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MONS. ANDRES STANOVNIK

Homilía en la Misa con ocasión del obsequio de la imagen de Nuestra Señora de Itatí al pueblo de San Luis del Palmar

San Luis del Palmar, 18 de julio de 2020

Nos hemos reunido esta tarde para celebrar la Santa Misa, participar de la mesa de la Palabra, de la Eucaristía, para recobrar fuerzas y perseverar en el combate contra el mal y contra todo aquello que nos daña como personas y como cristianos, así como lo hizo de un modo ejemplar San Luis, Rey de Francia, patrono de este pueblo profundamente creyente y peregrino. Junto con el párroco, el P. Epifanio, me complace saludar al Sr. Gobernador Gustavo Valdés; al Sr. Intendente de este querido pueblo Ricardo Valenzuela; y también al Sr. Intendente de Itatí José Fernández, el pueblo de la Virgen, quien hoy vino acompañando la siempre bella imagen de la Virgen para dejarla aquí como obsequio; y al Sr. Diputado nacional José Romero; y a todo el pueblo san luiseño e itateño, que hoy comparten sus sentimientos fraternos y las convicciones religiosas más hondas que arraigan en sus corazones creyentes y peregrinos.

Otros años para esta fecha estarían ustedes regresando de la tradicional peregrinación a Itatí, felices y consolados por haber podido estar a los pies de la Virgen, muchos de ustedes confesados, reconciliados y en paz con Dios y con sus hermanos, y renovando la promesa de estar allí al año siguiente. Llevo para siempre un inolvidable recuerdo de aquel año que peregriné en carreta, con dos familias que se turnaron para acompañarme en la travesía, con el experto manejo del vehículo y los animales que estuvo confiado al amigo Cambá.

Sin embargo, este año que conmemoramos 120 años de la Coronación de la bendita imagen de la Virgen y de nuestra ininterrumpida peregrinación hasta su santuario, excepto la de aquel fatídico año de la gripe A, que también nos paralizó la peregrinación, nos encontramos de nuevo impedidos de poder llegar hasta donde está Ella. ¡Qué bien nos hacía depositar la mirada en su imagen y sentir la ternura y cercanía de Dios! Hoy nos duele no poder hacerlo, es más, algunos seguramente sentían una fuerte rebelión interior y mucha resistencia para aceptar que esta vez no era recomendable ponerse en camino.

Pero Dios no abandona jamás a sus hijos y en esta ocasión nos regala una señal nueva y clara de la atención y el amor que Él nos tiene. Ya que nosotros no podemos peregrinar al encuentro de nuestra Madre, es Ella la que se puso en camino para llegar hasta nosotros. Y así como cuando nosotros vamos a Itatí le llevamos tantas cosas para agradecer y tantas otras para suplicar, ahora que Ella llega hasta nosotros, preguntémonos qué nos trae, cuáles son los obsequios que ella desea dejarnos con su visita.

Uno de los obsequios es el testimonio personal que la Virgen nos da sobre el modo de enfrentar una crisis. Recordemos, por ejemplo, cuando Dios, por medio del ángel mensajero, le desbarata los planes que tenía con su prometido José y le propone algo inédito y sumamente complicado como es la de ser Madre de Dios. ¿Cómo reacciona María ante esa insólita propuesta? ¿Acaso insiste en su propio proyecto que era por demás bueno y estaba de acuerdo con la costumbre de la época y las leyes de Dios? Lo único que atina es preguntar cómo pude ser eso, pero no se cierra, sino que confía en Dios: “Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho” (Lc 1,38). María acepta la voluntad de Dios y confía en Él, sabe que no la va a abandonar, aun en los momentos más trágicos que le tocó vivir cuando acompañó a su Hijo en la Cruz. María creyó en la Palabra de Dios y se dispuso toda entera a cumplirla. Ella, ante la prueba, soporta y confía, y por eso la atraviesa y supera, serena y fortalecida.

Ella vino a quedarse para enseñarnos y ayudarnos a soportar y confiar en Dios durante la prueba que nos toca vivir. Con ella repetimos con sinceridad de corazón aquel deseo que nos enseñó su Hijo en el Padrenuestro: “que se haga tu voluntad”, que se haga la voluntad de Dios y no la nuestra. María, que fue formada en la Palabra de Dios del Antiguo Testamento, sabía, como lo escuchamos hoy en la primera lectura que fuera de Dios, “no hay otro dios que cuide de todos” (Sb 12,13). La sabiduría de Dios es cuidarnos a todos y para ello, como escuchamos en la segunda lectura, “El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad porque no sabemos orar como es debido”, vale decir, nos cuesta mucho pedir que se haga la voluntad de Dios y no la nuestra, y para ello, el mismo Dios viene a sostenernos para que atravesemos exitosamente el combate de no enredarnos en nuestros caprichos, sino en abrir nuestros corazones para hacer lo que Dios quiere, porque su querer, su voluntad, es lo que más nos conviene.

Y, finalmente, María que está con nosotros, nos enseña con su vida, a comprender y aceptar la enseñanza de su Hijo sobre el Reino de los Cielos. Ese reino no está en las nubes o en algún lugar lejano, sino en medio de nosotros: es el reino del amor de la justicia, del perdón, de la misericordia y de la paz, que tiene asegurada la victoria sobre el mal. En la parábola que escuchamos en el Evangelio, Jesús lo resume en dos palabras: la buena semilla y la cizaña. El destino de la cizaña es el mismo que le espera al que siembra odio, es vengativo, injusto y corrupto: a la cizaña se la ata en manojos para quemarla.

La Virgen María nos enseña a soportar, a confiar, y a hacer siempre el bien, porque el bien es más fuerte que el mal, como también el amor es más fuerte que el odio, aun cuando a veces o muchas veces, aparentemente parece triunfar el mal. Jesús, que es paciente y humilde de corazón, les aconseja a los discípulos que no se dejen llevar por la ira y empiecen a arrancar la cizaña para dejar limpia la buena semilla. La actitud que corresponde es, más bien, trabajen por cultivar las buenas semillas del amor y la paciencia en el matrimonio, en la familia, en el pueblo y entre los pueblos, cuidando a los más débiles, y a los que nadie quiere y todo el mundo desprecia.

Demos gracias por el gesto del encuentro de los dos pueblos que hoy nos regalan la Virgen de Itatí y San Luis Rey de Francia. Es un don y una tarea, que suplicamos para nuestros pueblos y, de un modo muy especial, para nuestro pueblo argentino que transita en medio de rivalidades y desentendimientos, para que nuestros santos nos cuiden de la cizaña, nos inspiren el deseo de hacer lo que Dios quiere, y sostengan la voluntad de trabajar por la unión, la fraternidad y la solidaridad, sobre todo hacia aquellos que más sufren las consecuencias de COVID-19.

Y ahora, junto a las ofrendas de pan y de vino recordamos a todos los que nos cuidan en la pandemia, a los enfermos y a sus familiares, para que unidos a Jesús seamos una ofrenda agradable a Dios nuestro Padre, mientras le suplicamos a Nuestra Señora de Itatí y a San Luis Rey de Francia que nos libren pronto del COVID y bendigan el encuentro de nuestros pueblos con el don de la unidad, del progreso para todos y de la paz.

†Andrés Stanovnik OFMCap

Arzobispo de Corrientes


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