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MONS. ANDRES STANOVNIK

Homilía en la festividad patronal de Nuestra Señora del Rosario

Iglesia Catedral, 7 de octubre de 2021

La festividad de la patrona de nuestra Iglesia Catedral hunde sus raíces hasta la fundación misma de nuestra ciudad. En sus orígenes fue plantada la Cruz, síntesis del Evangelio y signo inequívoco de nuestra identidad cristiana y católica. Consumada la crucifixión de Jesús, María estuvo junto con los apóstoles en los inicios de la Iglesia, así también Ella acompañó providencialmente a la población que desembarcaba en las orillas de Arazatí y protegió los primeros pasos de esta ciudad. La nueva fundación se puso bajo la protección de Nuestra Señora del Rosario, heredando el título de fundadora de la ciudad, junto con la Cruz de los Milagros, y regando para siempre de savia cristiana las raíces de nuestro pueblo.

Vayamos a la Palabra de Dios que acabamos de proclamar. En el libro de los Hechos (cf. 1,12-14), encontramos a los discípulos de Jesús reunidos con algunas mujeres, entre las cuales estaba María, la Madre de Jesús. Un detalle que no debe pasar por alto es que todos ellos perseveraban en la oración. Esto sucedía luego que Jesús subió a los cielos. Una comunidad de fe se reúne para orar, porque es el lazo más profundo que los une entre ellos y Jesús. También hoy sucede así: lo primero que hace un grupo de creyentes es reunirse para orar, y si esas personas que rezan son también devotas de la Virgen, espontáneamente desgranan en rosario. La fiesta patronal es una ocasión providencial, ante todo, para renovar nuestra fe.

El texto del Evangelio (cf. Lc 1,26-38) nos ofrece otro aspecto de la vida del creyente tan importante como el anterior. En el texto evangélico hemos escuchado el relato de la Anunciación, una narración muy conocida por todos. Luego del diálogo que la Virgen María mantiene con el ángel sobre la propuesta que le hace de parte de parte de Dios de concebir por obra del Espíritu Santo, y luego de manifestar su perplejidad ante una proposición semejante, María accede a lo que Dios quiere: “Aquí está la servidora del Señor, Que se haga en mí lo que tú dices”, fue la respuesta humilde y determinante de la Virgen. Respuesta en la que perseveró hasta el final, aun en la extrema situación de dolor al pie de la Cruz de su Hijo. La fiesta patronal nos invita a perseverar en la fe, aun en medio de sufrimientos e incomprensiones por las que atravesamos los creyentes.

La autenticidad de la fe se expresa mediante la oración y la garantía de que esa oración es verdadera se nota en la caridad. El amor a Dios, que manifestamos mediante la oración, es auténtico cuando se convierte en acto de amor al prójimo. Perseverar en la oración necesariamente debe ir acompañado del esfuerzo por tratar bien a las personas con las que convivimos o con las que nos cruzamos en nuestra vida diaria. Este es el modo de vivir que distingue a la persona que se considera cristiana, devota de la Virgen y servidora en la comunidad a la que pertenece. Por eso, la fiesta patronal es una oportunidad para revisar cuál es el trato que tengo en mi familia con mi esposo, mi esposa, mis hijos, con las personas ancianas, con mis compañeras y compañeros de trabajo, en el servicio de la función pública, etc.

Hoy necesitamos abrir el horizonte del amor a Dios también hacia el cuidado del lugar que habitamos. A todos debe preocuparnos lo que le está pasando a nuestra casa común, porque si la seguimos maltratando como lo estamos haciendo, ponemos en riesgo nuestra propia vida y a vida de las próximas generaciones. El Santo Padre nos advierte que el ambiente humano y el ambiente natural se degradan juntos, y no podremos afrontar adecuadamente la degradación ambiental si no prestamos atención a causas que tienen que ver con la degradación humana y social (Laudato si 48). Y más adelante nos dice que “cuando alguien reconoce el llamado de Dios a intervenir junto con los demás en estas dinámicas sociales, debe recordar que eso es parte de su espiritualidad, que es ejercicio de la caridad y que de ese modo madura y se santifica” (231).

Ante de concluir, recordemos que celebrar a Nuestra Señora del Rosario es una buena ocasión para valorar esa hermosa, sencilla y poderosa oración que se realiza pasando las cuentas del rosario y meditando los misterios de la vida de Jesús y de la Virgen. El papa San Pablo VI llamó al rosario “compendio de todo el Evangelio”. Y más adelante nos dejó esta profunda y muy actual reflexión: “El Rosario a la Santísima Virgen debe ser considerado como una de las más excelentes y eficaces oraciones comunes que la familia cristiana está invitada a rezar. Sabemos muy bien que las nuevas condiciones de vida de los hombres no favorecen hoy momentos de reunión familiar y que, incluso cuando eso tiene lugar, no pocas circunstancias hacen difícil convertir el encuentro de familia en ocasión para orar. Difícil, sin duda. Pero es también una característica del obrar cristiano no rendirse a los condicionamientos ambientales, sino superarlos; no sucumbir ante ellos, sino hacerles frente. Por eso las familias que quieren vivir plenamente la vocación y la espiritualidad propia de la familia cristiana, deben desplegar toda clase de energías para marginar las fuerzas que obstaculizan el encuentro familiar y la oración en común” (Marialis cultus 54).

Los invito a poner en las manos de la Virgen a nuestro pueblo y a sus gobernantes, para que gocemos de paz y una convivencia fundada en el diálogo honesto, el trato amable y una solidaridad generosa y orientada hacia los menos favorecidos en la sociedad; que todos tengan trabajo y los jóvenes esperanza y oportunidades para formar matrimonios y familias abiertas a la vida, cercanas y solidarias con todas aquellas que sufren divisiones y violencias. Que, así como preservó de los peligros a los primeros pobladores de estas hermosas orillas, también hoy nos ampare a nosotros de los actuales peligros, sobre todo del olvido de Dios. A ella va hoy nuestro corazón agradecido, por eso con toda confianza le decimos una vez más: Nuestra Señora del Rosario, ruega por nosotros. Amén.

Andrés Stanovnik OFMCap

Arzobispo de Corrientes


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