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MONS. ANDRES STANOVNIK

Homilía en la Solemnidad de San José

Corrientes, Iglesia Catedral, 19 de marzo de 2021

Hoy nos alegramos con toda la Iglesia porque celebramos a San José, esposo de la Virgen María. Nuestra alegría aumenta porque el Papa nos invitó a contemplar durante todo el año esta extraordinaria figura de hombre justo y santo. Con la hermosa carta que escribió el Santo Padre con ocasión del Año de San José, nos introduce en la contemplación del que fue el padre adoptivo de Jesús y esposo de la Virgen María, y nos hace descubrir unos rasgos bellísimos de este varón como padre amado, padre en la ternura, padre en la obediencia, padre en la acogida y otros títulos que lo engrandecen y se convierten en propuestas luminosas para vivir nuestra vida cotidiana.

Vayamos enseguida a la Palabra de Dios que hemos proclamado. En el libro 2 de Samuel hemos escuchado la promesa que Dios le hace a su pueblo, luego de una larga y penosa peregrinación hacia la tierra prometida, sobre quién será aquel que le edificará una casa para Él, una casa y un reino que durarán eternamente delante de Dios, y su trono será estable para siempre (cf.7,4-5.12-16). Se trata de una bella y esperanzadora profecía que le hizo Natán a David, cuyo cumplimiento se realiza, luego de pasados varios siglos, en la Virgen Madre, que concibió un hijo por obra del Espíritu Santo, mientras estaba comprometida con José, como lo acabamos de escuchar en el Evangelio de San Mateo. Y aquí es donde aparece el primer rasgo de grandeza de José, quien no huye cobardemente de una situación que no le pertenece, sino que se hace cargo siguiendo las inspiraciones del Ángel del Señor que se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados». (1,16-18.19-21).

Hoy es providencial que destaquemos la figura de San José por varios motivos que van desde su lugar único como intercesor y protector de la Iglesia, hasta el hombre que supo cuidar y proteger con audacia y sabiduría a su mujer y al hijo que le fue encomendado. Hoy, presentar a San José, varón y padre comprometido, y a Santa María, mujer y madre acogedora de la vida, y a ambos, esposos fieles y proyectados a hacer lo que Dios quiere y no lo que a ellos les gustaría hacer, es altamente ejemplar y profético. “Nadie nace padre, sino que se hace -leemos en la carta Patris corde-. Y no se hace sólo por traer un hijo al mundo, sino por hacerse cargo de él responsablemente. Todas las veces que alguien asume la responsabilidad de la vida de otro, en cierto sentido ejercita la paternidad respecto a él” (7).

Y continuando con la mencionada carta, nos encontramos con esta sabia y profunda descripción de lo que significa ser padre, tan necesaria hoy para todo varón, y que se aplica también por la maternidad a toda mujer, y de las que tanto el padre de Jesús como su madre, son faros luminosos: “Ser padre significa introducir al niño en la experiencia de la vida, en la realidad. No para retenerlo, no para encarcelarlo, no para poseerlo, sino para hacerlo capaz de elegir, de ser libre, de salir. Quizás por esta razón la tradición también le ha puesto a José, junto al apelativo de padre, el de “castísimo”. No es una indicación meramente afectiva, sino la síntesis de una actitud que expresa lo contrario a poseer. La castidad está en ser libres del afán de poseer en todos los ámbitos de la vida. Sólo cuando un amor es casto es un verdadero amor. El amor que quiere poseer, al final, siempre se vuelve peligroso, aprisiona, sofoca, hace infeliz. Dios mismo amó al hombre con amor casto, dejándolo libre incluso para equivocarse y ponerse en contra suya. La lógica del amor es siempre una lógica de libertad, y José fue capaz de amar de una manera extraordinariamente libre. Nunca se puso en el centro. Supo cómo descentrarse, para poner a María y a Jesús en el centro de su vida” (7).

