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Domingo de la Palabra de Dios, Domingo Bíblico y Año de la Palabra de Dios

El Santo Padre instituyó el Domingo de la Palabra de Dios. Su decisión está polasmada en la Carta Apostólica en forma de “Motu proprio” APERUIT ILLIS

El Papa Francisco, luego de haber recibido numerosas peticiones de distintos particulares y de asociaciones vinculadas a la pastoral bíblica, y habiendo consultado –principalmente a los miembros del Pontificio Consejo para la promoción de la Nueva Evangelización (ministerio vaticano creado por Benedicto XVI, el 21 de septiembre de 2010)–, instituyó el Domingo de la Palabra de Dios. 

La Carta Apostólica en forma de “Motu proprio” APERUIT ILLIS es muy clara y puede leerse en la página oficial del Vaticano: http://www.vatican.va/content/francesco/es/motu_proprio/documents/papa-francesco-motu-proprio-20190930_aperuit-illis.html

            El objetivo principal de esta nueva celebración es estimular a los creyentes a comprender la riqueza inagotable que proviene del diálogo permanente de Dios con todos los seres humanos, puesto de manifiesto particularmente en el desarrollo progresivo de la historia de salvación vivenciada por el pueblo elegido y testimoniada en las Sagradas Escrituras.

      El Domingo de la Palabra de Dios no es lo mismo que el Domingo de la Biblia, que en Argentina se celebra cerca de la fiesta de san Jerónimo. La nueva celebración no hace que deje de celebrarse el Domingo Bíblico Nacional y la Semana y/o el Mes de la Biblia como se viene haciendo. En la celebración de enero se recuerda fundamentalmente que “Dios dispuso en su sabiduría revelarse a sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza divina. En consecuencia, por esta revelación, Dios invisible habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos, para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía. Este plan de la revelación se realiza con hechos y palabras intrínsecamente conexos entre sí, de forma que las obras realizadas por Dios en la historia de la salvación manifiestan y confirman la doctrina y los hechos significados por las palabras, y las palabras, por su parte, proclaman las obras y esclarecen el misterio contenido en ellas. Pero la verdad íntima acerca de Dios y acerca de la salvación humana se nos manifiesta por la revelación en Cristo, que es a un tiempo mediador y plenitud de toda la revelación” (Dei Verbum, 2). En cambio, en septiembre, lo que se procura es hacer tomar conciencia del lugar fontal que las Sagradas Escrituras tienen en nuestra fe y la necesidad que tenemos de conocerlas e interpretarlas comunitariamente para que animen nuestra vida personal y eclesial, y la actividad pastoral.

      Teniendo en cuenta que en 2019 se conmemoron los 50 años de la creación de la Federación Bíblica Católica (FEBIC) –organismo dependiente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, fundada por san Pablo VI con el fin de garantizar el cumplimiento de las disposiciones conciliares de la Constitución Dogmática Dei Verbum (de modo particular el capítulo VI) – y en 2020 se conmemoran los 1600 años de la muerte de san Jerónimo, traductor de la biblia de sus lenguas originales al latín vulgar, la FEBIC anima a vivir el 2020 como un Año de la Palabra de Dios o Dei Verbi annus y para ello ofrece recursos y subsidios https://c-b-f.org/es/DeiVerbiAnnus?utm_campaign=DeiVerbiAnnus&utm_term=https://c-b-f.org/es/DeiVerbiAnn&utm_medium=email&utm_source=directmailmac

      Estas celebraciones y aniversarios pueden ser una oportunidad para convertirse al Evangelio, profundizando la comunión y redescubriendo la mesa común de la Palabra. En síntesis, Domingo de la Palabra de Dios y Domingo bíblico se complementan y se enriquecen mutuamente estimulándonos en el seguimiento y discipulado misionero de Jesucristo a quien se conoce cada vez cada persona se acerca con humildad a las Escrituras en donde se manifiesta como Palabra plena de Dios.

 



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