somos corresponsables de la vida común, autoridades y ciudadanos, y todos debemos hacernos cargo, cada uno desde su lugar, para hacer de este pueblo una comunidad de paz, de fraternidad y de bienestar para todos. Sin olvidar que el camino hacia una vida más plena y feliz pasa inevitablemente por el ‘camino estrecho’ de ponerse al servicio de los otros.

El Año de la fe es una gran oportunidad para redescubrir la belleza y profundidad de nuestra fe. Queremos responder con entusiasmo a la convocatoria que nos hace el Papa con el anuncio de un año dedicado a pensar y reflexionar sobre la fe. En nuestra arquidiócesis lo vamos hacer inspirados en el lema: La Cruz y la Virgen, puerta de la fe. En esos signos descubrimos la misteriosa fuerza de fe, de esperanza y de amor que necesitamos para iluminar nuestra vida familiar y social. El Año de la fe, que vamos a iniciar el próximo 11 de octubre, nos debe llevar a conocer más la fe que profesamos, que celebramos, vivimos y rezamos en nuestra vida diaria, para sentir la alegría de creer y de pertenecer a la Iglesia Católica, y comunicar esta experiencia a otros, a los que se alejaron y a aquellos que todavía no escucharon hablar de Jesús y de su Iglesia. Amén.

Mons. Andrés Stanovnik OFMCap.
Arzobispo de Corrientes

ARCHIVOS