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MONS. ANDRES STANOVNIK

Homilía en la festividad de San Luis Rey de Francia

San Luis del Palmar, 25 de agosto de 2021

“Convivamos como hermanos, pacientes, caritativos y misericordiosos”, es el lema que ustedes eligieron para vivir la novena y fiesta patronal de nuestro santo patrono. La vida de San Luisito, como lo llaman cariñosamente, es un ejemplo luminoso de hombre paciente, caritativo y misericordioso, para que sus peregrinos y devotos lo conozcamos sobre todo en el trato que tuvo con sus semejantes, y por su vida piadosa y de una fe muy profunda. Celebrar la fiesta patronal, precedida por el novenario, es una ocasión propicia para renovar nuestro compromiso de ser, no solo de esos devotos que lo recuerdan una vez al año, sino los que diariamente nos empeñamos en ser pacientes, caritativos y misericordiosos.

Los invito a que demos una mirada a la vida de San Luis Rey de Francia, como lo nombra la Iglesia en la liturgia. Era hijo de reyes, contemporáneo de San Francisco y Santo Domingo, estamos hablando de hace más de ocho siglos. Su madre Blanca lo educó en las obligaciones que le tocarían como rey, sobre todo estar al servicio del bien y de la prosperidad de su pueblo y que en ello debía poner todo su esfuerzo y sacrificio; le enseñó la oración constante, el cuidado de los pobres y una vida austera. Se casó y tuvo once hijos. Con su esposa, y a pesar de los múltiples requerimientos que le insumía el gobierno, se dedicó a una cuidadosa educación de sus hijos. Las crónicas cuentan que empezaba el día con la oración y luego durante la jornada dedicaba varios momentos para recogerse y orar, además de participar diariamente de la Santa Misa. De su propia mesa enviaba los mejores manjares para los pobres, él mismo comía con ellos y con frecuencia les servía la comida y les lavaba los pies. También sus últimos días fueron ejemplares como lo fue su vida, recibió los sacramentos y entregó su vida a los 43 años de edad.

Nuestro santo fue un ejemplo de hombre que ha recibido un poder y supo administrarlo para el bien de los demás y no para sí mismo. Con su vida nos enseña que la autoridad, cualquiera fuese su área de influencia: en la familia, en la escuela o en la función pública, es para el servicio del bien de las personas, para su progreso espiritual y material, mirando en primer lugar a los más pobres y marginados del bien común. Recordemos que los bienes elementales para que las personas y las familias puedan vivir dignamente son la salud, la educación y el trabajo. El poder, si no está orientado a la consecución de esos bienes esenciales, se corrompe sirviéndose a sí mismo. La formación cristiana que recibió nuestro santo y su disposición interior a dejarse modelar por la gracia de Dios, lo preservó de la desordenada ambición del poder que inevitablemente conduce a la corrupción.

En la primera lectura (1Re 3,11ss) que proclamamos hoy tenemos otro ejemplo de hombre sabio: Salomón, hijo del rey David y rey de Israel, a quien Dios le dijo que le pidiera lo que quisiera, a lo que Salomón respondió que le concediera un corazón comprensivo para discernir entre el bien y el mal y de ese modo orientar el ejercicio de su poder para el bien del pueblo que le había sido confiado. La respuesta de Dios fue concederle no solo lo que Salomón pedía, sino también riquezas en abundancia, como lo acabamos de escuchar. Es hermoso y profundo el mensaje: allí donde hay una cabeza y un corazón que gobiernan una familia, o un pueblo, piensan en los demás y actúan sinceramente al servicio del bien de todos, alcanza para todos y aun sobra, para decirlo con palabras sencillas. En cambio, donde el ejercicio de la autoridad está vuelto hacia sus propios intereses genera no solo pobreza, sino división y conflictos permanentes.

En el Evangelio (Mt 5,33ss) escuchamos a Jesús que propone dar un paso decisivo hacia adelante respecto de la ley antigua del “ojo por ojo y diente por diente”. En su momento, esa ley regulaba la pena de los delitos para impedir exageraciones a las que conduce la venganza, algo que en muchas ocasiones aún no hemos superado, porque ante una ofensa solemos reaccionar desproporcionadamente. En cambio, Jesús recomienda algo absolutamente novedoso que, además, es la nota que distingue el amor que Dios nos tiene: él nos ama no porque seamos buenos, sino porque somos sus hijos; por eso nos pide que hagamos lo mismo que Él: que nos amemos como Él nos ama, por eso el anhelo más profundo de Jesús es que seamos perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo (cf. Mt 5,48), y su perfección está en el amor que Él nos tiene.

Miremos de nuevo a nuestro santo patrono. El ejemplo de amor que él vivió como padre de familia y como hombre que poseía el máximo poder para administrar el bien común, sigue iluminando a lo largo de los siglos. Como devotos de San Luisito nos dirigimos a él para suplicarle que interceda ante Dios para que nos alcance la gracia de amar como ama Él, que devuelve bien por mal y rescata siempre lo bueno que hay en cada ser humano por más incalificable y odioso que se nos presente. ¡Qué importante es esto para aprender a convivir como hermanos!

Aunque la gracia de amar hasta ese extremo es más importante que superar la pandemia, también le suplicamos a nuestro Santo Patrono que nos libre de ese mal, cuide a nuestros enfermos, consuele a los familiares de los que han fallecido y sostenga a todos los que se entregan a curar, aliviar y servir a los que padecen las consecuencias de esta pandemia, sobre todo al personal de salud y de servicio que trabaja en nuestros hospitales.

Y en vísperas de las elecciones, nos dirigimos a San Luis Rey y le pedimos que el acto eleccionario sea un momento para renovar nuestro compromiso de hacer todo lo que esté de nuestra parte para convivir como hermanos, ser más pacientes, caritativos y misericordiosos con todos, especialmente con aquellos que más nos cuesta. Dispongamos nuestro corazón a la gracia del perdón y abramos nuestras manos para ocuparlas en acciones que miren el bien de todos, especialmente de los que más sufren. Gracias, San Luisito, por tu presencia paternal, cercana y fiel entre nosotros. Hoy, una vez más, recurrimos confiados a vos y estamos seguros que escucharás nuestros ruegos, como lo has hecho siempre. Nuestro querido y santo Patrono, ruega por nosotros.

Andrés Stanovnik OFMCap

Arzobispo de Corrientes

 

 

NOTA: A la derecha de la página, en Archivos, el texto como 21-08-25 Homilía fiesta de San Luis Rey en formato de Wotd.


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