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Corrientes, 22 de febrero de 2019

Homilía en la fiesta de la Cátedra del Apóstol San Pedro

Inicio del oficio de Vicario Judicial y otros colaboradores del Tribunal Interdiocesano

Nos hemos reunido esta tarde para celebrar la Eucaristía en la fiesta de la Cátedra del Apóstol San Pedro. En este contexto, estamos dando inicio al nuevo oficio de Vicario Judicial del Tribunal Eclesiástico Interdiocesano, que asume el Pbro. Lic. Luis Ernesto Canessín, sacerdote de la diócesis de Formosa. Al mismo tiempo, otros colaboradores del tribunal harán su profesión de fe y juramento de desempeñar bien su oficio de jueces y demás servicios que se exigen para administrar justicia en la verdad.

Tal vez resulte una novedad para algunos de los presentes la existencia de este Tribunal. Por eso, comparto con ustedes algunos datos acerca de este organismo judicial que funciona en las dependencias anexas al arzobispado, sobre la calle Santa Fe. En el mes de mayo de este año se cumplirán diez años de su creación por parte de los arzobispados y obispados de la Región del NEA, de allí su fisonomía interdiocesana y regional. Recordemos que todo grupo de personas que pretende convivir y orientarse hacia determinados objetivos necesita darse algunas normas y velar para que las mismas se observen. Así sucedió en la Iglesia desde sus comienzos. Luego a lo largo de los siglos ese cuerpo de leyes se fue modificando y perfeccionando hasta llegar a la última gran revisión pedida por Concilio Vaticano II, cuyo resultado fue la promulgación del actual Código de Derecho Canónico por el papa San Juan Pablo II, en el año 1983, para que la comunidad eclesial tenga un ordenamiento jurídico acorde a los tiempos, a fin de que pueda crecer y madurar en el amor a Dios y al prójimo.

Recordemos, aunque sea brevemente, dos cosas más vinculadas al tribunal. La primera: el obispo en su diócesis es, además de Pastor y Guía de su pueblo, Juez que administra justicia y lo hace habitualmente a través del Vicario judicial y el Tribunal. Y la segunda, que el cometido de un tribunal eclesiástico es colaborar para que el hombre que ha torcido su camino, pueda regresar al centro de su persona y reencontrase con Jesús, que es el único que puede devolverle luz a sus ojos para que pueda caminar en santidad delante de Dios y de los hombres. Pero al mismo tiempo, los hermanos que tienen la misión de acompañar y reorientar la vida del que yerra, deben estar siempre dispuestos a ser iluminados por la gracia, tener el ojo y el corazón a tono con la mirada justa y misericordiosa de Jesús, advirtió el papa Francisco hace algunos años al inicio del año judicial.

Es providencial que realicemos este acto en coincidencia con la fiesta de la Cátedra del Apóstol San Pedro. Se trata de una de las celebraciones más antiguas de la Iglesia cuyos primeros testimonios datan del siglo IV. Al hablar de antigüedad no estamos haciendo referencia a una pieza de museo, sino a una realidad que tiene plena vigencia hoy. Por consiguiente, en este caso, la antigüedad nos está dando la pauta de solidez, autenticidad y actualidad del mensaje que nos transmite esta fiesta. Hoy en la cátedra del Apóstol San Pedro está sentado el papa Francisco, que sucedió en esa cátedra al papa Benedicto XVI y este a su vez a San Juan Pablo II. Ocuparon esa misma cátedra el papa San Juan XXIII y el papa San Pablo VI, recientemente canonizado por el papa Francisco. Cátedra, que significa lugar elevado desde donde el maestro enseña a sus discípulos, es en la iglesia catedral el lugar desde donde el obispo las celebraciones, enseña y guía a la comunidad. Se trata de un punto de referencia para la unidad y la comunión, como lo es también el templo catedral en una diócesis.

