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Homilía en la Misa de apertura del 3º Encuentro de la Obra de Familias de Schöensttat

Huerta Grande, 9 de julio de 2015

Con la celebración de la Santa Misa le estamos dando un marco trascendental y único a la apertura del tercer Encuentro de la Obra de Familias de Schöensttat. Porque si queremos convertir a la familia en un verdadero santuario, no hay otro camino que centrarla en la Eucaristía. Solamente desde el Misterio Pascual, es decir, en el acontecimiento de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, encontramos verdadero sentido al sacramento del matrimonio y al proyecto de familia que Dios quiere para la humanidad.

Sabemos que avanza un mundo cada vez más secularizado. Un mundo que prescinde de Dios o, en todo caso, lo tolera prefabricado y para uso privado. Una de las mayores pobrezas de la cultura actual es la soledad, fruto de la ausencia de Dios en la vida de las personas y de la fragilidad de las relaciones, leemos en el reciente Instrumentum Laboris (n. 13) para el próximo Sínodo. Sin Dios, es un mundo sin alma, frío y distante, fascinado y seducido por la técnica; pero un mundo de relaciones superficiales que se conectan y desconectan, se usan y se tiran. Un mundo mortalmente herido, que necesita con urgencia de una palabra que cure y de cercanía que acompañe.

El Movimiento de Schöensttat se hizo eco de ese mundo tan lastimado en las respuestas que dio a la Consulta para el Sínodo. En esas respuestas hicieron referencia al avance de la secularización, constatando que la crisis de fe ha conllevado una crisis del matrimonio y de la familia. Por eso, ustedes afirman convencidos que es muy importante compartir la Eucaristía en familia ya que ayuda a la espiritualidad y garantiza la unidad. De allí que el encuentro dominical debería ser una fuente muy rica para alimentar la espiritualidad conyugal y la vida de fe de toda la familia. Entre los principales desafíos misioneros está la tarea de ayudar a que Dios sea realmente Dios en el matrimonio cristiano y la familia.

En ese sentido, el Movimiento tiene una propuesta muy hermosa para caracterizar la vida cristiana del matrimonio y la familia: el Santuario Hogar. Continúen difundiendo la ‘santuarización’ de la familia, tomando una expresión que el Papa Francisco utilizó cuando era arzobispo de Buenos Aires y la aplicó a la pastoral urbana. Él decía que había que ‘santuarizar’ la ciudad, sintiéndola como el lugar donde Dios habita. En ese sentido, podríamos hablar de ‘santuarizar’ la familia, descubriendo que Dios vive en la familia, que su presencia no es como la de uno más que reside en el hogar, sino como la presencia amorosa que lo inunda todo, los abarca a todos, y es, como dice San Pablo, todo en todos (cf. 1Co 15,28).

La que acompaña el proceso de conversión para que el hogar vaya tomando las características de un santuario donde habite Dios, es Nuestra Señora. Ella es la que conduce con suavidad y firmeza de madre a aquellos que se dejan llevar hacia una “Alianza de Amor”. La familia se convierte así en Iglesia doméstica, donde María Santísima derrama sus gracias para que los miembros de ese hogar vivan, podríamos decir, ‘eucarísticamente’, dándose enteramente unos a otros. Porque ésa es la dinámica del amor cristiano, impulsada por el Espíritu Santo que transforma y hace nuevas todas las cosas.

La familia, transformada por la Alianza de Amor, no puede guardar para sí esa experiencia, se vuelve misionera porque siente una urgente necesidad de compartirla con todos. ¡Sean familias misioneras! Ustedes tienen un precioso regalo para compartir y entregar a otros: la experiencia del Santuario Hogar. Ese es un don muy valioso especialmente para los jóvenes que anhelan vivir un amor auténtico. Sepan que poseen un espléndido mensaje de luz y de esperanza para una sociedad que atraviesa una época de mucha confusión y desorientación sobre el matrimonio y la familia. Una sociedad que se encuentra huérfana de sabiduría e incapaz para decir una palabra sobre la belleza de la diversidad biológica entre varón y mujer; el matrimonio como un verdadero pacto de amor y compromiso entre un hombre y una mujer; y la familia como fundamento irremplazable en la construcción de la comunidad humana.

