PRENSA > HOMILÍAS

 Saludo a los Peregrinos y Peregrinas Trabajadores

 San Cayetano, 3 de agosto de 2014

 
  Siento mucho no poder acompañarlos personalmente en esta Peregrinación de los Trabajadores. Pero les prometo que los recordaré mucho y rezaré por todos ustedes, uniéndome espiritualmente a esta peregrinación. Ese día estaré participando de un congreso internacional sobre la Familia. ¿Cómo no recordarlos en ese momento ya que el trabajo está tan estrechamente vinculado a la Familia?
El trabajo le da dignidad a la persona y sostiene la vida de la familia. Sin trabajo digno no se puede esperar que haya desarrollo social y económico en una comunidad. Cuando no hay trabajo o peor aún, cuando se vive sin trabajar, se quiebra una base fundamental de la persona y la comunidad. Jesús, que sabe lo que es necesario para vivir dignamente y para que la persona y la comunidad se desarrolle en paz y con justicia, pronunció esa frase que nos enseña mucho: “Mi Padre trabaja siempre, y yo también trabajo”. Con esa revelación, quiso mostrarnos que el hombre, para ser imagen y semejanza de Dios, debe trabajar, así como Dios también trabaja.
La Madre de Jesús era igualmente una mujer trabajadora. No podía ser de otro modo, María es el fiel reflejo de la servidora del Señor que se dispuso entera a colaborar con la obra del Espíritu Santo. También San Cayetano fue un hombre de Dios que vivió completamente entregado al servicio de sus hermanos. El trabajo es un verdadero don de Dios Creador, que hizo participar a sus criaturas de la obra de la Creación. Por eso, ante todo, damos gracias a Dios por el trabajo. Pero al mismo tiempo, le suplicamos que nos ayude a no perderlo, que nos enseñe a vivirlo en espíritu de servicio, y pedirle la gracia de que todos puedan acceder a un trabajo digno y remunerado justa y equitativamente.
Sabemos que el pan, el trabajo, la familia y la paz, van juntos. Un salario suficiente permite a la familia mantenerse y vivir dignamente. Y sobre todo, para que la familia pueda cumplir con una de las tareas más importantes: crecer en la fe e iniciar a sus hijos en el amor a Dios y a sus hermanos. Donde falta el trabajo no hay pan ni hay paz, y la familia empieza a desmoronarse. Por eso es importante pensar en la gran responsabilidad que tienen las personas que brindan trabajo, las instituciones que lo aseguran y promueven, y los mismos trabajadores, para haya trabajo digno para todos. El normal desarrollo y estabilidad de la familia depende en gran parte del trabajo. Y donde el Estado brinda suficiente protección a la familia y le garantiza el trabajo, toda la comunidad goza de seguridad y se desarrolla en paz.
Nuestra mirada creyente se dirige hacia San Cayetano. A él le damos infinitas gracias por el trabajo que tenemos; a la vez, le suplicamos de todo corazón por aquellos que no tienen trabajo o trabajan en condiciones que no son dignas de un ser humano; Al santo del pan y del trabajo, le presentamos con dolor la realidad tan extendida de los que viven sin trabajar y le pedimos que nos ayude a darnos cuenta del daño que eso provoca en las personas y en toda la comunidad. Por último, le rogamos a San Cayetano, junto a María del Itatí, que nos dé un corazón nuevo lleno de entusiasmo y de fortaleza para trabajar por una cultura del encuentro y de la amistad, en la firme esperanza de que es posible un mundo más fraterno, más justo y más solidario para todos. Amén.

Mons. Andrés Stanovnik OFMCap.
Arzobispo de Corrientes

Foto gentileza.


ARCHIVOS