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Homilía por el fallecimiento del Padre Martín Zacarías

Queridos hermanos y hermanas en el Señor:

Hoy nos reúne un profundo sentimiento de fe y gratitud ante el fallecimiento del Padre Martín Zacarías, quien desde el 4 de marzo de 2012 fue párroco de la comunidad de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, y que fue ordenado sacerdote el 20 de diciembre de 1991.

Su partida nos duele, pero más fuerte que el dolor es la esperanza: la certeza de que quien entregó su vida al servicio de Cristo y de la Iglesia, ahora descansa en el abrazo misericordioso del Padre.

1. “He combatido el buen combate” (2 Tim 4,7)

Estas palabras de san Pablo resumen con hondura la vida del Padre Martín: “He combatido el buen combate, he concluido la carrera, he guardado la fe”. Durante más de tres décadas de ministerio sacerdotal, el P. Martín vivió su vocación con generosidad y entrega. En los distintos ámbitos donde sirvió —especialmente en la formación, educación y parroquia, que fueron campos donde puso su mente, su corazón y su pasión pastoral— fue sembrando el Evangelio con fidelidad y alegría. Como san Pablo, supo gastar su vida en silencio, acompañando procesos, sosteniendo comunidades, alentando a los jóvenes y formando discípulos del Señor.

2. “Yo soy la resurrección y la vida” (Jn 11,25)

En el Evangelio que hemos escuchado, Jesús le dice a Marta: “El que cree en mí, aunque muera, vivirá.” Hoy hacemos nuestras esas palabras, porque en medio del dolor nos sostenemos en la promesa de Cristo.

El P. Martín, que tantas veces proclamó este Evangelio en los altares y acompañó con esperanza a los enfermos y a los que lloraban, ahora vive en plenitud aquello que predicó: la resurrección, la vida nueva, la comunión eterna con el Señor. Cada Misa que celebró, cada palabra que pronunció en nombre de Cristo, cada gesto de servicio en su comunidad, se convierten hoy en una ofrenda que sube al cielo como incienso agradable ante Dios.

3. “El sacerdote, hombre de comunión”

El Papa Francisco nos recuerda que “el sacerdote es un hombre de comunión, un puente entre Dios y los hombres” (Homilía del Jueves Santo, 2013). Así fue el P. Martín: un hombre de comunión, constructor de fraternidad, buscador de unidad. Quienes lo conocieron de cerca dan testimonio de su sensibilidad humana, de su compromiso con la educación y de su deseo constante de ayudar a crecer a otros.

En su parroquia del Perpetuo Socorro, fue padre, hermano y pastor; un hombre que supo conjugar la solidez del Evangelio con la ternura del servicio. Su entrega cotidiana deja una huella profunda en esta comunidad que hoy reza y agradece.

4. “En tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23,46)

 

Jesús, al morir, entregó su vida al Padre. Así también lo hace todo sacerdote al final de su camino. En cada Eucaristía, el Padre Martín anticipaba este momento al decir: “Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes.” Esa entrega, repetida miles de veces a lo largo de los años, se ha consumado plenamente en este último acto de confianza. Su cuerpo descansa, pero su alma vive para siempre en Cristo.

Pidamos a María, Madre del Perpetuo Socorro, que lo reciba en sus brazos, como lo hizo con su Hijo al pie de la cruz, y que acompañe con su ternura a todos los que lloran esta partida.

Queridos hermanos, hoy damos gracias a Dios por la vida y el ministerio del Padre Martín Zacarías. Su paso por esta tierra fue una semilla fecunda de fe, servicio y amor pastoral.

Que su testimonio inspire a muchos a seguir a Cristo con la misma entrega y fidelidad.

Y que cuando llegue para nosotros el momento de presentarnos ante el Señor, podamos escuchar las palabras que seguramente hoy resuenan para él: “Ven, siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor.” (Mt 25,23). Amén.

 


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