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MONS. JOSÉ ADOLFO LARREGAIN

Homilía para la fiesta de Santa Ana y San Joaquín

26 de julio de 2021, Santa Ana de Guácaras

Cada 26 de julio nos encontramos en Santa Ana de los Guácaras para celebrar la fiesta de la Abuela Santa Ana. En este día de san Joaquín y santa Ana saludamos muy especialmente a los abuelos en su día. Ayer celebramos la Primer Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores, instituida por el Papa Francisco en el domingo próximo a la fiesta de hoy. Fueron personas de profunda fe y confianza en las promesas de Dios. Ambos educaron a su hija María en la fe del Pueblo de Israel, alimentando en Ella el amor hacia el Creador y preparándola para su misión: ser la madre del Hijo de Dios.

Una tradición –Proto Evangelio de Santiago- narra que los vecinos de Joaquín (cuyo nombre en hebreo significa: “Yavé construirá o edificará) se burlaban de él porque no tenía hijos siendo apartado de la comunidad. Su vida como la de Ana era considerada inútil. Mientras permanecía entristecido, fuera de la ciudad, se le apareció un enviado del Señor que le dijo: “¡Joaquín, Joaquín! El Señor ha escuchado tu oración insistente”. En tanto Ana (cuyo nombre significa en hebreo “gracia”) se lamentaba. Un ángel se le aparece y le dice: "Ana, el Señor ha escuchado tu oración: concebirás y darás a luz. Del fruto de tu vientre se hablará en todo el mundo". A su debido tiempo nació María, quien sería la Madre de Jesús. Esta narración se parece mucho a la de la concepción y el nacimiento de Samuel, cuya madre se llamaba también Ana (I Reyes, 1). La plenitud de la esperanza de estos abuelos se dará en el nieto: Jesús.

El Papa Emérito Benedicto XVI, un día como hoy, en el año 2009, resaltaba, a través de las figuras de Joaquín y Ana, la importancia del rol educativo de los abuelos dentro de la familia, diciendo que los abuelos “son depositarios y con frecuencia testimonio de los valores fundamentales de la vida”. El Papa Francisco, con ocasión de esta Fiesta, celebrada en el marco de la Jornada Mundial de la Juventud Río 2013, destacaba que “los santos Joaquín y Ana forman parte de esa larga cadena que ha transmitido la fe y el amor de Dios, en el calor de la familia, hasta María, que acogió en su seno al Hijo de Dios, lo dio al mundo y nos los ha dado a nosotros. ¡Qué precioso es el valor de la familia, como lugar privilegiado para transmitir la fe!”.

Acabamos de escuchar el relato del evangelio que en Joaquín y Ana se hicieron realidad: felices los ojos y oídos de ustedes porque ven y escuchan lo que muchos profetas y justos quisieron escuchar y no pudieron. El evangelio nos presenta la espiritualidad de la espera paciente y la alegría del cumplimiento. Jesús les hace notar a los discípulos el inmenso valor de lo que está sucediendo en ellos, porque pueden conocer los secretos del reino. Hoy también nosotros nos consideramos felices por poder ver, escuchar y experimentar la gracia de Dios.

Joaquín y Ana vieron el inicio del cumplimiento de los tiempos mesiánicos que estaban aguardando desde siglos. En ellos se da la espiritualidad de los pobres de Yavé: profundo espíritu de piedad, adoración, confianza, amor a su pueblo, humildad, sentido social y amor a los pobres.

Por otro lado y relacionado con la confianza de los humildes, las familias campesinas en varias regiones de nuestro continente comienzan para esta fecha el comienzo de la siembra: la época de la multiplicación de la vida. El día de santa Ana, está marcando así el inicio de la siembra, porque se supone que finaliza el tiempo de las grandes heladas. Aunque el maltrato de los hombres a la naturaleza ha provocado cambios en el clima y las estaciones se entremezclan, la costumbre se mantiene. Estas fechas pueden cambiar de acuerdo a diferentes lugares, climas, culturas, etc. pero el espíritu es el mismo.

En la celebración y rito de la bendición de las semillas, se realiza el reconocimiento a los pueblos por ser parte de la naturaleza. Esta fecha con el gesto de la bendición, nos hace tomar conciencia sobre la profunda relación semilla-tierra. De este modo se da inicio a la Semana continental de Semillas Nativas y Criollas, y que como todas las fechas que celebran los pueblos, tienen en su espíritu luchas, fatigas, dolores, gozos, alegrías, sueños, metas y logros a alcanzar.

