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ITATÍ, 16 DE JULIO DE 2019

Homilía en la Misa de la Coronación Pontificia de la Virgen de Itatí

  Junto a María, nuestra Madre, nos sentimos felices y seguros, como un niño en brazos de su madre. Esto lo sabe muy bien el promesero de la Virgen, ese peregrino que viene a su casa “con el alma y los pies sangrantes”. Así lo viene haciendo desde que aprendió a rezar y a confiarle sus alegrías y sus penas a la madrecita celestial. El peregrino siente que ella lo acoge y lo comprende, porque es madre y sabe por experiencia propia qué significa estar junto a la cruz de su Hijo. En sus brazos, el peregrino se siente seguro y con ella le reza a Dios, se arrepiente y llora sus pecados, para regresar consolado, renovado y decidido a hacer el bien siempre y donde haga falta. El peregrino sabe que la Cruz de Jesús y su Madre la Virgen María siempre van juntos.

En Corrientes, desde hace más de cuatro siglos, aprendimos que la Virgen y la Cruz son como dos caras de la misma moneda, inseparables. La Virgen hizo posible que el amor de Dios se haya hecho tan visible y cercano a nosotros, que lo podemos ver, escuchar y tocar. Los primeros evangelizadores que recorrieron estas tierras y navegaron por este majestuoso río, resumían su predicación en esos dos signos: la Cruz y la Virgen, la cruz de Jesús y la Virgen Madre que llevó con mucho amor a Jesús en su seno y lo acompañó en el camino de dolor hasta la cruz, tal como lo escuchamos en el Evangelio: “Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre” (Jn 19,25). La Cruz y la Virgen, desde entonces, son inseparables.

Este año, como sabemos, el papa Francisco nos ha convocado a un Mes Misionero Extraordinario, para darle un nuevo impulso a la misión en la Iglesia. Para ello, nos invitó a pensarnos de nuevo como bautizados y enviados. En base a ese binomio, el equipo que imaginó cómo podíamos hacer esa misión en Corrientes, tuvo la feliz idea de proponer que orientáramos nuestra reflexión y acción misionera con este lema: “Junto a la Cruz y la Virgen, bautizados y enviados”. La Cruz y la Virgen nos dan la clave para darnos cuenta qué sucedió con nosotros cuando nos bautizaron y cuál es la principal tarea que, como bautizados, estamos llamados a realizar en cada instante de nuestra vida. Así como lo escuchamos: en cada instante, en cualquier circunstancia y con todos los que nos encontramos en nuestro camino.

¿Qué nos dice la Cruz y la Virgen a los cristianos, es decir, a los bautizados y enviados? ¿Qué mensaje le deja al promesero que vino a cumplir con la Virgen? La Cruz es el signo de la victoria sobre la muerte y el triunfo definitivo de la vida. Dios le ganó definitivamente la partida a la muerte. Ya no es necesario barajar de nuevo, las cartas están echadas definitivamente a favor de la vida, de toda vida y de la vida de todos. Por esa victoria que alcanzó Jesús por el camino de la cruz, tenemos la certeza de que la vida triunfa sobre la muerte, que el amor vence al odio, que la venganza es el arma de los fracasados, que el que mata el cuerpo no puede matar la vida de Dios que recibimos en el bautismo, y que la esperanza que brota de la cruz y de la Virgen no será defraudada. Se dan cuenta qué importante y trascendente es la misión que tenemos los cristianos en el mundo, en nuestra patria, y más concretamente, en nuestra provincia, en nuestros pueblos y parajes, en todas partes donde se desarrolla nuestra existencia.

Peregrino de la esperanza, promesero de la Virgen, tu misión está expresada con palabras muy bellas en aquel poema que dice: “después de rezar, yo también me iré, con tu bendición, Virgen de Itatí”. ¿A dónde me iré?, podríamos preguntarnos, para responder inmediatamente: a cumplir ahora con la promesa de ser tu misionero allá ité, donde me está esperando un familiar, un vecino, un compañero de trabajo, un amigo o una amiga, o un empleado o, tal vez un adversario político, para que en todos esos encuentros yo sea un instrumento de paz, alguien que sume, que alivie penas, y no uno que las causa o las aumente, sino alguien que busque crear lazos de amistad, restaure puentes rotos y cure viejas heridas, y deje atrás esos enfrentamientos que siguen generando resentimientos y odios. El peregrino que regresa a su casa con la bendición de la Virgen de Itatí, se va fortalecido para la misión.

Sí, el peregrino regresa fortalecido para dar testimonio de su fe cristiana, con audacia y fervor, llevando en su corazón el vivo recuerdo de que “allá en el sitio de las calizas está la Virgen del Oratorio sobre una piedra junto a la orilla y una sonrisa que lleva al río”. Ella no te abandonará en los combates que tendrás que enfrentar para no caer en la tentación, como rezamos en el Padrenuestro, en la tentación a la que nos empuja el espíritu del mal, “ese ser personal que nos acosa” –¬dice el papa Francisco– “nos envenena con el odio, con la tristeza, con la envidia, con los vicios. Y así, mientras nosotros bajamos la guardia, él aprovecha para destruir nuestra vida, nuestras familias y nuestras comunidades”. Este es el combate frente al cual Jesús nos enseña a pedir “cotidianamente esa liberación para que su poder no nos domine” (cf. Gaudete et exultate, 158-161).

“Junto a la Cruz y la Virgen, bautizados y enviados”, pedimos por nuestra patria y por sus gobernantes, para que siempre prevalezca el amor fraterno y el diálogo abierto a todos; un decidido compromiso de respeto al adversario político especialmente durante este tiempo de campaña política; la pasión por la verdad con un genuino sentido de la justicia; y una voluntad sincera de cuidar y promover el desarrollo de los más humildes y postergados de nuestra comunidad. Y unidos estrechamente a la Virgencita de Itatí, a ella junto a la cruz de su Hijo, agradecemos el bautismo y le expresamos nuestra alegría de pertenecer a la Iglesia, comprometiéndonos a ser misioneros valientes del Evangelio en todas partes, aunque por ello tengamos que sufrir desprecio y persecución. Sabemos que en cualquier circunstancia ella cubre con su manto al peregrino que se confía a ella y eso le da seguridad y fortaleza en su misión. Así sea.

†Andrés Stanovnik OFMCap
Arzobispo de Corrientes


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