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SÁBADO 6 DE NOVIEMBRE

Francisco Bettinelli será ordenado sacerdote de la Compañía de Jesús en Corrientes

Por primera vez, en la comunidad jesuita de Corrientes, será ordenado un sacerdote de la Compañía de Jesús. Se trata de Francisco Bettinelli, quien recibirá el ministerio sacerdotal el sábado 6 de noviembre, a las 21, en la iglesia Jesús Nazareno. La ceremonia será presidida por monseñor Jorge Martín Torres Carbonell, Obispo de Laferrere.

Francisco nació en Buenos Aires, hace 32 años. Es el menor de cinco hermanos, y su familia está integrada por papá Ángel Bettinelli, mamá Silvia Torres Carbonell; y sus hermanos Cecilia, Mariana, Nicolás, Joaquín. A los que se integran seis sobrinos y cuñados.

Estudió Ingeniería Civil en la UBA antes de entrar en la Compañía, y luego licenciatura en Filosofía en el Colegio Máximo San Miguel y Teología en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Precisamente, en ese país, fue ordenado diácono en Santiago, el 18 de diciembre del 2020 por Cardenal Celestino Aós.

Será consagrado sacerdote por la oración de la Iglesia y la imposición de manos de monseñor Jorge Torres Carbonell, quien es hermano de su mamá; lo que agrega un sentimiento especial a este ya tan bello momento de alegría que vivirá la familia.

Más allá del acontecimiento de gracia que significa consagrar a un nuevo sacerdote para la Iglesia, es para la Arquidiócesis, y en particular para la comunidad jesuita de Jesús Nazareno, un momento histórico, ya que es el primer presbítero de la Compañía que recibe el ministerio en Corrientes.

Francisco llegó a Corrientes en mayo de este año, luego de haber pasado los últimos cuatro en Chile, donde completó sus estudios. Desde entonces, se ha sumado de manera casi natural, en pleno contexto de pandemia, a las actividades de los diversos grupos de la comunidad de Nazareno.

Hace algunos días, en una charla en con el programa radial de la Pastoral Vocacional de la Arquidiócesis, que se emite los días lunes a las 18, por FM San Cayetano (102.5Mhz), habló de su camino de fe, de sus primeros pasos pastorales que fueron indicándole la voluntad de Dios para con él y la elección de esta vocación sacerdotal. 

 “Entre a la Compañía de Jesús en el 2010, tenía 21. Antes de eso estudie Ingeniería Civil durante tres años. Tenía mi apostolado, una vida marcada por el estudio, el deporte, amistades, y también por el servicio apostólico, que me marcó mucho”, contó Francisco.  Los años antes de entrar al seminario, “íbamos los domingos con un grupo a la Villa 21, a la parroquia de Caá Cupe de Capital Federal, en Barracas. Íbamos a acompañar todos los domingos la vida de la comunidad, con catequesis y otras actividades. Nos habían pedido los sacerdotes e íbamos a ofrecer nuestras manos”.

 

Camino de fe

Desde el evangelio de ese día (Lucas 13, 10-17), sobre la curación de la mujer enferma, Francisco hizo referencia a su camino de fe, a su proceso vocacional. “Pensaba escuchando el evangelio que, no sé si toda vocación, pero por lo menos la mía, siento que nació desde esa experiencia de sentirme identificado con la mujer encorvada, de un Jesús que se acercó y me levantó. Y creo que ahí empezó el camino. Primero en esa experiencia de ser sanado, ser curado, reconocido por la mirada del Señor que transforma la vida. Ahí veo el origen del camino, digo la vocación en un sentido amplio. Llamados a vivir con Cristo, estamos todos.  Pero ahí veo que es donde inicia un camino que luego va desembocando en la vocación más particular”, explicó.

“Por ahí siento el origen”, dijo Francisco sobre el inicio de su camino vocacional. Y detalló más sobre esta experiencia de sentirse mirado, misericordiado, “antes de entrar a la Compañía, eso me fue llevando a ir a misiones, a entrar en ese apostolado,  a ir a misa, a buscar lugares donde profundizar la fe, hacer ejercicios espirituales. Toda una serie de espacios que, de a poco, me fueron forjando. Y forjando en una vocación que se fue definiendo, primero por el sacerdocio, después, en la Compañía. En ese orden”.

Tras confirmar su deseo de iniciar su formación sacerdotal en la Compañía de Jesús, Francisco compartió que primero fueron dos años en Córdoba, en lo que se llama el noviciado. “Es la primera etapa donde de algún modo, intentamos experimentar en nuestra vida, lo que san Ignacio vivió a partir de su conversión. Tenemos distintas experiencias, que intentan vehiculizar esa experiencia que también vivió Ignacio, como peregrino, sirviendo en hospitales, haciendo los ejercicios espirituales, para que, a partir de ahí, también ir forjándose en la fe, en la vocación, en la vida en la Compañía”.

