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Homilía en la Misa Crismal

Corrientes, 1 de abril de 2015

Esta Misa que celebra el Obispo con su Presbiterio –signo de unidad y cooperación de los presbíteros con el Obispo– se la denomina Misa crismal, porque en ella se consagra el santo crisma con el cual se unge a los recién bautizados, los confirmados son sellados, y se ungen las manos de los presbíteros, la cabeza de los obispos y la iglesia y los altares en el momento de su dedicación. También se bendice el óleo de los catecúmenos para los que se disponen al Bautismo; y el óleo de los enfermos para que reciban el alivio en su debilidad. La consagración y bendición de estos elementos –componentes esenciales para el ejercicio de nuestro ministerio– nos ofrece el marco propicio para la renovación pública de las promesas sacerdotales, acto que realizaremos apenas concluida la homilía.
A propósito de la renovación de las promesas sacerdotales, quisiera destacar y agradecer la numerosa y cálida participación de fieles que vienen acompañando a sus sacerdotes todos los años con ocasión de esta misa. La presencia de ustedes, queridos hermanos y hermanas, habla del afecto sincero y el aprecio que ustedes manifiestan por sus sacerdotes, como también la gratitud que sienten por el servicio espiritual que ellos les brindan. Doy gracias a Dios, junto con todos los sacerdotes, por ustedes y les pido que recen por todos nosotros para que seamos fieles en nuestro ministerio y por el aumento y la perseverancia de las vocaciones sacerdotales.
Nos encontramos, además, en el Año de la Vida Consagrada. Nos alegramos ante todo por el testimonio de tantas hermanas y hermanos consagrados que enriquecen con la santidad de sus vidas y con su servicio pastoral a nuestra comunidad diocesana. No hay nada en el mundo que se pueda comparar a la alegría de consagrarse a Dios y dedicar la totalidad de la propia vida a los demás. Los invito a que hagamos nuestras las palabras del Papa Francisco a la vida consagrada: “Invito a todos a unirse en torno a las personas consagradas, a alegrarse con ellas, a compartir sus dificultades, a colaborar con ellas en la medida de lo posible, para la realización de su ministerio y sus obras, que son también las de toda la Iglesia. Háganles sentir el afecto y el calor de todo el pueblo cristiano”. Recemos este año con mayor fervor por las vocaciones a la vida consagrada.
Presbíteros, misioneros alegres y misericordiosos
En estos días hemos recibido las “Orientaciones pastorales para el período 2015-2017”, ofrecidas por los obispos de la Comisión Permanente de nuestro episcopado, y dirigidas a todos agentes de pastoral. En ellas se entregan algunos contenidos y prioridades pastorales y misioneras para los próximos años. En el encuentro que tuvimos esta mañana, introducido con un momento de adoración al Santísimo, se le entregó a cada sacerdote un ejemplar de esas Orientaciones. La clave para entenderlas es la expresión del Papa Francisco cuando nos pide ser discípulos y misioneros de Cristo para una Iglesia “en salida”, con una invitación muy clara: “Espero que todas las comunidades procuren poner los medios necesarios para avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están” (EG 25).
A la invitación de colocar toda la pastoral en dimensión misionera, se añaden dos notas que deben distinguir a la Iglesia “en salida”: la alegría y la misericordia. La alegría de creer en Jesucristo debe reflejarse en especial a través de una pastoral de la misericordia. En otras palabras, se nos pide a todos que seamos misioneros alegres y misericordiosos, que lleven el amor de Jesús a las calles y plazas, a las casas de los vecinos, haciendo que el barrio, la ciudad o pueblo se transforme en un gran santuario donde las personas se traten bien, se ayuden unos a otros, y todos puedan encontrarse con el Dios que los ama.
En esta animación misionera alegre y misericordiosa tenemos un papel irremplazable los presbíteros y diáconos, a quienes las Orientaciones dedican varios números. Allí se nos recuerda que nuestra entrega sacerdotal tiene su centro e impulso en la Caridad pastoral. La Caridad pastoral unifica la vida ministerial, porque invita a encontrar en todo lo que se hace, una sola y única intención: dar la vida por amor, a Dios y a los hermanos, como lo hizo Jesús. No hay otra motivación para vivir con alegría y fidelidad nuestra vida y ministerio sacerdotal. Así lo entendió y lo vivió el Beato Cura Brochero, servidor ejemplar del evangelio y del pueblo de Dios en nuestra patria.
Por otra parte, tenemos noticia de que el Sínodo de la Familia está en marcha. Por eso, entre las áreas pastorales que destacan las Orientaciones se encuentra la Pastoral familiar. En este contexto se menciona la segunda etapa del Sínodo, cuyo tema “La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo”, compromete a los pastores y a todos los agentes de pastoral a ser creativos para encontrar los caminos que ayuden a los novios a descubrir la belleza de la vocación matrimonial y a las familias, apreciar la riqueza de la misión que tienen como escuela de vida fundada en el amor de los esposos, y como ‘Iglesia doméstica’, lugar de encuentro con Jesús y de aprendizaje de amor, de misericordia y de perdón. También aquí los presbíteros tenemos un enorme desafío para poner en práctica la caridad pastoral, tanto en la animación de la pastoral familiar, como en el acompañamiento cercano y misericordioso de los matrimonios y las familias.