Le pedimos al Señor, nos conceda siempre esperanza y confianza para aguardar y poder vislumbrar la manifestación del Señor en nuestras vidas. Dios está siempre con nosotros, no nos abandona, Él fecunda y otorga sentido a nuestras vidas.

Le damos gracias a Dios por los abuelos y pedimos por ellos. Son nuestras raíces, los que han realizado en nosotros la siembra de bien, verdad, fe, compromiso, solidaridad, justicia, etc. En este día –fiesta de santa Ana- que se inicia la Semana continental de Semillas Nativas y Criollas reafirmamos la idea fuerza que las semillas son patrimonio de los pueblos al servicio de la humanidad. Jesús es la semilla que se siembra en nuestras vidas para dar fruto y en abundancia. Estamos llamados a ser semilla, semilla de cambio y reino en el mundo que vivimos.

Mons. José Adolfo Larregain

Obispo Auxiliar de Corrientes

 

 

Acción de gracias y bendición de las semillas en Santa Ana

Desde Santa Ana de los Guácaras, se dio inicio a la Semana Continental de las Semillas Nativas y Criollas, época de siembra para la cultura alimentaria de la provincia de Corrientes.

En esta Semana, una canasta de semillas partirá desde aquí y recorrerá algunos departamentos cercanos para promover el intercambio de las mismas; y en otras localidades, además, se desarrollarán Ferias y diversas actividades vinculadas con el valor de las semillas, que son vida en estado latente, legado de la naturaleza y de la sabiduría milenaria para la supervivencia de los pueblos

Las semillas son un bien común, propiedad común para ser compartida por y para el bienestar de todos y todas, incluidas las futuras generaciones.

Alabemos al Señor que una vez más nos concede en estos nuevos frutos y las cosechas los bienes de la tierra. Así como Abel los ofrecía a Dios, también nosotros, como verdaderos hijos del Padre, los compartimos con los hermanos más necesitados.

 

 

Palabras de bendición de monseñor José Adolfo

Te damos gracias, Padre Dios, que nos diste y nos das la vida a todos y cada uno de nosotros y gracias también porque nos regalaste los medios para mantenerla. Hoy especialmente, te damos gracias por las semillas nativas y criollas que son simientes, vida en estado latente, un legado de la naturaleza y de las diversas culturas.

Gracias porque ellas son un bien de propiedad común para ser compartido por y para el bienestar de todos y todas, incluidas las futuras generaciones. Porque las semillas llevan en su interior encerrada la vida con una potencia inmensa.

Padre Dios, los que vivimos en las grandes ciudades muchas veces nos alejamos tanto de la naturaleza que nos olvidamos de la experiencia de nuestros mayores, de la dinámica de la producción de alimentos sanos.

Por eso, gracias también porque tenemos una producción con productores, que acercan a nuestras mesas lo que nuestra cultura educó en nuestros paladares: la mandioca deliciosa en sí y para nuestro chipá; el maíz amarillo para tantos alimentos como el mbaipy; el maíz pichingallo, para el pororó; y podríamos seguir y seguir…

Bendito seas, Padre Dios, por el regalo tuyo de todas las semillas. Con tu amor y providencia, bendecí (+) hoy estas que ahora te presentamos, para que se conserven y multipliquen.

Bendito seas por los agricultores familiares, guardianes de las semillas y de nuestra cultura y productores en armonía con la naturaleza; agricultores que con tanto amor y dedicación cuidan, conservan y comparten las semillas.

Dales tu bendición para que no aflojen en su esfuerzo, trabajando con esperanza para que nunca nos falte el pan, el alimento saludable de cada día.

 Bendito seas, también, Padre Dios, por todos los que comprometen sus esfuerzos con estas realidades que hoy recordamos; por las organizaciones e instituciones que acompañan y atienden a la agricultura familiar y a las Escuelas de la Familia Agraria que educan a las nuevas generaciones en el amor por esta actividad, de producir sano para el cuidado y el bienestar de toda la comunidad.

Derramá tu bendición sobre ellos, sobre cada uno, cada una, para que trabajen siempre con la mirada puesta en el bien de todos y en el cuidado de nuestra casa común, más allá de todo otro interés. Amén.

 

 

 

 

Por la tierra y el clima, por la lluvia y el sol.

Por el milagro de cada semilla,

por el inmenso portento del pan nuestro de cada día…

Aquí estamos, en plena globalización de la pobreza

produciendo, preservando, intercambiando y asegurando la semilla

que es vida y es nuestra.

                                                                 (Oración de la semilla – P. Julián Zini)

 

 

NOTA: A la derecha de la página, en Archivos, ambos textos en formato de Word