En una sociedad donde prevalece cada vez más el “todo vale” y que lo único que importa es hacer lo que uno siente, independientemente de si eso es bueno o malo, este gran hombre y grandísimo santo nos enseña que el camino para ser feliz no es ese, tampoco para madurar como persona y menos aún para convivir pacíficamente con otros. En la introducción a la carta sobre San José vemos cómo este hombre tan cercano a nuestra condición humana inspira con su vida a muchas personas que silenciosamente cumplen con su misión: “Cuánta gente cada día demuestra paciencia e infunde esperanza, cuidándose de no sembrar pánico sino corresponsabilidad. Cuántos padres, madres, abuelos y abuelas, docentes muestran a nuestros niños, con gestos pequeños y cotidianos, cómo enfrentar y transitar una crisis readaptando rutinas, levantando miradas e impulsando la oración. Cuántas personas rezan, ofrecen e interceden por el bien de todos. Todos pueden encontrar en san José —el hombre que pasa desapercibido, el hombre de la presencia diaria, discreta y oculta— un intercesor, un apoyo y una guía en tiempos de dificultad” (Introducción).

Y allí mismo, se nos hace ver cómo este santo esposo de la Virgen María, es una existencia luminosa para la crisis que ha provocado la pandemia, porque inspira respuestas heroicas en tantas personas que se hacen cargo de los otros y “que no aparecen en portadas de diarios y de revistas, ni en las grandes pasarelas del último show pero, sin lugar a dudas, están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de nuestra historia: médicos, enfermeros y enfermeras, encargados de reponer los productos en los supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas y tantos pero tantos otros que comprendieron que nadie se salva solo (…) San José nos recuerda que todos los que están aparentemente ocultos o en “segunda línea” tienen un protagonismo sin igual en la historia de la salvación” (Intro.).

Y, antes de concluir, deseo compartir una buena noticia sobre la familia que nos ha regalado el papa Francisco. Precisamente hoy, 19 de marzo la Iglesia celebra cinco años de la publicación de la exhortación apostólica Amoris Laetitia sobre la belleza y la alegría del amor familiar. Con esta conmemoración, el papa Francisco inauguró el Año «Familia Amoris Laetitia», que terminará el 26 de junio de 2022, con ocasión del X Encuentro Mundial de las Familias en Roma con el Santo Padre. En su mensaje, difundido hoy, nos dice el Papa que “es necesaria una nueva mirada a la familia. No basta con reiterar el valor de la doctrina si no nos convertimos en custodios de la belleza de la familia y si no cuidamos su fragilidad y sus heridas. Estos dos aspectos son el corazón de toda pastoral familiar: la franqueza del anuncio evangélico y la ternura del acompañamiento”, destacó Francisco en su mensaje. El Año de San José, custodio de la Sagrada Familia, nos ayudará a orar, reflexionar y actuar, en el contexto del Año de Amoris Laetitia, para “reafirmar a los cónyuges cristianos el valor del matrimonio como un proyecto de Dios, como resultado de su gracia y como un llamado a vivir con totalidad, lealtad y libertad”, como nos indicó el Santo Padre hoy en su mensaje.

Encomendémonos con toda confianza a San José y supliquemos su intercesión para que podamos ser contados entre aquellos que se hacen cargo de los más frágiles, los cuidan y acompañan, sin buscar protagonismos ni reconocimientos humanos; que son responsables en la misión que se les encomienda y que siempre responden con el bien, son pacientes, justos y jamás desprecian a los otros, sino que tratan por todos los medios de cultivar lazos fraternos con todos. Con el lema que nos acompaña durante este año decimos: “San José, con corazón de padre, custodia nuestra fe”. Amén.

 

†Andrés Stanovnik OFMCap

Arzobispo de Corrientes

 

 

NOTA: A la derecha de la página, en Archivos, el texto como "21-03-19 Homilía para la fiesta de San José", en formato de Word


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