Después estuvo cuatro años estudiando Filosofía, en San Miguel, en el conurbano de Buenos Aires; sirviendo en una capilla, acompañando una comunidad. Dos años estuvo luego en Uruguay, en una etapa que llaman Magisterio, en Montevideo en un colegio de la Compañía. “Una experiencia también muy linda, muy intensa porque esos dos años son de pastoral pura, sin estudios. Obviamente, es cuando más uno estudia, porque hay que estudiar para la vida, pero no formalmente”, recordó. “Al terminar esa etapa, me fui para Chile, donde estuve los últimos tres años, estudiando Teología”.

 

Dar el ´sí`

Al ser consultado sobre lo que significa para él dar este “sí”, en un contexto de tantos cambios, de tanta crisis por la pandemia, Francisco vuelve al origen de su sí. “Cada vez me pasa más, que miro más hacia atrás, con más perspectiva. Si hace siete años u ocho me preguntaban dónde inicia la vocación, decía en tal momento en particular, en tal año, por tal razón, en mi adolescencia, juventud. Pero, a medida que van pasando los años, le voy quitando el peso a ese momento puntual y voy mirando más hacia atrás. No como origen de: ´Quería ser sacerdote de la Compañía`. No. Pero, si identificando, por ejemplo, a mi abuela, mis abuelos, como algo tan fundamental en el origen de mi vocación, de mi vocación a todo. De aprender la fe, de aprender lo sencillo y lo estético de la fe. Como la imagen de la abuela rezando, para mí es una imagen que me conecta con algo que viene de atrás, como de niño al ver eso, y que se graba en el corazón”. Entonces, agrega, “siento mucho que también el Sí, en este momento, es un reafirmar algo que viene de atrás”. Y quizás, precisamente, “en tanto cambio, en esta idea de que se ha caído todo, que no sabemos a dónde vamos, es como volver a apoyarme en lo que está en el centro, en lo que está desde antes, en lo que no se mueve”.

Para Francisco, la pandemia fue muy potente en ese sentido. “En el confinamiento, creo a todos nos pasó, o al menos lo viví particularmente así, nos enfrentó a la verdad. La verdad desnuda de la propia vida y de las propias opciones. Así es que ha habido tanto cambio en tanta gente, pero, esa verdad desnuda en la que se caen tantas cosas, que se sostienen con andamios a veces, y no con columnas, aunque también alguna columna que parecía central se rompió; para mí, fue encontrarme nuevamente con Dios. Con esa presencia de Dios que está en lo profundo, que está más allá de toda estructura, más allá todo andamio, más allá de toda opción incluso. Y eso para mí fue muy importante. Fue una experiencia de fe que creo de algún modo necesitaba. Por esa razón me llegó lo que buscaba, y no lo hubiera querido de ese modo, pero para mí fue una experiencia muy potente y muy radical de Dios. De Dios en lo profundo, de Dios en el silencio, más allá de toda opción”.

Entonces, aseguró, “experimento mucho eso, que este sí, es volver y re apoyarme, como dice un versículo que me gusta de Isaías 7: “si no se afirman en mí, no serán firmen”. Es como decir la palabra Amén. En el fondo lo que decimos ahí es la palabra Amen, tan profunda. Decir amén a volver a afirmarme, y querer afirmarme en este Dios que me llama, que me sostiene y que me envía”.

 

Ser compañero de Jesús

Qué significa hoy, ser un jesuita, ser compañero de Jesús, le preguntaron a Francisco, quien a modo de broma mencionó una frase conocida para los jesuitas: “Dicen que si hay dos jesuitas, hay tres opiniones”.  Lo de ser compañero de Jesús, reflexionó luego, que para cualquier congregación es difícil, “porque al fin y al cabo son las personas las que van configurando, más allá de las tradiciones este espíritu”. Y agregó, “hay algo que dice Gerónimo Nadal, uno de los primeros jesuitas que lo conoce mucho a Ignacio, y afirma de él: ´Ignacio seguía al Espíritu, no se le adelantaba, puesto sencillamente todo su corazón en Cristo, sabiamente ignorante`. Creo que para ser compañero de Jesús, al estilo de Ignacio, quisiera tener mucho de esa actitud, de animarse a discernir. Y animarse a discernir quiere decir, animarse a estar abierto a lo que el Espíritu vaya abriendo en el camino, no tener las respuestas prefabricadas sino a ir buscándolas. Creo que eso es algo que ha querido de algún modo representar la Compañía, imperfectamente; pero eso de mirar, mirar y escuchar la palabra de Dios, fuera de mí, fuera de lo que siempre está alrededor, de escuchar a la gente, de escuchar a la cultura, de escuchar a la sociedad, de escuchar a la Iglesia, de escucharnos y buscar ahí cuál es la Palabra que Dios quiere decirnos y quiere decirme para vivir a su modo en este momento, en esta realidad, en este espacio en el que me toca convivir con otros, con otras, y buscar”.

Eso, para Francisco debería ser el discernimiento, lo que identifique a alguien ignaciano. “El discernimiento a estar abierto a lo que el Espíritu inspire, a estar realmente abierto, y buscar los medios para estar abierto y escuchar; y no sólo escuchar, como dice Ignacio, escuchar y elegir lo que escuchamos. Porque escuchar podemos escuchar, pero muchas veces hacer lo que escuchamos es difícil. Realmente escuchar y confiar en esa palabra dicha por el Espíritu y por Dios”.

 



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