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Homilía en la Misa de Ramos, conmemorando la XXXII Jornada Mundial de la Juventud

Corrientes, 8 de abril de 2017


  El Papa Francisco envió un mensaje con motivo de la XXXII Jornada Mundial de la Juventud, que se conmemora hoy, y eligió como lema esta frase del Magníficat: «El Todopoderoso ha hecho cosas grandes en mí» (Lc 1,49). En ese mensaje, explicó que el año próximo, con ocasión de esta jornada, va a compartir su reflexión sobre el anuncio del ángel: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios» (Lc 1,30); para llegar a la JMJ de 2019, en Panamá, la que se inspirará en las palabras: «He aquí la sierva del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38), que fue la respuesta llena de esperanza de María al ángel.

Además, el Santo Padre nos recordó que, en octubre de 2018, la Iglesia celebrará el Sínodo de los Obispos sobre el tema: Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional. Durante la preparación de ese Sínodo, que ya está en marcha, y en la misma asamblea sinodal se abordarán preguntas sobre cómo viven ustedes, los jóvenes, sobre su experiencia de fe en medio de los desafíos de nuestra época; cómo se puede desarrollar un proyecto de vida discerniendo la propia vocación, tomada en sentido amplio, es decir, al matrimonio, en el ámbito laical y profesional, o bien a la vida consagrada y al sacerdocio.

Tenemos por delante un camino muy intenso de participación y reflexión, como una lluvia de gracia que “hidrata espiritualmente”, moviliza y hace que la vida sea hermosa y tenga sentido. Para que experimentemos todos, especialmente ustedes, los jóvenes, aquello que María sintió tan profundamente cuando dijo: «El Todopoderoso ha hecho cosas grandes en mí» (Lc 1,49). A propósito de esta frase de María, en el mensaje para esta Jornada, leemos que ella es muy joven; lo que se le ha anunciado es un don inmenso, pero comporta también un desafío muy grande; el Señor le ha asegurado su presencia y su ayuda, pero todavía hay muchas cosas que aún no están claras en su mente y en su corazón. Y sin embargo María no se encierra en casa, no se deja paralizar por el miedo o el orgullo. María no es la clase de personas que para estar bien necesita un buen sofá donde sentirse cómoda y segura. No es una joven-sofá; si su prima anciana necesita una mano, ella no se demora y se pone inmediatamente en camino.

La frase que pronunció María se refiere al pasado: “ha hecho cosas grandes”. Ella hace memoria de su vida y lo primero que agradece es haber recibido la fe. Por eso cuando se encuentra con su prima, mucho mayor que ella, lo primero que le sale a la parienta es felicitarla por su fe: «Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá» (Lc 1,45). Creer en Dios es un don inestimable, pero exige también recibirlo; e Isabel bendice a María por eso. Ella, a su vez, responde con el canto del Magnificat (cf. Lc 1,46-55), donde encontramos las palabras: «El Todopoderoso ha hecho cosas grandes en mí».

En el mensaje para esta Jornada, se nos recuerda que las «cosas grandes», que el Todopoderoso ha hecho en la vida de María, nos hablan también del viaje de nuestra vida, que no es un deambular sin sentido, sino una peregrinación que, aun con todas sus incertidumbres y sufrimientos, encuentra en Dios su plenitud. María es poco más que una adolescente, como muchos de ustedes. Sin embargo, en el Magnificat alaba a su pueblo, su historia. Esto nos enseña que ser joven no significa estar desconectado del pasado, leemos en el mencionado mensaje.

De María se dice que conservaba todas las cosas, meditándolas en su corazón (cf. Lc 2,19.51). Esta sencilla muchacha de Nazaret nos enseña con su ejemplo a conservar la memoria de los acontecimientos de la vida, y también a reunirlos, recomponiendo la unidad de los fragmentos, que unidos pueden formar un mosaico. ¿Cómo podemos, pues, ejercitarnos concretamente en tal sentido? Les doy algunas sugerencias, dice el papa Francisco.

Al final de cada jornada podemos detenernos unos minutos a recordar los momentos hermosos, los desafíos, lo que nos ha salido bien y, también, lo que nos ha salido mal. De este modo, delante de Dios y de nosotros mismos, podemos manifestar nuestros sentimientos de gratitud, de arrepentimiento y de confianza, anotándolos también, si quieren, en un cuaderno, una especie de diario espiritual. Esto quiere decir rezar en la vida, con la vida y sobre la vida y, con toda seguridad, les ayudará a comprender mejor las grandes obras que el Señor realiza en cada uno de ustedes.

En el mensaje, el papa Francisco destaca el encuentro de María con su anciana prima Isabel, quien, con su fe, con su mirada perspicaz y con sus palabras, ayuda a la Virgen a comprender mejor la grandeza del obrar de Dios en ella, de la misión que Él le ha confiado. Y ustedes, ¿se dan cuenta de la extraordinaria fuente de riqueza que significa el encuentro entre los jóvenes y los ancianos? ¿Qué importancia les dan a sus ancianos, a sus abuelos? Ustedes, jóvenes, tienen la fuerza; los ancianos, la memoria y la sabiduría. Como María con Isabel, dirijan su mirada hacia los ancianos, hacia sus abuelos. Ellos les contarán cosas que entusiasmarán su mente y emocionarán su corazón.

Con esta celebración, hemos iniciado la Semana Santa. A la luz de esa frase de María: «El Todopoderoso ha hecho cosas grandes en mí», y el trágico relato de la pasión de su hijo, que acabamos de escuchar, ¿podemos seguir sosteniendo que el todopoderoso ha hecho grandes cosas en ella? ¿Cuáles serían esas “cosas grandes” que hizo en ella? A primera vista, lo grandioso en la vida de María de Nazaret no aparece, sino lo que conocemos son más bien “cosas” como: obedecer la voluntad de Dios a pesar de que Él le haya cambiado los planes de su matrimonio con José; servir sin demorarse y acompañar a su anciana prima; padecer con su hijo y con José, su esposo, las angustias y desdichas del destierro en Egipto; cumplir con las obligaciones cotidianas; soportar a las vecinas que le venían con chismes sobre su hijo; al final, sostener en su brazos a su Hijo destrozado y muerto; y luego, esperar con un grupo de discípulos, llenos de miedo, lo que podía pasar. Sin embargo, ella se mantuvo fiel hasta el final y, a pesar de todo lo que le tocó pasar, creyó en la misericordia del Padre; no se sintió abandonada, ni defraudada por la promesa del ángel en la anunciación, ni por la bienaventuranza que pronunció su prima a “la feliz porque ha creído”. Esas son las “cosas grandes”, que a los ojos del mundo y al espíritu mundano están veladas. Esas son las “cosas” que Jesús, en un momento de profunda consolación y cercanía con Dios, su Padre, agradeció exclamando: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños” (Lc 10,21).

Al comenzar a celebrar los más grandes misterios de nuestra fe, pidamos que María, con su ternura y su sabiduría, nos acompañe y lleve al encuentro con su Hijo Jesús, para que también nosotros experimentemos esas “cosas grandes” que Dios tiene preparadas para aquellos que Él ama. Amén.


Mons. Andrés Stanovnik
Arzobispo de Corrientes

NOTA: a la derecha de la página, en "Otros archivos", el texto completo como HOMILIA RAMOS - JORNADA DE LA JUVENTUD en formato de word.


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