El fundamento bíblico que sostiene el ejercicio del primado de Pedro, como cabeza de los Apóstoles, cuya cátedra está en Roma, lo acabamos de escuchar en el Evangelio y es fuente segura de verdad y de paz. A la pregunta que hizo Jesús a sus discípulos sobre quién creían que era él, Pedro respondió: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Ante esa confesión de fe de Pedro, Jesús le dijo: “Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y Yo te digo, tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y el poder de la muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará atado en el cielo” (cf. Mt 16, 13-19). Son estupendas y emocionantes estas palabras de Jesús dirigidas a Pedro: él fue constituido por Jesús como la roca firme al igual que los sucesores en la cátedra de Pedro. Él es el principio de unidad y armonía en la enorme variedad que hay en la Iglesia. La extraordinaria riqueza del espíritu católico y cristiano consiste en su capacidad de unirse en las diferencias.

La presencia y la misión del sucesor de Pedro es asegurar que los creyentes caminemos juntos, nos escuchemos unos a otros, nos acompañemos y ayudemos a aliviar las cargas de los que más sufren. Este es el camino de sinodalidad que estamos llamados a vivir en la Iglesia. El papa Francisco describe a la Iglesia sinodal como “una Iglesia de la escucha, con la conciencia que escuchar es más que oír. Es una escucha recíproca en la cual uno tiene algo que aprender (…) El Papa no está, por sí mismo, por encima de la Iglesia; sino dentro de ella como Bautizado entre los Bautizados y dentro del Colegio episcopal como Obispo entre los Obispos, llamado a la vez, como Sucesor del apóstol Pedro- a guiar a la Iglesia de Roma, que preside en el amor a todas las iglesias (…) Pero en esta Iglesia, como en una pirámide dada vuelta, la cima se encuentra por debajo de la base. Por esto quienes ejercen la autoridad se llaman “ministros”: porque, según el significado originario de la palabra, son los más pequeños de todos” (Discurso 17.10.2015).

En esa perspectiva evangélica y eclesial, el tribunal eclesiástico debe ser un lugar en el que la administración de la justicia en la verdad esté siempre al servicio de la persona y de la comunidad. No debemos olvidar que la persona está por encima de la ley y que ésta debe mirar siempre su bien y su salvación. Por eso el juez de un tribunal eclesiástico no deja de lado su corazón de pastor, quien, a ejemplo de Jesús Buen Pastor, se inclina para lavar los pies a sus discípulos. La auténtica diaconía en la Iglesia se orienta siempre a la plena comunión entre los fieles, tal como lo escuchamos en la primera carta del Apóstol san Pedro. Allí se dirige a los presbíteros y les recomienda vivamente: “Apacienten el rebaño de Dios, que les ha sido confiado; velen por él, no forzada, sino voluntariamente, como lo quiere Dios” (cf. 1Pe 5,1-4).

Encomendemos en esta fiesta al sucesor de Pedro, el papa Francisco. Recemos por su persona y su ministerio como reiteradamente lo solicita él mismo, para que el Espíritu Santo lo sostenga y consuele en medio de los enormes desafíos que debe enfrentar al interior de la Iglesia y también de fuera de ella. El olvido de Dios desorienta al hombre de lo esencial: su condición de creatura vinculada fundamentalmente a su Creador, y, en consecuencia, su relación fraternal con sus semejantes. La normativa canónica no tiene otra función que la de cuidar y favorecer esos vínculos esenciales. Al iniciar el año judicial de nuestro Tribunal Eclesiástico Interdiocesano, que está bajo el patrocinio de la Santísima Cruz de los Milagros, ante ella y junto a nuestra Madre de Itatí, nos ponemos bajo su amparo y le pedimos que nos dé la gracia de ser buenos administradores de la justicia en la verdad y el amor.

†Andrés Stanovnik OFMCap
Arzobispo de Corrientes


NOTA:
a la derecha de la página, en "Otros archivos" el texto como Homilía Cátedra del Apóstol San Pedro en formato de wod.

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