No lo olvidemos, en el principio de la creación está la familia de los orígenes, cuando Dios creador instituyó el matrimonio primordial entre Adán y Eva, como sólido fundamento de la familia. Dios no sólo creó al ser humano hombre y mujer (cf. Gén 1,27), sino que los bendijo para que fueran fecundos y se multiplicaran (cf. Gén 1,28). La opción válida y eficiente es instalar a la familia, natural y sacramental, como opción de vida, fundamentada y atractiva. Se trata de predicar con el ejemplo, con familias reales y felices y no adoptando una posición defensiva o argumentativa, como leemos en el último texto que tenemos como preparación al próximo Sínodo.

El P. Kentenich supo irradiar el rasgo principal de Dios: su paternidad. Jesús nos enseñó que Dios es en primer lugar Padre. ¡Cuánta necesidad tenemos de esa presencia que brinde esperanza, seguridad y orientación en la vida! ¿Cómo se podrá construir una familia sin esa referencia fundamental que la constituye? ¿Quiénes son los que conviven bajo un mismo techo si no pueden identificar al padre? ¿Cómo se podrán reconocer los hermanos entre sí, si fueron despojados de la experiencia de ser hijos? Sin un padre y una madre, no hay hijos y donde no hay hijos, ¿cómo podría haber hermanos? La ausencia del padre y de la madre, lleva a que los hijos no se reconozcan como tales y se desconozcan como hermanos. ¡Cuánta riqueza espiritual tienen en la Obra de Familias para vivir y para donar a un mundo perturbado y tan necesitado de la figura de un padre justo y lleno de misericordia!

El Papa Francisco nos pide a todos una conversión pastoral y misionera. Ustedes tienen una excelente pedagogía y práctica misioneras a través de la experiencia de ir casa por casa y encontrarse cuerpo a cuerpo con las personas. Ayúdennos, queridos hermanos y hermanas schöensttatianos, con la peculiaridad y riqueza del carisma que ustedes despliegan en la Obra de Familias, a convertir en verdaderos santuarios a las familias, donde junto con el acto de entronizar la bellísima imagen de Nuestra Señora de Schöensttat, el amor de Dios toque profundamente el corazón de todos los que viven en esa casa, y los entusiasme a vivir con alegría misionera y testimonial la hermosa tarea de colaborar en la obra creadora de Dios, que puso en el matrimonio y la familia lo mejor de su imagen y semejanza. Entréguense con alma y vida a vivir la Alianza en las diversas propuestas vocacionales que les brinda el Movimiento. Intégrense con gusto a la comunidad eclesial para enriquecerla con el carisma propio y para sentirse confirmados en el camino espiritual que inició el P. Kentenich para el bien de la Iglesia y del mundo.

La celebración del Bicentenario de la Patria, a la par de ser una ocasión para expresar nuestra gratitud a Dios por el don de la patria, nos interpela a ser responsables en la tarea de cuidarla y embellecerla, a fin de que sea una casa habitable para todos, especialmente para los más frágiles y los más necesitados de recibir gestos de amor, de cercanía y acompañamiento espiritual y social. En este punto, la prioridad familia, debería ser la principal preocupación y la primera política de estado para el gobernante. Por otra parte, sabemos que hay reclamos fundados para que los esfuerzos pastorales de la Iglesia se dirijan preferencialmente hacia aquellos que con mucho esfuerzo permanecen fieles a los valores evangélicos de la familia, como son la fidelidad, la apertura a la vida, la responsabilidad y amor por los hijos, la vida cristiana vivida en el hogar sencilla y plenamente, donde todos rezan, trabajan y encuentran momentos de expansión y alegría compartidos.

Inspirados en las palabras del P. José Kentenich, rezamos: “Madre, en tu poder y en tu bondad fundo mi vida; en ellos espero confiando como niño; Madre Admirable, en ti, en Tu Hijo en toda circunstancia creo y confío ciegamente”. Roguemos a Dios Padre y Creador por nuestra patria, por sus gobernantes y por el próximo Sínodo de los Obispos, encomendándole a su paternal cuidado nuestras familias y, en particular por los frutos de santidad y fervor misionero de este tercer encuentro de la Obra de Familias.

Mons. Andrés Stanovnik OFMCap.
Arzobispo de Corrientes

NOTA: A la derecha de la página, en "Otros archivos", el texto como "HOMILIA OBRA DE FAMILIAS DE SCHÖENSTTAT", en formato de word.


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