Caridad pastoral, iniciar a la vida cristiana
Iniciar a la vida cristiana a los fieles que están cerca, a los que se alejaron y a los que no escucharon el anuncio de que Jesús vive, es el gesto de caridad pastoral más precioso que estamos llamados a dar. En la Iglesia todos, sacerdotes, religiosos y laicos –a la vez que debemos crecer en la conciencia de la necesidad de ser iniciados– tenemos que darle a nuestro caminar, como nos enseña el Papa Francisco, el ritmo sanador de cercanía, con una mirada respetuosa y llena de compasión, pero que al mismo tiempo sane, libere y aliente a madurar en la vida cristiana.
Hace exactamente un año, en la Misa Crismal, anunciábamos la realización de la primera “Asamblea arquidiocesana sobre la Iniciación a la Vida Cristiana, una iniciación a la comunión y a la misión”. Hoy damos gracias a Dios porque la preparación de esa Asamblea está en marcha. Quisiera destacar la eficiente y abnegada tarea que vienen haciendo los miembros de la Comisión en este camino de preparación, y al mismo tiempo mencionar la activa participación y el entusiasmo de las comunidades parroquiales, y de los diversos movimientos e instituciones. Con la colaboración de todos ustedes, hemos concluido la etapa que llamamos del ‘ver’, es decir, de mirar con los ojos de la fe aquello que efectivamente estamos haciendo para iniciar a nuestros hermanos en la vida cristiana, lo que aún nos falta y lo que no estamos haciendo bien y tenemos que mejorar o cambiar.
Hoy les anuncio el inicio de la segunda y tercera etapa de preparación de la Asamblea. A estas etapas las llamamos el momento del ‘juzgar’ y del ‘actuar’. De este modo, llegaremos a la Asamblea misma que, Dios mediante, se realizará en el mes de octubre próximo. La etapa del ‘juzgar’ consiste en dejarnos iluminar por lo que nos enseña la Palabra de Dios y el Magisterio de la Iglesia sobre la Iniciación cristiana, para que iluminada nuestra mente, comprendamos bien de qué se trata cuando hablamos de Iniciación cristiana. Entonces, vista la realidad de nuestra iniciación cristiana con sus luces y con sus sombras e iluminados por la enseñanza de la Iglesia, buscaremos juntos los criterios, las modalidades y las acciones que necesitamos hoy para iniciar a nuestros hermanos en la fe cristiana.
Como lo hicimos con el paso del ‘ver’, también para los dos pasos siguientes se les enviará un subsidio para orientar la tarea en las respectivas comunidades. Al concluir este punto, recordemos que con nuestra vida y nuestras actividades queremos responder a lo que Dios quiere, por eso es muy importante que acompañemos con la oración estas actividades, especialmente con la oración a la Cruz de los Milagros y a la Virgen de Itatí, al iniciar y concluir nuestras reuniones de trabajo.
Renovar las promesas sacerdotales, don y tarea
En unos instantes más vamos a tener la gracia de renovar nuestras promesas sacerdotales. Poder renovarlas, es ante todo un don del amor fiel de Jesús Buen Pastor. Por eso las renovamos profundamente agradecidos por el don tan grande y tan inmerecido de haber sido llamados a vivir nuestra vida como sacerdotes. Pero también renovamos las promesas sacerdotales muy conscientes de nuestra fragilidad y sabiendo al mismo tiempo la delicada y enorme responsabilidad que ello significa.
Nos encomendamos a la oración ferviente y perseverante de todos ustedes que nos acompañan esta noche en la renovación de nuestras promesas. Ayúdennos a vivir con humildad y coherencia nuestro ministerio. No duden en advertirnos a tiempo de los peligros a los que estamos expuestos. Dar un consejo en el momento oportuno es un gesto de caridad, de misericordia y de cercanía que agradeceremos toda la vida.
También para nosotros, presbíteros, cabe recordar que cultivar y vivir maduras y profundas amistades sacerdotales es fuente de serenidad y de alegría en el ejercicio de nuestro ministerio. Las amistades verdaderas entre nosotros son una ayuda decisiva para superar dificultades. Al mismo tiempo, una auténtica amistad sacerdotal, a la vez que motiva a vivir con alegría y generosidad la caridad pastoral, sensibiliza el corazón sacerdotal para ejercitarla de un modo particular con aquellos hermanos en el sacerdocio, que se encuentren necesitados de comprensión y de apoyo fraterno.
Felices de poder renovar nuestras promesas y acompañados por el efecto y la oración de todos ustedes, nos confiamos a María de Itatí, tierna Madre de Dios y de los sacerdotes, para que ella tome bajo su cuidado maternal nuestra vida y ministerio, y nos conceda el aumento y la perseverancia de las vocaciones sacerdotales y religiosas.

Mons. Andrés Stanovnik OFMCap
Arzobispo de Corrientes



NOTA:
a la derecha de la página, en "Otros archivos", el texto de la HOMILIA MISA CRISMAL en formato de word.



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