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En comunidad y en familia, se invita a celebrar el Domingo de la Palabra de Dios

El 24 de enero es el Domingo de la Palabra de Dios. Fijada para el tercer domingo del tiempo ordinario, la jornada fue instituida por el Papa en 2019, a través del motu proprio Aperuit illispar: “consagrada a la Biblia”, para “familiarizarse e intimar con la Sagrada Escritura y el Resucitado” con el propósito de “hacer crecer en el pueblo de Dios la familiaridad religiosa y asidua con la Sagrada Escritura”. El Obispo auxiliar, monseñor José Adolfo Larregain, presidirá la Santa Misa de las 20, en la Iglesia Catedral para celebrar esta jornada en el contexto del Año de San José.

El tema de este año está tomado de la Carta de San Pablo Apóstol a los Filipenses: “¡Mantengan firme la Palabra de la Vida!” (cf. Fil 2, 16).

En parroquias y capillas de la Arquidiócesis, este domingo se pondrá en valor la importancia decisiva que tiene la Mesa de la Palabra, que celebramos en la Eucaristía, y también como alimento espiritual que puede nutrir diariamente nuestra vida. El eje de las reflexiones estará inspirado en el precioso episodio de los discípulos de Emús, que enseña que el encuentro con el Resucitado se cierra con la cena, por lo cual “entendemos de esta escena lo inseparable que es la relación entre la Sagrada Escritura y la Eucaristía”, tal como leemos en la carta del Papa.

Será ocasión además, para recordar el esfuerzo de valorización del altar familiar, que se realizó el año pasado con motivo del Encuentro del Pueblo de Dios, en cuyo centro se descubría a la Pura y Limpia, para que en Ella se contemple a la mujer fiel que dejó que la Palabra de Dios la transformara enteramente: “Aquí está la servidora del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38). Ese altar familiar evoca el altar litúrgico, en torno al cual nos convoca la Palabra de Dios y nos alimenta el Pan de Vida.

La realidad de la pandemia limita a muchas personas el acceso a las celebraciones presenciales, por eso será oportuno sugerir que en torno a sus altares familiares lean, reflexionen y oren con la Biblia, sobre todo con el Nuevo Testamento, completando el encuentro con las oraciones que les sean familiares, por ejemplo: Ante la Cruz de los Milagros y Tiernísima Madre de Dios. El Santo Rosario es una oración sumamente recomendable porque resume maravillosamente los misterios, que se nos revelan de la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesucristo en la Palabra de Dios.



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