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MONS. ANDRES STANOVNIK

Homilía en la Misa del 100º Aniversario de la Legión de María

Corrientes, Iglesia Catedral, 7 de septiembre de 2021

Nos hemos reunido para celebrar un importante jubileo: el centenario del nacimiento de la Legión de María. Efectivamente, ese sucedió un siete de septiembre de 1921, en vísperas de la fiesta de la Natividad de la Virgen María. Los inicios de la Legión fueron muy sencillos: un grupo de adolescentes, reunidos con Frank Duff, una noche, mientras oraban, decidieron servir a los enfermos y llevar el evangelio a todo el mundo. ¿Quién era ese Frank? Un laico irlandés, de carácter alegre y siempre dispuesto a echar bromas, inteligente, generoso y con un profundo amor a Dios y a la Virgen María. Esos comienzos humildes se extendieron por todo el mundo y hoy se cuentan por millones los legionarios. También entre nosotros hay un hermoso grupo de niños, adolescentes, jóvenes y adultos que integran las filas de la Legión de María.

Celebrar un aniversario nos brinda la ocasión para mirar hacia atrás y agradecer; mirar hacia adelante y renovar nuestra esperanza; y mirar el presente que nos toca vivir para renovar nuestro compromiso cristiano y legionario. Ustedes hacen realidad la Iglesia en salida que nos pide el papa Francisco, es decir, una Iglesia misionera que lleva la Buena Noticia de Jesús a todo el mundo, como lo habían concebido aquellos primeros legionarios, dando un lugar preferencial a los enfermos y a los que sufren. Para renovar el entusiasmo misionero, pidamos la gracia de fortalecer la unidad y la comunión en las diversas comunidades de legionarios, porque la misión se nutre de la comunión y la comunión madura en la misión.

Así como en la tésera de la Legión se suplica la venida del Espíritu Santo para comprender y enseñar el Evangelio, también nosotros pedimos que el Espíritu Santo llene nuestros corazones y nos dé su luz para comprender y aceptar la Palabra de Dios que acabamos de proclamar. En la primera lectura (cf. Col 2,6-15), San Pablo les escribe a los colosenses, que ya habían aceptado a Jesús como el Señor, que también eso se note en su manera de comportarse, que su fe se arraigue cada vez más, y que siempre sean agradecidos a Dios. Además, les advierte que sean precavidos y no se dejen engañar con propuestas mundanas, y les recuerda la verdad que constituye el gran anuncio de la salvación: que Dios nos amó y perdonó en Cristo muerto y resucitado, y que esa es la verdad liberadora y gozosa que anunciamos al mundo.

El texto del Evangelio de hoy (cf. Lc 6,12-19) es tan providencial como adecuado al jubileo que estamos celebrando. Jesús elige a doce discípulos, pero antes de elegirlos pasa la noche en oración con Dios. La misión siempre tiene que ir precedida por la oración, porque llevamos la Palabra de Dios y no la nuestra; para que las acciones que realicemos estén de acuerdo con la voluntad de Dios y no sean un mero resultado de nuestras planificaciones. Jesús, luego de orar y de elegir a los doce, se dedica a una multitud ansiosa de encontrarse con Él y de verse libre de sus males. La misión de Jesús es fecunda porque Él está unido íntimamente a la voluntad de su Padre, lo cual nos recuerda la necesidad esencial de la oración para el apostolado. ¡Qué bien nos hace esta Palabra de Dios que recibimos en este centenario! Sentimos que nos confirma en nuestra vocación de ser una comunidad legionaria orante y en salida misionera.

En esa hojita, que circula entre todos los legionarios como una contraseña de pertenencia a la Legión y como garantía de unión y hermandad entre todos los socios, está contenido, en forma de oración, todo el mensaje del Evangelio: se dirige al Padre, clama la venida del Espíritu Santo, confiesa la salvación que nos obtuvo Cristo, su Hijo Unigénito, y se dilata piadosamente en la devoción hacia Aquella que va “subiendo cual aurora luciente, bella como la luna, brillante como el sol…”, Madre de Jesús y Madre nuestra, la bienaventurada Virgen María. En esa hermosa cédula de identidad el legionario tiene trazado el camino de santidad. Los invito a usarla junto con la reflexión que realiza el papa Francisco en su exhortación sobre el “Llamado a la santidad en el mundo actual” (111-156). Allí nos advierte de los riesgos y límites de la cultura de hoy, que se manifiesta por una “ansiedad nerviosa y violenta que nos dispersa y nos debilita; la negatividad y la tristeza; la acedia cómoda, consumista y egoísta; el individualismo, y tantas formas de falsa espiritualidad sin encuentro con Dios que reinan en el mercado religioso actual”.

Ante esos peligros, el Papa propone cultivar “el aguante, la paciencia y la mansedumbre…, porque tal actitud supone un corazón pacificado por Cristo, liberado de esa agresividad que brota de un yo demasiado grande. La misma pacificación que obra la gracia nos permite mantener una seguridad interior y aguantar, perseverar en el bien”. También sugiere “la alegría y el sentido del buen humor…, esa alegría que se vive en comunión, que se comparte y se reparte, porque «hay más dicha en dar que en recibir» (Hch 20,35) y «Dios ama al que da con alegría» (2 Co 9,7)”. “Audacia y fervor”, ese “empuje evangelizador que deja una marca en este mundo. Para que sea posible, el mismo Jesús viene a nuestro encuentro y nos repite con serenidad y firmeza: «No tengáis miedo» (Mc 6,50). «Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos» (Mt 28,20)”. Siempre “en comunidad”: “compartir la Palabra y celebrar juntos la Eucaristía nos hace más hermanos y nos va convirtiendo en comunidad santa y misionera…, donde los miembros se cuidan unos a otros y constituyen un espacio abierto y misionero. Y, por último, “en oración constante”, como corresponde a un legionario que se encontró con el Señor y que ama a la Virgen: “es alguien que no soporta asfixiarse en la inmanencia cerrada de este mundo, y en medio de sus esfuerzos y entregas suspira por Dios, sale de sí en la alabanza y amplía sus límites en la contemplación del Señor”.

La Catena Legionis nos lleva siempre al gozoso Magníficat de la Virgen María. Con ella damos gracias a Dios por el centenario de la Legión; le suplicamos por los hermanos y hermanas fallecidos a causa de la pandemia, por sus familiares y por todos los que alivian, sirven y curan a los contagiados por el Covid 19; y le pedimos a Dios que nos alcance la gracia de tener una fe viva que, animada por la caridad, nos habilite para realizar todas nuestras acciones por puro amor a Él y verlo y servirlo en nuestro prójimo. Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti. Amén.

Andrés Stanovnik OFMCap

Arzobispo de Corrientes

 

 

NOTA: a la derecha de la página, en Archivos, el texto como 21-09-07 Homilía de la Legión de M-100años, en formato de Word.


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