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MONSEÑOR STANOVNIK

Homilía en la profesión religiosa de la Hna. Milagros OSC

Monasterio de las Clarisas, Corrientes, 22 de febrero de 2024

La fiesta de la Cátedra de San Pedro, que hoy celebra la Iglesia, nos regala providencialmente el contexto eclesial para la profesión religiosa, a la que se dispone nuestra hermana novicia Milagros, luego de finalizar su etapa formativa en el noviciado. Es la Iglesia, con entrañas de Madre, la que recibe la respuesta de amor que profesa Milagros. En esa misma Iglesia nuestra novicia sintió, desde su más tierna edad, que era infinitamente amada y cuidada por ella. Es, en esa Iglesia, en la que hoy celebramos la Cátedra de Pedro, es decir, el lugar desde donde se nos enseña y asegura que Dios es Amor y que la única respuesta que nos cabe es amarlo con todo nuestro corazón, colocarlo en el centro de nuestra vida, y anunciarlo con alegría a todos.

El Evangelio (Mc 16,13-19) que acabamos de proclamar se refiere precisamente al anuncio. Entre varias apariciones del Resucitado, está aquella en la que Jesús envía a sus discípulos a anunciar la Buena Noticia. Ese anuncio es una verdadera terapia espiritual para la humanidad porque, como lo acabamos de escuchar, las consecuencias de esa buena noticia son la liberación de todos los obstáculos que nos impiden ser libres y felices para amar. Esa misión la tienen también los presbíteros, tal como lo hemos oído en la Primera Carta de Pedro (5,1-4), quienes están llamados a acompañar y guiar el rebaño de Dios como Él quiere, no dominando ni sometiendo, sino con amor y ternura, para que los fieles se dispongan libremente a caminar juntos y a crear espacios de acogida para todos.

En medio del Pueblo de Dios, peregrino hacia la Casa del Padre, están las personas que se consagran totalmente a Dios y a los demás por medio de los votos de pobreza, castidad y obediencia.  Esa consagración, que hunde sus raíces en el bautismo, nos renueva y devuelve la libertad para amar, nos hace de nuevo capaces para ver, oír y tocar a Dios (cf. 1Jn 1-3). Son personas con vocación de cielo, testigos que nos anticipan con su vida que solo Dios basta, y que su amor llena plenamente el corazón de un hombre o de una mujer. Y la clave de ese llamado está en los votos, que son la contraoferta de la felicidad que ofrece el mundo.

En uno de los grandes documentos de la vida consagrada (VC 88ss) leemos que los votos son una provocación y una verdadera terapia espiritual para toda la humanidad.  La primera provocación es a una cultura que reduce la sexualidad a un mero juego y objeto de consumo. El voto de castidad es el testimonio de la fuerza del amor de Dios en la fragilidad de la condición humana, que conlleva una profunda experiencia de alegría y libertad. La segunda provocación es el voto de la pobreza, que va dirigida hoy a ese materialismo ávido de poseer, insensible a los sufrimientos de los más débiles y desconsiderado en el cuidado de los recursos de la naturaleza. Este voto testimonia a Dios como la verdadera riqueza del corazón humano, que hace posible compartir todo especialmente con los más necesitados. Y la tercera provocación, el voto de la obediencia, es una opción por la libertad, que encuentra su plenitud en la obediencia de Cristo al Padre, que se nos revela como Camino y Verdad, donde obediencia y libertad se abrazan a favor de la Vida. Pero todo se entiende solo si miramos a Jesús y a los santos que nos muestran que el amor cristiano es posible.

Estamos celebrando los 800 años del aniversario de la Regla Bulada, la Navidad en Greccio (2023), los Estigmas (2024), el Cántico de las Creaturas (2025) y, como culminación, la Pascua de Francisco (2026). Estos aniversarios nos recuerdan el inmenso don del amor, que tanto Clara como Francisco habían recibido de Dios y lo entregaron generosamente, para que hoy nosotros podamos celebrarlo con enorme gozo y gratitud en la profesión que va a realizar Milagros. A ella le deseamos que, inspirada por Santa Clara y mediante la ayuda del Espíritu del Señor, también viva el don de su profesión desprendida de sí misma, junto a sus hermanas y a la Iglesia toda. La Iglesia se alegra y canta de gozo cuando el amor de Dios se manifiesta a través de la generosidad de una vida consagrada.

Antes de concluir, escuchemos algunas palabras que nuestra Santa Madre Clara dejó escritas en su Testamento. Allí, entre otras cosas importantes, recuerda que “El Hijo de Dios se ha hecho para nosotras camino. (…) Por eso, “amándonos mutuamente con la caridad de Cristo, mostremos exteriormente por las obras el amor que tenemos interiormente, para que, estimuladas por este ejemplo, las hermanas crezcan siempre en el amor de Dios y en la mutua caridad (…) ¡Bienaventuradas de veras aquellas a quienes les es dado caminar por esa senda y perseverar hasta el fin! Amén.

 

†Andrés Stanovnik OFMCap

Arzobispo de Corrientes

 

NOTA: A la derecha de la página en Archivos, el texto como 24-02-22 Homilía de la Profesión de la Hna MilagrosOSC, en formato de Word.