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 Homilía con ocasión de la inauguración del primer Cinerario en la Arquidiócesis

 Corrientes, Santuario de la Cruz de los Milagros, 15 de mayo de 2015

 
   Nos hemos reunido esta tarde para celebrar la Eucaristía y luego, al finalizar, nos vamos a dirigir al atrio del templo donde bendeciremos el Cinerario. La Eucaristía nos brinda el mejor marco para comprender sentido que tiene bendecir el lugar donde se depositan las cenizas de nuestros difuntos.
A propósito de la muerte, me gusta recordar una frase de la obra de Leopoldo Marechal, llamada Antígona. Esta, ante la acusación de que su hermano traicionó a su casa, yéndose con los indios, responde: “Yo solo sé que Ignacio Vélez ha muerto. ¡Y ante la muerte habla Dios, o nadie!”.
Quisiera destacar la última frase: “Ante la muerte habla Dios, o nadie”. En efecto, ante la muerte se acaban las palabras humanas y sobreviene el silencio. Con la muerte, mueren también las palabras, aun las de aquellos que acompañan la última estación del difunto. Solos no alcanzamos a explicar la muerte. Ante la muerte habla Dios, o nadie.
Y Dios habla. El hombre, si quiere sobrevivir está obligado a escuchar. La Palabra de Dios es palabra de vida. La fuerza de esa palabra no se detiene ante el límite de la muerte. Al contrario, es allí mismo donde resuena con toda su potencia. Jesús, el Hijo de Dios, llegó hasta ese límite y rompió sus ataduras, para ser Señor de vivos y muertos.
A Él, el Cristo, es a quien celebramos victorioso sobre el pecado, la muerte y el mal, como rezamos en la Oración ante la Cruz de los Milagros. Ante el silencio y el sinsentido de la muerte, Jesús se revela a sí mismo y exclama: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera vivirá” (Jn 11,25). Él es nuestra Pascua, con Él pasamos de la muerte a la vida, del pecado a la gracia, de este mundo al Padre.
Ante la muerte habla a Dios, o nadie. Hay que estar atento a su palabra. Por eso, en el Evangelio escuchamos que Jesús nos invita a la vigilancia. Lo hace recurriendo a imágenes: “estén con la ropa ceñida y las lámparas encendidas”; “estén velando”; “estén preparados”. Todas estas imágenes dan a entender que es necesario estar atento, que hay que hacer un esfuerzo para mantenerse en vigilia y estar pronto al servicio.
San Pablo le escribe a Timoteo y le asegura que “Esta doctrina es digna de fe: Si hemos muerto con él, viviremos con él. Si somos constantes, reinaremos con él” (2Tm 2,11-12a). Aún más, la promesa de Jesús nos garantiza que ese esfuerzo y esa constancia serán recompensadas con creces: “¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlo” (Jn 12,37).
El cementerio o el cinerario, donde descansan nuestros seres queridos es, sobre todo, un lugar de esperanza, pero también de recogimiento. Allí renovamos nuestra fe en la resurrección de Jesucristo y nos comprometemos a vivir atentos con las lámparas encendidas, para iluminar nuestra vida con gestos de servicio, de misericordia y de perdón.
Ayer por la mañana, el Papa Francisco habló sobre la vida de la familia, la vida real, la vida cotidiana. Sus palabras nos ayudan a entender cómo se hace para nuestras lámparas permanezcan encendidas; o también, qué debemos hacer para vivir en la vigilancia cristiana. El Santo Padre proponía que se escriban sobre la puerta de la casa tres palabras que ya había utilizado otras veces: permiso, gracias, perdón. Y decía que esas palabras son “Más fáciles de decir que de poner en la práctica, pero absolutamente necesarias. Son palabras vinculadas a la buena educación, en su sentido genuino de respeto y deseo del bien, lejos de cualquier hipocresía y doblez.
Y continuaba explicando que “La palabra Permiso nos recuerda que debemos ser delicados, respetuosos y pacientes con los demás, incluso con los que nos une una fuerte intimidad. Como Jesús, nuestra actitud debe ser la de quien está a la puerta y llama. Dar las Gracias, segunda palabra, parece un signo de contradicción para una sociedad recelosa, que lo ve como debilidad. Sin embargo, la dignidad de las personas y la justicia social pasan por una educación a la gratitud. Una virtud, que para el creyente, nace del corazón mismo de su fe. Finalmente, el Perdón, tercera palabra, es el mejor remedio para impedir que nuestra convivencia se agriete y llegue a romperse. El Señor nos lo enseña en el Padrenuestro, aceptar nuestro error y proponer corregirnos es el primer paso para la sanación. Esposos, si algún día discuten o se pelean, no terminen nunca el día sin reconciliarse, sin hacer la paz”.
Con la oración “Ante la Cruz de los Milagros”, podemos añadir a las palabras del Papa el compromiso de caridad y de servicio que asumimos cuando rezamos: “¡Jesucristo, vida y esperanza nuestra! Recuérdanos siempre que el amor todo lo puede; que compartir con los más pobres nos hace misioneros de tu misericordia y nos muestra el camino que nos lleva al cielo”.
Antes de concluir, quisiera compartir con ustedes una palabra sobre el sentido pastoral del Cinerario. No me voy a detener mucho, porque el folleto que recibirán contiene una explicación suficiente y clara sobre la cremación de los restos y luego el modo de proceder con las cenizas. Sin embargo, para los que nos están escuchando por la radio, les recuerdo que la Iglesia permite la cremación y recomienda a los fieles que no conserven en sus casas las cenizas, sino que les den sepultura. El cinerario es un lugar digno para ello, sobre todo el que hemos construido en este predio, que ya fue lugar donde nuestros antepasados enterraban a sus muertos.
Por último, cultivemos la piadosa costumbre de orar por los difuntos, fundados en la Comunión de los Santos, como rezamos en el Credo. En esa fe, la Iglesia ora por todos los difuntos, sean creyentes o por aquellos cuya fe solo Dios ha conocido. Por eso, el mejor obsequio que les podemos hacer a nuestros seres queridos ya difuntos, es ofrecer la Santa Misa en sufragio de sus almas y, además, vivir nosotros mismos una vida santa. Amén.

Mons. Andrés Stanovnik
Arzobispo de Corrientes



NOTA:
A la derecha de la página, en "Otros archivos", el texto como HOMILIA CINERARIO, en formato de word.


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