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Homilía en la Misa de clausura de los 40 años de la Renovación Carismática Católica

Corrientes, 20 de diciembre de 2014

Nos hemos reunido hoy para celebrar la Eucaristía y para dar gracias a Dios por los 40 años de la Renovación Carismática Católica en nuestra arquidiócesis. Bendito sea Dios por esta poderosa corriente de gracia que fue atravesando la vida de tantas personas que se acercaron a los grupos de oración, se convirtieron a Cristo y se entusiasmaron a ser cada vez más discípulos y misioneros en la Iglesia.
La Renovación Carismática Católica de la Diócesis de Corrientes dio sus primeros pasos durante la década de 1970. El instrumento para que esta corriente de gracia llegara a suelo correntino fue el padre Alberto Ibáñez Padilla SJ, quien junto con el P. José Valpuesta, también sacerdote jesuita, organizan la primera Convivencia con Cristo, evento espiritual se realizó en la vecina ciudad de Resistencia el 24 de mayo de 1974.
Fruto de esta experiencia espiritual intensa, surge el primer grupo de oración en la ciudad de Corrientes, con el nombre “Presencia Divina”, al que acompañó espiritualmente el Padre Aurelio Kühn, OFM. A esta Corriente de gracias se le daba la denominación de Movimiento de Renovación Espiritual, que luego pasó a llamarse Movimiento de Renovación Carismática Católica, siendo su primera Coordinadora la Sra. Clara M.G. De La Vega.
Con el correr de los años y bajo la mirada pastoral del Arzobispo Monseñor Fortunato Antonio Rossi, se realizó por primera vez la elección del equipo Coordinador, hecho que acontece en el año 1985, en la sede Arzobispal. En este período la Renovación Carismática Católica recibe un impulso importante.
A lo largo de estos 40 años la Renovación Carismática de la Diócesis de Corrientes fue visitada por personas de renombre en el movimiento: el primero fue el P. Diego Jaramillo, la hermana María José, el Padre Darío Betancourt, María Armenteros de Sanjovanni, el Padre Conrado Mirke SAC, el Padre Isidro Álvarez, Padre Jaime Burka, el Padre Patricio Gámez y la cantante y predicadora de Puerto Rico Martha Reyes, entre otros.
Recordemos agradecidos nuestra historia tan bendecida por Dios. El pasado 16 de noviembre, a los pies de la Virgen de Itatí, se iniciaron los festejos de este aniversario y hoy se concluyen aquí en la Iglesia catedral. Esta solemne clausura coincide providencialmente con la cercanía de la Navidad, cuando nuestra esperanza va llegando a su punto culminante ante la expectativa de Jesús que viene para establecer definitivamente su tienda entre nosotros.
La Palabra de Dios, que siempre es palabra que da vida –poder de Dios que ilumina y fortalece nuestra fe–, nos brinda en el Evangelio de hoy un sencillo y conmovedor relato del momento en el cual María de Nazaret es visitada por el Ángel. El mensajero de Dios le anuncia qué va a suceder en ella mediante la acción del Espíritu Santo, y cuáles serán sus consecuencias. María se sorprende porque la propuesta de Dios no coincidía con sus expectativas y, además, superaba cualquier entendimiento. Por eso, pregunta. Sin embargo, a pesar del desconcierto inicial, María no huye, no se rehúsa y no busca escusas. Ella acepta y obedece libremente: “Yo soy la servidora del Señor, que se haga en mí según tu palabra” (Lc 1,38).
A la luz de la aceptación y obediencia de María, quisiera recordar el lema que la Renovación Carismática eligió para orientar la reflexión, oración y actividades que se fueron desarrollando durante el breve, pero intenso período de conmemoración: “Alegres en el Espíritu, renovemos la comunión y misión”. La Anunciación fue para María un momento privilegiado de comunión, pero al mismo tiempo, difícil y sufrido. La propuesta de Dios, además de desconcertarla, colocaba en serios aprietos su noviazgo con José. Con todo, María no duda, no tambalea su confianza en Dios, no pregunta sobre el “qué”, sino sobre el “cómo” puede cumplirse la promesa, por eso pregunta cómo podrá ser eso. Sin embargo, María confía en Dios aun en los momentos de dolor y de oscuridad que tuvo que atravesar. María es la mujer que maduró en la comunión y por esto también es la mujer de la misión.
El proceso de comunión, cuando es auténtico, se va abriendo casi espontáneamente hacia la misión. Y la prueba de que la comunión y misión están en el camino evangélico y eclesial, es la alegría en el Espíritu. Esto lo contemplamos maravillosamente realizado en María de Nazaret. Las palabras del Ángel lo confirman cuando le anuncia que “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra” (Lc 1,35). La alegría en el Espíritu se expresa luego de un modo desbordante cuando las dos primas, María e Isabel, se encuentran y comparten aquello que en ellas ya se convirtió en misión: una dará a luz al Precursor, la otra al Mesías, ambas unidas en la misma misión que Dios le ha confiado.
¿Cuál es la tentación a la que está expuesta la persona que desea vivir alegre en el Espíritu y dispuesta a renovarse cada día en la comunión y la misión? La tentación de siempre: la división, el enfrentamiento entre los grupos, el ansia de poder y de protagonismo, y la envidia, que debilitan la comunión y enfrían el espíritu de la misión. Es la tentación de hacer las cosas por cuenta propia y no estar dispuesto a llevar la cruz de Jesús. Renovarse y recuperar la alegría en el Espíritu, es pedir la gracia de abrazar de nuevo la cruz de Jesús, y estar dispuesto a dar la vida para que ‘todos sean uno’ (Jn 17,21).
El lema que ustedes eligieron tiene un verbo que pone en movimiento toda la frase: “renovemos”. “Alegres en el Espíritu, renovemos la comunión y la misión”. La acción de renovarse está precedida por un estado del espíritu: “alegres”, alegres en el Espíritu. No se puede renovar nada, si no dejamos que el Espíritu Santo nos llene con el gozo de su presencia. Pero, ¿cómo lo hace? El Papa Francisco lo dijo muy bien en su reciente Exhortación: “Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría… Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso”. La renovación pasa por el encuentro con Jesús y la comunión con Él nos lleva a la comunión en la Iglesia. Por eso, también la Iglesia se renueva en el encuentro con Jesús y recobra la alegría de evangelizar.
Contemplemos a María, la Madre de Jesús, y aprendamos de ella a tocar la carne de Cristo en la Iglesia y amarla en los hermanos y hermanas concretos que concurren a los diversos grupos de oración. Dejémonos renovar profundamente por el Espíritu Santo, para que alegres en el Señor, salgamos a anunciar que Dios ama a todos, que su misericordia no tiene límites, y que con Él todo cambia para bien de todos. Alegres en el Espíritu, renovemos la comunión y misión. Amén.

Mons. Andrés Stanovnik OFMCap.
Arzobispo de Corrientes



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